Antes de que los aeropuertos se convirtieran en pequeñas ciudades y las low cost se multiplicaran, volar era un privilegio reservado a unos pocos. Hoy, en cambio, el turismo global y masivo crece sin freno, empuja a las aerolíneas a multiplicar rutas y aviones, y amenaza con desbordar no solo los destinos más icónicos, sino también la capacidad misma del planeta para sostenerlo. El mito de un turismo global sin freno parece estar resquebrajándose: porque no hay sitio, no hay aviones, y no hay planeta que resista tanto turismo.