En Turkmenistán, una estatua de oro reluce bajo el sol del desierto, montada por un líder autoproclamado “Protector” que domina todos los aspectos de la vida nacional. No es ficción distópica. Es real. Es un país donde el presidente escribe poemas a los caballos, prohíbe las barbas y convierte su autobiografía en lectura obligatoria para sacar licencia de conducir.
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