No es que quiera defender a Cerdán, pero este titular de The Objective es puro sensacionalismo y da auténtica vergüenza que se publiquen estas cosas. Todo el mundo sabe que cuando Hacienda te devuelve en la declaración de la Renta es porque antes has pagado de mas. Encima, en el propio artículo dan las cifras detalladas (eso sí, al final) para ver que no hay ningún milagro en la devolución.
Tomemos los datos de 2020, donde dicen que le han devuelto 2.721 euros: unos ingresos conjuntos de 68.648 euros y unas retenciones previas de 16.490,83 euros. Al hacer la declaración le sale una cuota íntegra de 13.769 euros, pero como ya había pagado 16.490,83, Hacienda le tiene que devolver la diferencia de 2.721 euros (16.490-13.769=2.721). Y así en el resto de declaraciones.
Hace tan solo un par de semanas, Santiago Abascal amenazó al programa "Malas Lenguas" de RTVE tras una pregunta de la reportera Esther Yáñez. twitter.com/MalasLenguasLa2/status/1938606451703919002
Hoy, esa misma periodista está siendo acosada por la extrema derecha mientras intenta informar desde Torre Pacheco:
twitter.com/riojaberon/status/1945184929232359913
twitter.com/remerikos/status/1945184409612652632
twitter.com/_Juan__A/status/1945193620455190821
twitter.com/SER_Murcia/status/1945185056785371278
Le lanzan agua, la rodean, la hostigan y la obligan a alejarse mientras la persiguen al grito de "zorra", "cerda", "asquerosa", "fuera de aquí"... a coro con "Pedro Sánchez, hijo de puta".
Policía Nacional y Guardia Civil escoltaban a Vito Quiles:
twitter.com/La_SER/status/1945189048437350730
Así, con todo.
Unos señalan.
Otros hacen su parte.
Tarde casualdera, scroll sin expectativas. Entro a X (o RX, o como se llame ahora que fue comprada por el niño rico de las minas de esmeraldas). Y me topo con esta ranciedad que casi salta de la pantalla a pegarme un lametón de testosterona revenida:
Y aún habrá quien diga que el feminismo ya no hace falta. Que la cosificación de la mujer es cosa de “wokes” y “feminazis amargadas”. Que ahora las charos lo tienen todo ganado y lo único que buscan son paguitas y cuota.
Pero, si se rasca un poco, lo que aparece debajo de estos tuits no es solo misoginia. Es una estructura del deseo profundamente jerárquica y delirante, donde las mujeres no existen como personas, sino como categorías a dominar. El patrón es siempre el mismo: cuanto más ideológicamente autónoma es una mujer, más excitante resulta fantasear con someterla. "Las rojas me la ponen más" no es una frase inocente: es el eco de esa fantasía de humillación sexual como castigo por pensar diferente. Ecos de un pasado grecorromano en el que funcionaba exactamente así, tal cual.
Lo que les pone no es la mujer. Lo que les pone es la idea de doblegarla. Les erotiza el conflicto solo si pueden ganarlo. Quieren hacerles aceptar sus discursos, sus ideas, y si no pueden, al menos sus genitales, a ver si con esa "doma" se les mete algo de “sentido común” a ellas.
Este tipo de hilos no solo huelen a cerrado. Huelen a miedo. A masculinidad caída, y literalmente — escúchese aquí la flautilla bajando a graves — Que solo se sienten bien fantaseando y brabuconeando con otros hombres que piensan similar. A hombres que no entienden cómo ser deseables sin subordinar a la otra persona. Que siguen creyendo que el sexo es una batalla donde si no dominas, pierdes. Hombres cuya polla hace tiempo que dejó de ser un órgano de placer o de encuentro, y pasó a ser un arma ideológica.
Lo más triste es cuando muchas de estas masculinidades ni siquiera han vivido más allá del del sexo con su propia mano, y ya están coaccionadas por redes sociales y un contenido hipersexualizado al que acceden mucho antes de alcanzar la madurez..
Y uno se pregunta —como hombre cis hetero, de hecho me lo pregunto muy fuerte—:
¿Cómo no se han puto vuelto ya todas lesbianas?
Y antes de que os lancéis con el #NotAllMen, que quede claro —aunque estaría muy claro si realmente se hubiera leído algo de feminismo alguna vez—: el “no todos los hombres” no es una excusa.
Se siguen sosteniendo las microestructuras de poder cuando se mira hacia otro lado ante este tipo de desmanes. El pacto patriarcal también es eso: el silencio cómplice, la risa forzada, el "mejor no me meto".
Hoy, sinceramente, solo quiero vomitar con lo que he leído.
