Marina lo vio por primera vez en aquella librería del centro, un martes cualquiera de septiembre. Daniel estaba hojeando un libro de Murakami, el mismo que ella había ido a buscar. Sus manos se rozaron al alcanzar el último ejemplar y fue como si mil voltios recorrieran su piel. —Quédatelo —dijo él con una sonrisa que le aceleró el pulso—. Ya lo he leído tres veces. —¿Tres veces? —Marina arqueó una ceja, sintiendo cómo sus mejillas se teñían de rosa. …