En una época y unas tierras en las que la miseria estaba al orden del día, aquel accidente aéreo de 1944 fue una “bendición”, y los vecinos no tardaron mucho en dar cuenta de los restos menos valiosos del avión, ya que lo más apreciado ya se lo habían llevado las autoridades. Las chapas del fuselaje fueron cortadas y transportadas a las aldeas. Este acero era mucho más resistente que la madera y con ellas se cerraron establos, se hicieron y repararon puertas
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