Con una mezcla afilada de rigor, ironía y determinación, Rufián logra desmontar discursos que se sostienen solo por la costumbre. Interviene para exponer contradicciones, revelar incoherencias y reclamar responsabilidad a quienes parecen haberse habituado a ejercer el poder sin sentir su peso real. Esa capacidad para agitar conciencias y sacudir estructuras es precisamente lo que lo convierte en una figura singular dentro del parlamento.