Y espero no tener que soportar el clásico “yo tengo madre, hermana, prima o sobrina” para justificar esta basura, porque todos las tenemos. Y aun así, eso difícilmente nos ha impedido reproducir esta violencia simbólica en las redes sociales, ni nos ha dado por pensar que quizás, solo quizás, la soledad no afecta solo a los hombres, o las mujeres.
Está afectando a toda la gente sin empatía.
Apenas queda nada de lo que antes se llamaba conciencia de clase obrera. Es más, muy pocos se ven como "obreros", en todo caso "trabajadores". Es lo que somos la gran mayoría, pero tampoco tenemos marcada esa identidad ni nos sentimos parte de una misma clase trabajadora. ¿Por qué ocurre esto?
Hace unos días, en una entrada sobre por qué pagamos impuestos, comentaba sobre el individualismo egoísta difundido en las últimas décadas con las ideas neoliberales, en oposición al concepto de sociedad. Con ese egoísmo algunos defienden no pagar impuestos, ya que se ahorrarían un pico de sus ingresos, pero no entienden cuánto les costaría que no existiese nada de lo que pagamos con ellos.
El individualismo egoísta nos ha impregnado a todos, al menos en parte, aunque no nos demos cuenta. Se han desdibujado ideas que formaban parte del debate público, como sociedad o bien común. Y con ellas se han perdido los conceptos de unidad y clase social.
Sin esos conceptos no podemos tener identidad de clase. Y sin ésta no es posible la lucha de clases. Por eso Thatcher y toda la derecha neoliberal niegan el concepto de sociedad.
El individualista no pelea por su clase, únicamente por sí mismo, por eso se queda solo. No es como las kellys o los reponedores del super, por supuesto. Ni siquiera como los trabajadores de otras categorías en su empresa. Le importa lo suyo. Si otros hacen huelga, le molesta. Si por una vez él quiere huelga, los demás son insolidarios por no defender SUS intereses. No existe la clase porque no entiende lo común, sólo existe el YO, individual y egoísta.
Curiosamente, con otras identidades no hay problema. Nuestro amigo trabaja, pero también es un inversor: tiene 27 acciones del Santander y 400€ en un fondo. El banco le envía cartas explicando lo que conviene a inversores como él. Y lo tiene claro, lo que le viene bien, individualmente, es que bajen los impuestos a los beneficios del capital... aunque no haya un instituto público en 20km a la redonda y tenga que pagar las cuotas "voluntarias" de un concertado para sus hijos.
Quizá nos reconozcamos en alguna de las cosas que menciono. No somos conscientes de hasta que punto es omnipresente ese individualismo egoísta. Y tenemos que unirlo al otro gran éxito de las últimas décadas: todos somos clase media, por lo que tampoco tiene sentido la lucha de clases. Ya sabes, el frutero de la esquina es de clase media e inversor, como Amancio Ortega y como tú, que eres administrativo, pero la funcionaria del DNI es una privilegiada...
Mucha gente que se considera de izquierda piensa así. Y a menudo culpan a otros identitarismos de la falta de conciencia de clase. En especial a identidades feministas o de género, pero sorprendentemente nunca a identidades nacionalistas, liberales o anticomunistas, por ejemplo. Ni a otras, bendecidas por el capitalismo y de las que también podría alegarse que desmovilizan políticamente, como ser gamer, futbolero, trekkie, o cualquier otra cosa que "somos".
Pero es absurdo. Ser feminista no impide sentirse de clase trabajadora, como tampoco ser un gamer. Es más, la llamada izquierda identitaria es de los pocos colectivos que están dispuestos a movilizarse, a diferencia del individualista inversor patriótico, que cuesta horrores sacarle del sofá y prefiere culpar de su salario ridículo al gobierno en lugar de a su empresa, que lleva varios años en record de beneficios por las subidas de precios. Esto puedes verlo en cualquier manifestación pro-derechos laborales o servicios públicos: buena parte de los que están son los mismos que acuden a manifestaciones pro-derechos LGTB+ o feministas. Ellos sí se movilizan.
Quizá por eso la derecha odia tanto a la izquierda identitaria. En esa izquierda hay gente que entiende lo que significa unidad y defensa de lo común, no actúan sólo como individuos egoístas, y por eso son de los pocos a los que aún les queda algo de conciencia de clase.
En El Debate les debía parecer que las diferencias de recaudación entre las distintas CCAA por impuestos propios no parecían tanto y han decidido multiplicar todo por 10 para hacerlas más impresionantes: según ellos, en 2023 se recaudaron por estos impuestos un total de 160.466 millones, de los que 43.826 millones corresponderían a Cataluña.
