A pocos kilómetros de donde se mueven el Ejército, los bomberos, la UME, la maquinaria, donde ayudan voluntarios de todas partes y hay puestos de comida solidaria, camiones y furgonetas con material para los afectados de la Dana, una treintena de jóvenes malviven en una fábrica abandonada, ajenos a ese entramado de solidaridad que no les alcanza.
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