A buen seguro, muchos recordamos aquella célebre escena de Samuel L. Jackson en Django Unchained. Al ver al esclavo liberado, se pregunta quién es ese negro a caballo. Su ira aumenta a medida que el señor Candie, amo de la plantación, le da instrucciones para que lo trate con un mínimo de dignidad, como si fuera un blanco, es decir, una persona.
Estos días he vuelto a pensar en esa escena al observar las reacciones de muchos de nuestros congéneres ante la flotilla de Gaza.
Vivimos en una sociedad opulenta si la miramos con perspectiva histórica. A pesar de la precariedad laboral, la falta de perspectivas o las dificultades de acceso a la vivienda, tenemos pocas probabilidades de morir de hambre o de una enfermedad infecciosa común. Eso, que para nuestros antepasados habría sido un milagro, nos coloca entre los privilegiados. Precisamente por ello podemos conceder más valor a bienes inmateriales —la calidad humana, la dignidad—, y quizá por eso ahora nos irritan más quienes los poseen.
Tal vez sea esa la razón por la cual la existencia de la flotilla de Gaza resulte una afrenta para muchos. Habría que ser muy ingenuo para no advertir que vivimos en una plantación virtual: nosotros, los que trabajamos para vivir, los que pedimos permiso para existir, estamos claramente separados de las personas auténticas, nuestros amos, quienes deciden cómo ha de funcionar la plantación y qué hemos de pensar.
Las cosas no siempre son amables. Si el señor Candie decide despedazar con perros a uno de nosotros, el sentido común parece dictar que lo más prudente es mirar hacia otro lado. Hoy le toca a Gaza; mañana, ya veremos. Unos deciden y los demás obedecemos.
Algunos, incluso, asumen el papel moral de Stephen —el negro negrero interpretado por Jackson—, indignados porque algunos de sus iguales se creen con derecho a intervenir en el curso de la historia. Aunque sea de una forma tan inofensiva para el sistema-plantación como boicotear una competición ciclista o enviar unos veleros hacia Gaza para ser televisados mientras sus tripulantes son humillados.
“¿Quién se cree este negro, que va a caballo como un blanco? ¿Piensa que con ese gesto va a cambiar algo? ¿No conoce su lugar? La gente como él es un peligro, mi verdadero enemigo. He de hacer entrar en razón a Monsieur Candie, que está siendo demasiado blando. Tal vez no conozca a mi gente tan bien como yo.”
Quizá por eso nuestro compañero IanCutris estaba tan acertado en su artículo, y quienes comparten latigazos conmigo me obsequian con estos memes.