Pero si nos vamos a los datos oficiales de Hacienda, la recaudación total en 2023 fue en realidad de 16.046,61 millones, de los que 4.382,55 corresponderían a Cataluña. ¡Han multiplicado todo por 10!.
Al haber multiplicado todo por 10, en las recaudaciones por habitante salen cifras disparatadas, llegando a más de 8.000 euros para Baleares y les sale una diferencia per capita entre Cataluña y Madrid de 2.300 euros, cuando en realidad sería de 230 euros.
Trump demuestra que siempre se puede caer más bajo y ahora ha dado muestras de su escaso nivel en matemáticas al asegurar que: «Esto es algo que nadie más puede hacer. Vamos a bajar los precios de los medicamentos. No un 30 o un 40 %, que sería genial, ni un 50 o un 60 %. Los vamos a bajar un 1000 %, un 600 %, un 500 %, un 1500 %». Y me imagino que si alguien le intenta decir que es un error, ordenará cambiar los manuales de matemáticas para incluir sus peculiares cálculos.
Uno de los males actual de la prensa es que muchas veces se limitan a replicar las notas de prensa que le llegan sin comprobar lo que dicen. ABC publica un artículo donde asegura que los ataques antisemitas han aumentado un 321% en España, siendo la fuente de información el Observatorio de Antisemitismo. Pero si nos vamos al informe para ver los datos detallados, podemos ver que esos ataque han pasado de ser 60 en 2023 a 193 en 2024, luego el porcentaje de incremento es del 221% (193/60=3,217). Y el incremento desde 2022, donde fueron 34, es del 467% en vez del 527% que se indica en la información. Todo por replicar sin comprobar los porcentajes erróneos.
No es el único medio que ha realizado esta mala práctica, como podemos comprobar en el siguiente artículo de La Razón:
ABC sigue demostrando que en cuanto pasan del simple gráfico de barras a dos o tres dimensiones, se lían. En este caso es un gráfico de áreas (círculos) en que no se respeta la proporcionalidad, como puede apreciarse de un vistazo al ver los círculos que han asignado a Redeia y a Indra: si el valor de Redeia es 5,25 veces el de Indra, el círculo correspondiente a Redeia no puede tener un diámetro 5,25 veces el de Indra, ya que las áreas aumentan con el cuadrado de la razón de semejanza, con lo que el círculo de Redeia tiene un área 27,59 veces el de Indra (como se puede apreciar visualmente). Para que estén en la misma proporción habría que haber tomado un diámetro para el circulo de de Redeia que fuese la raíz cuadrada de 5,25 el de Indra, es decir, 2,29 veces.
Nota: Este es un artículo introductorio originalmente escrito con la intención de ser publicado en el blog de Desperta Ferro Ediciones, rechazado por lo heterodoxo del tema tratado, chocando con la cronología establecida, la cual considero que debe ser reexaminada, expuestas mis razones de manera breve aquí.
El escudo es el segundo elemento más importante para todo guerrero, tan solo detrás de su arma y sirve como su principal elemento defensivo. Siendo el elemento más representativo del soldado romano, el escudo representa un aspecto en el cual aún no se ha logrado un conocimiento profundo y preciso, y ciertas ideas erróneas siguen presentes hoy día.
Aunque la palabra scvtvm significa escudo, cuando comúnmente usamos este término lo hacemos para hacer referencia exclusivamente al escudo romano curvo empleado por las legiones. El scvtvm es, probablemente, el escudo más fácilmente reconocible en la cultura popular; son grandes, fuertemente curvos, y, aunque pueda parecer un cliché, la evidencia arqueológica indica que el color rojo era el más comúnmente empleado. Aunque dentro de los círculos académicos relacionados con la arqueología militar es usual tener una visión general y aproximadamente correcta sobre cómo era, siguen existiendo algunas lagunas debido a cuestiones que aún no han sido abordadas. Este desconocimiento es más común fuera del ámbito académico, lo cual resulta comprensible. Sin embargo, lejos de detalles específicos en cuanto a su construcción, lo que se abordará a continuación son aspectos generales comúnmente aceptados pero que están basados en ideas arcaicas y obsoletas.
Una de las ideas más fuertemente establecidas respecto al scvtvm se refiere a la cronología y evolución de su forma a lo largo su historia. Esta percepción común se resume en la siguiente transición: pseudo-oval→augústea→rectangular la cual, además, va asociada a un abandono relativamente rápido de la forma anterior en favor de la nueva, así como la vinculación de una de sus características a una de estas tipologías; sin embargo, esto no es cierto, o por lo menos, no de forma tan simple.
