Le deseo que cada noche, en su bonito dúplex, sueñe no ya con el genocidio que niega, que esas pesadillas de Gaza por simple decencia las tenemos bastantes personas, pero sí con el tema que aparentemente tan bien conoce: el sitio de Sarajevo. Años de muerte y sangre convertidos en realistas sueños nocturnos y con el novio en mazmorra. Y al despertar, que sienta miedo de verdad, no el miedo mezquino a no ser cada vez peor persona.
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