El verano no supone solo un aumento en las temperaturas, sino también un incremento -si es que eso es posible- en los precios de los alquileres. Acceder a una vivienda estable en ciudades como Madrid se ha convertido en una tarea tediosa y casi imposible para cada vez más gente. A una oferta disparada de pisos turísticos y un mercado de vivienda que opera fuera de la ley, se suman contratos opacos donde se establece en letra pequeña que en verano el casero puede decidir que los inquilinos abandonen la vivienda.
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