Fig. 1 Altar de Domicio Enobarbo (final s. II a.C) Fig. 2 Jinete parto con scvtvm (s. I-II d.C) Fig. 3 Legionarios en la Columna Trajana (s. II d.C)
Establecer el inicio exacto de este tipo de escudo es una tarea especulativa. Una posibilidad es que podría haberse comenzado a usar alrededor de finales del s. VI a.C tras la reforma establecida por Servio Tulio, quien introdujo cambios profundos en materia militar, aunque una fecha más reciente parece más plausible, ya que también podría deberse a otra serie de reformas introducidas, quizá, por Marco Furio Camilo entorno a la época del saqueo de Roma por los galos de Breno a inicios del s. IV a.C. Las primeras representaciones claras de este tipo de escudo pueden rastrearse en el monumento a Emilio Paulo, en el 167 a.C y en altar de Domicio Enobarbo alrededor del 122-115 a.C, siendo el escudo de Fayum (Egipto, s. III-I a.C) el ejemplar arqueológico que confirma la existencia de esta tipología, el cual se encuentra en un estado de conservación relativamente aceptable. El historiador griego Polibio también habló sobre él en sus Historias, escritas en el siglo II a.C.
Existen 3 grandes rasgos que caracterizan a este tipo de escudo: su gran tamaño, de aproximadamente 4 pies de altura, mayor que lo que aparentemente se empleó en épocas posteriores; el uso de la spina de madera, elemento de tradición celta que sirve para cubrir el hueco dejado en el centro del escudo, el cual tiene el asa, y para otorgarle una mayor rigidez vertical; y su geometría, la cual podría definirse como un pseudo óvalo o un rectángulo de lados convexos. Son estos últimos 2 elementos los puntos centrales de la cuestión, como iremos viendo.
El fin del empleo de este escudo se ha establecido comúnmente entorno al cambio de era, aproximadamente en las últimas décadas del s. I a.C, o en las primeras del s. I d.C, sin embargo, podemos rastrearlo en el arte en el relieve de la Cancelleria, fechado en torno al 81-96 d.C, y una posible aparición en la métopa nº 33 del Tropaeum Traiani, en el 109 d.C, así como en alguna otra aparición a lo largo del s. I d.C. En Masada aparecieron unos posibles restos arqueológicos, datados en torno al 73-74 d.C. Se halló un gran fragmento de cuero o piel perteneciente al recubrimiento del escudo que iba pegado sobre el núcleo de contrachapado, el cual tiene esta geometría pseudo-oval o de rectángulo de lados cóncavos que parece muy similar a la vista en el propio escudo de Fayum, siglos anterior.
Relieve de Puteoli. 95-102 d.C
Tras esto, y siguiendo con la cronología clásica, la forma augústea se suele atribuir al arco de Orange, fechado en el 10-27 d.C, aunque es un poco dificil de visualizar debido a la erosión; la urna cineraria de Agnani, a mitad del s. I d.C, da una imagen mucho más clara de él. Su geometría es igual que la del escudo pseudo-oval republicano, pero con los lados superior e inferior recortados, mostrando un borde recto. Otra forma de verlo, más simple, es visualizar el clásico escudo rectangular, pero en lugar de bordes verticales rectos posee lados ligeramente curvos. Se rastrea su uso hasta el año 95-102 d.C en Puteoli. No existen restos físicos de esta tipología, salvo fragmentos de bordes de aleación de cobre que dan testimonio de la curvatura de sus lados verticales. La visión clásica dice que este escudo perdió la clásica spina de madera presente en la tipología anterior en favor del umbo metálico de base cuadrada o rectangular, pero la realidad es otra. Abordaré esto más adelante.
Llegamos al scvtvm clásico, el rectangular, tan ampliamente representado en películas y series. Atendiendo de nuevo a la visión clásica aceptada, su uso es posterior a Augusto, apareciendo tras las décadas iniciales del siglo I d.C. La primera vez que este escudo aparece en el arte romano es en el Mausoleo de Plancus, fechado entre el 20-10 a.C; esto establece su aparición varias décadas antes a la forma augústea. Sin lugar a dudas, el scvtvm rectangular está ampliamente representado en el arte romano a lo largo, principalmente, de los siglos I-II d.C, con su máximo exponente en la Columna Trajana, erigida a inicios del s. II d.C. Se hallaron restos arqueológicos de esta forma datados alrededor del 256 d.C en Dura Europos, con el mítico escudo rojo, el nº 15, de los 24 hallados. Una de las ultimas representaciones en contexto militar viene del relieve del legionario de Alba Iulia, entre los siglos II-III d.C, ilustrada más arriba, aunque el mosaico de la Galleria Borghese del 320-330 d.C muestra varios gladiadores de tipo murmillo con sus respectivos escudos rectangulares.
Un aspecto no abordado hasta ahora es el empleo de la spina. La visión clásica sugiere que su uso decayó con la forma republicana pseudo-oval, y que, incluso al final del ciclo de este escudo, desapareció, pero lo más probable es que, aunque en al final del cambio de era su uso no fuera tan amplio, lo cierto es que sobrevivió durante el siglo I d.C en las formas de escudo augústea y rectangular. Los argumentos comunes para ello se centran en un ahorro de peso y reducción de costes, pero esto es difícilmente sostenible. Por un lado mi propio trabajo como artesano reproduciendo la spina del escudo de Fayum (en álamo y no abedul como el original, pero ligeramente más gruesa) arrojan 600gr de peso, mientras que umbos rectangulares de pequeño tamaño, como el de Brigantium, realizados en chapa de 2mm indican un peso de alrededor de 400gr, y ejemplares de mayor tamaño con el mismo espesor alrededor de 725gr, por lo tanto parece que el ahorro de peso solo podría serlo en ciertos escenarios, pero su incremento es también posible, y probablemente, más frecuente. El coste representa un asunto más difícil de confirmar, pero el metal era algo realmente caro en la antigüedad, por lo que el coste en material y su coste laboral para transformar la materia prima en el producto terminado, parecen bastante dispares entre ambas piezas.
El empleo de la spina puede rastrearse durante el s. I a.C - I d.C en las 3 tipologías. El arco de Claudio, del 51-52 d.C, muestra escudos pseudo-ovales con spina, asi como un friso de armas proveniente de Augusta Taurinorum, de mitad del s. I d.C y posiblemente el relieve de la Cancelleria, del 81-96 d.C. En cuanto a la forma augústea, la urna de Agnani, de mitad del s. I d.C es una representación preciosa de ello y muestra una gran cantidad de estos escudos. El escudo rectangular la muestra en el mausoleo de Plancus, entre el 20-10 a.C, mencionado anteriormente. También está presente en un relieve proveniente de Glanum, fechado en el s. I d.C,
Mención especial a un friso de armas proveniente de Saint-Bertrand-de-Comminges, aparentemente fechado en los siglos II-III d.C, aunque podría ser anterior. En este friso aparecen tanto la forma pseudo-oval como la augústea, ambas con spina.
En definitiva, las ideas clásicas deben ser reevaluadas y la visión en cuanto a la cronología de este escudo debe cambiar. El empleo de la forma augústea y rectangular es anterior a lo comúnmente establecido; la forma rectangular por el testimonio que nos deja el mausoleo de Plancus, y la forma augústea por ser más cercana geométrica y conceptual a la forma pseudo-oval republicana. Posiblemente los 3 tipos de escudo coexistieran durante periodos largos de tiempo, especialmente las formas augústea y rectangular y esta última aún pudiera estar presente en los campos de batalla del s. IV d.C. Del mismo modo, la spina de madera sigue vigente durante el primer siglo d.C, aunque en menor medida, en estas formas a las que tradicionalmente no se la ha atribuido.
Fig. 5 Urna cineraria de Anagni, Italia, primera mitad del s. I d.C.
CREDITOS:
Fig. 1: Jastrow . "Altar Domitius Ahenobarbus Louvre n3bis" en Wikimedia Commons. Imagen de dominio público.
Fig. 2: Sailko. “Statua equestre di cavaliere orientale partico, I-II secolo dc (coll. santarelli) 01" en Wikimedia Commons, bajo licencia CC BY 3.0. Disponible en: creativecommons.org/licenses/by/3.0/
Fig. 3: Benjamín Núñez González. "Detalles, Columna Trajana, Roma, 2017 01" en Wikimedia Commons bajo CC BY 4.0. Disponible en: creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/
Fig. 4: “The Puteoli Marble Block”. Número de objeto MS4916A. Cortesía del Penn Museum.
Fig 5: “Marble cinerary urn”. Met Museum. Imagen de dominio público.
¿Sabes qué es el westsplaining o explicación occidental?
Cuando otra persona explica tu drama... en tu lugar.
¿Qué hace que una tragedia sea "comprensible"?
En el mundo occidental, no basta con la sangre para entenderte; hay que expresarla con un lenguaje comprensible, reformularla en un formato analítico, explicarla desde la voz de un "experto blanco"... para que sea creíble.
Westsplaining: Es cuando el oprimido se convierte en un "objeto de estudio" y el colonizador, en un "analista comprensivo".
Que tu historia la cuente alguien que no la vivió y luego exija que estés de acuerdo.
Pero va más allá de la comprensión... es una nueva forma de control. Porque quien te explica también se arroga el derecho de redefinirte... o de silenciarte.
Explicar no siempre significa comprender, y a veces... es la forma elegante de negar.
En Palestina, se le pide a la víctima que explique con calma su enojo, para no perturbar la noción de "ambos lados". En África, un informe que evalúa el continente se redacta en términos colonialistas y luego recibe una medalla internacional... en nombre del "desarrollo".
En su famoso ensayo "¿Pueden hablar los oprimidos?", Gayatri Spivak pregunta: "Incluso cuando los oprimidos hablan, ¿alguien los escucha? ¿O sus palabras son repetidas en el idioma del otro hasta que pierden su significado?"
El westsplaining no te calla.
Incluso permite que salga tu voz... siempre y cuando no sea realmente la tuya.
Esta forma de explicación no es más que una reproducción de la tutela... bajo la máscara del análisis.
El westsplaining no es un fenómeno nuevo, sino la prolongación de una larga hegemonía cognitiva occidental.
En su libro "Orientalismo", el escritor palestino Edward Said explica cómo Occidente inventó un "Oriente" a su medida: sensual, caótico, emocional e irracional. Su objetivo no era conocerlo, sino moldearlo... gestionarlo a su antojo.
Hoy, los pueblos no están representados en pinturas, sino en boletines de noticias, documentos políticos y foros de "paz"... donde se discute el destino de una nación entera sin que ninguno de sus miembros sea escuchado (como ya se hizo con la partición de Palestina).
Quien monopoliza la interpretación, monopoliza el derecho a definirte... y puede borrarte del debate sin alzar la voz.
El término westsplaining no surgió en un aula académica; nació en medio del conflicto. En 2017, voces de Europa del Este comenzaron a denunciar el tono condescendiente con el que Occidente abordaba sus problemas.
El "experto" occidental les explicaba la guerra, la OTAN... y concluía: "No entendéis los entresijos del juego".
Así nació el término, primero como una broma ácida:
"Occidente está explicando de nuevo" ("The West is explaining again").
Pronto se convirtió en un arma contra la tutela del centro. Con los años, *activistas palestinos y africanos* lo adoptaron al entender que la violencia no solo ocurre en el campo de batalla, sino también cuando otros reexaminan tu sangre como si tú no supieras por qué se derramó.
En Palestina, a la víctima no solo se le exige silencio, sino que lo exprese con el lenguaje adecuado.
Condenar su ira, justificar su catástrofe y replantear el crimen... en nombre de la "comprensión".
Se le presenta un "plan de paz", igual que esos "planes de desarrollo" impuestos a África: diseñados en Washington o París, y luego enviados a los pueblos como si fueran destino escrito.
En ambos casos, la realidad es reescrita sin su consentimiento.
La voz es purgada de su tono original... para hacerla presentable.
Cuando el análisis encubre el control, la persona es enterrada dos veces:
Una, bajo los escombros.
Otra, en un informe escrito en su nombre... sin su permiso.
El westsplaining no niega tu existencia; la reconstruye para ajustarla a su relato.
Puedes hablar... pero solo si tu voz no incomoda.
¿Hablar? Sí, pero en el lenguaje del académico blanco, en términos de "complejidad" y "equilibrio"... no en el lenguaje del duelo, la sangre y la memoria.
Por eso, recuperar la voz propia no es solo exigir representación, sino arrebatar el derecho a que te narren como eres. ¡Y ay de ti si apoyas o no condenas a la resistencia! Entonces perdiste la oportunidad que te brindó occidente de ser alguien de quien apiadarse.
Anónimo
Hace pocas horas se ha firmado el vergonzoso acuerdo entre Europa y Estados Unidos. Este acuerdo recuerda al que firmaban las potencias con las colonias hace 1 siglo. Europa paga y no recibe nada. No entrare más en profundidad a valorar la vergüenza del acuerdo.
Lo importante, hoy veremos las reacciones de todos, influencers, políticos, medios de comunicación. Ya estamos viendo algunos como Daniel Lacalle, liberal y en contra de los impuestos, aplaudir el acuerdo como algo excelente tener un arancel del 15%.
En la reacción al acuerdo podremos ver quién se ha vendido a Israel, que desde mi punto de vista es la que domina Estados Unidos siendo el lobby más potente, los sionistas son los que rodean los puestos más importantes cercanos a Trump...
Por ejemplo estoy segurísimo que Iker Jimenez no será muy crítico con el acuerdo, ya que no suele hacer críticas al genocidio. Entonces tendremos 3 tipos de personas, los que no se sometan y critiquen abiertamente el acuerdo por vergonzoso. Los que hagan una crítica tímida y los que directamente aplaudan el acuerdo desde Europa.
Quienes sean tímidos en señalar la vergüenza de acuerdo para los europeos y los que aplaudan, son los que están sometidos a Israel principalmente y Estados Unidos. Esta gente sabe que si los critica va a tener problemas y ha preferido venderse.
La élite española seguro que se pone de perfil o incluso lo aplaude como Daniel Lacalle. Seguro que Abascal y Feijoo aplauden, seguro que los principales comunicadores de la fachosfera española aplauden. Y en señalarles cómo venden el país a Estados Unidos y a los amigos de Epstein, igual tenemos algo que rascar.
Martín materializó su llegada con un retraso de veinte minutos, una constante cronométrica a lo largo de los quince años de nuestra relación. En su día, fuimos dos licenciados convencidos de que nuestra existencia iba a alterar el curso del mundo. Ahora, él ejercía de subdirector de Innovación Social en una consultora de escala global, y yo coordinaba proyectos para una ONG cuyo principal benefactor era, precisamente, dicha consultora.
Descendiendo del Tesla de su mujer, guardó las llaves en el bolsillo de una chaqueta de lana merino cuyo precio superaba el salario mensual de la camarera que estaba a punto de atendernos. La justificación fue una asamblea sobre vivienda social. "Muy productiva", sentenció con esa pátina de fatiga virtuosa que había perfeccionado. "Hemos aprobado un sistema de turnos de palabra más democrático. Dos minutos por intervención, para garantizar la pluralidad".
Le pregunté por el número final de intervenciones. "Tres", admitió. "Falta cultura participativa". Omitió que él había sido uno de los tres oradores, ocupando siete minutos en exponer la necesidad de ser breves.
El café era un arquetipo del nuevo ecosistema del barrio: ladrillo visto, flora colgante y mesas de madera con un pasado convenientemente reciclado. En la pizarra, el cortado se cotizaba a siete euros y medio. Un establecimiento impensable en nuestros años de estudiante, cuando el aire olía a aceite reutilizado y alquileres asequibles. Ahora, el aroma dominante era una mezcla de café de origen único y gentrificación.
Nos acomodamos junto al ventanal. El exterior ofrecía un desfile de maletas con ruedas, riders eléctricos y algún residente autóctono navegando por su propio barrio como un turista accidental. Una señora de unos setenta años se detuvo, examinó el menú con la perplejidad de un arqueólogo y reanudó su marcha. Quizás recordaba que allí mismo, antes, una mercería le vendía hilos por céntimos.
La camarera se aproximó. Unos veinticinco años, rapado lateral, un flequillo asimétrico y una camiseta de algodón orgánico con un eslogan feminista en un idioma que no era el suyo. Martín la ubicaba. Me había contado su biografía: un máster en Estudios de Género y un trabajo sin contrato en el café. "Dos cortados sin azúcar", ordenó Martín.
Mientras esperábamos, extrajo su iPhone 16 Pro Max. "Preparamos una campaña contra la desinformación", comentó, los ojos fijos en el scroll. "La cantidad de bulos sobre inmigración es alarmante". Acto seguido, retuiteó un artículo titulado "Cinco datos que desmontan los mitos" cuyo enlace, pude ver después, llevaba dos días dirigiendo a un error 404.
En la mesa contigua, una pareja de treintañeros diseccionaba un documental de Netflix sobre la corrupción institucional. Él, con una barba de diseño y una camiseta vintage de los Ramones que seguramente costó más que la discografía completa de la banda, sentenciaba: "La gente no ve la manipulación". Su camiseta lucía el logo de Transparency International, una entidad investigada meses atrás por la gestión de fondos europeos. Ella, ataviada con cuero vegano y gafas de pasta sin graduación de una óptica "con conciencia social", asentía. Como consultora de transparencia, su último encargo había sido para un ayuntamiento que acababa de adjudicar un contrato público a la empresa del cuñado del alcalde. "El problema", concluyó, "es la falta de formación ciudadana".
Llegaron los cafés en tazas de cerámica artesanal, producto de una cooperativa de mujeres guatemaltecas, según un cartel junto a la caja. Siete euros y medio, me repetí. El bar de toda la vida, dos portales más allá, había cerrado hacía tres meses... vendiendo el café a uno cincuenta.
Martín pasó a detallarme el nuevo protocolo contra el discurso de odio en el instituto de su mujer. "Absolutamente necesario. Los adolescentes están muy expuestos". La semana anterior, un alumno había sido expedientado por declarar en un chat que no le gustaba el reguetón. El informe citaba actitudes discriminatorias hacia expresiones culturales minoritarias. "Hay que educar en la tolerancia", prosiguió. Se había inscrito a un curso de "Comunicación no violenta" impartido por una coach que cobraba doscientos euros por sesiones de "descolonización emocional".
Un grupo de estudiantes de Sociología tomó la mesa del fondo, llegando en dos Ubers para evitar, según proclamó una de ellas, "el metro, que estaba lleno de gente rara". Venían a preparar un trabajo sobre el clasismo en la España contemporánea. La líder del grupo, con un bolso de Oxfam y zapatillas veganas de ciento ochenta euros, dirigía la sesión desde su piso heredado en Malasaña, valorado en medio millón de euros. Su tesis: "Gentrificación y desplazamiento de población vulnerable". "La gente no es consciente de sus privilegios", aleccionaba mientras sorbía un smoothie de doce euros. Su padre era socio de un bufete especializado en recalificaciones urbanísticas.
Martín cambió de tema, elogiando el colegio progresista de su hijo. "Tienen un programa antibullying excelente". El curso anterior, la única alumna gitana de la clase había sido discretamente reubicada en otro centro por dificultades de integración que "generaban conflictos". "La diversidad es fundamental", sentenció Martín, "pero los ritmos de cada niño son los ritmos de cada niño". El centro, concertado y de ideología católica-no-practicante, costaba quinientos euros mensuales. La mayoría de los padres eran votantes de izquierda y asiduos a manifestaciones por la educación pública.
La camarera, sin que se lo pidiéramos, depositó la cuenta. Había escuchado el final de nuestra charla sobre el machismo en el sector tecnológico —Martín acababa de lamentar que el 80% de los directivos de su empresa fueran hombres—. Su turno acababa; le esperaba su segundo empleo cuidando niños en un dúplex de Chamberí. Martín no dejó propina y mientras se ponía la chaqueta, observó: "A estas nuevas generaciones les falta cultura del esfuerzo". Acababa de denegar una solicitud de remuneración a su becaria, que llevaba ocho meses trabajando gratis.
Al salir, un vendedor senegalés exhibía su mercancía sobre una manta. "Vamos andando", propuso para evitar el metro, que a esa hora, según murmuró, se llenaba de gente que daba cringe. El paseo, explicó, era un acto de resistencia contra "el capitalismo salvaje del transporte".
Caminamos por una Gran Vía en obras, flanqueados por obreros, mayormente rumanos y ecuatorianos. "Es una pena la desindustrialización", comentó Martín. "La clase trabajadora siempre paga las políticas neoliberales". Nos despedimos en la puerta de su oficina, una torre de cristal donde se diseñaban estrategias de comunicación para petroquímicas que necesitaban lavar su imagen tras vertidos en el delta del Níger. En el vestíbulo, una pantalla proyectaba un bucle sobre sostenibilidad con "Imagine" de fondo.
Veo por redes sociales a influencers de la extrema derecha haciendo lo más cancelable posible por la izquierda. Angel Gaitán plantándo árboles que consumen millones de litros de agua para salvar el medio ambiente. Y claro se le echa medio internet encima para corregirle. Su publicación ya lleva más de 2 millones de visualizaciones. Pero ante los suyos es un héroe que intenta arreglar la agenda 2030 poniendo arbolitos. Adorable a los ojos de cualquier facha.
Otro diciéndo que los impuestos son un robo y se va del país por el acoso de hacienda, algo que la mayoría de la derecha tiene como conciencia. Entonces saben meter el dedo en los temas de la izquierda para movilizar a la derecha.
Se dan cuenta que la izquierda les hace de altavoz con la mayor estupidez posible y de esta manera luego se hacen las víctimas ante los suyos, que les tiran dinero en plataformas como parteon o les compran porque pobrecito lo que está sufriendo de la izquierda.
Se llama "Marketing de cancelación" y tú que te dedicas a cancelarles, a tirarles hate, lo que haces es aumentar su engagement, su alcance y su victimismo.
Así que igual habría que darle una vuelta a nuestra actividad en redes y para no financiar a esta gente con nuestra moral.
Dentro de las prácticas de clickbait, esta de La Razón (mejor no pinchar) es de las más asquerosas: pongo un titular sensacionalista, medio artículo sobre ello, para luego al final decir que es mentira y, con todo morro, advertir sobre la difusión de este tipo de noticias.
Para que no quede duda, pongo las cifras oficiales de asesinatos en Cataluña por años (353 es hasta superior a total de real de toda España):
Una reflexión para todos los que apoyan, defienden, votan, jalean, a la extrema derecha, una extrema derecha que promulga, ya sin disimulo, el fascismo:
Nunca la democracia obligó a nadie a exiliarse.
menéame