Quiero dedicarle estas líneas al amigo @Juvenal, que se romnpe la crisma publicando cientos de bofetadas que los medios dan a las matemáticas, acaso con la esperanza de mostrar la mierda de periodismo que tenemos, cuando en relidad muestra que los datos no sirven para convencer a nadie.
No, amigos: el dato no mata al relato. La gente aprende a hablar al año y medio y la mayoría de las personas no aprende matemáticas nunca. No se puede comparar la fuerza del dato con la del relato. No con seres humanos. No con este bicho.
Cuando una conversación, basada en el relato, se ve enfrentada a un dato, la conversación no se decide, sino que se convierte en un debate sobre el origen, procedimiento y metodología de cómo se obtuvo ese dato. Cuando alguien pide fuentes de una afirmación no es para asegurarse, es para desviar el tema y pasar a combatir la fuente, dejando de lado el tema principal, porque se siente derrotado en el tema o porque le incomoda. La fuente y el dato no deciden, ni juzgan, ni resuelven. Desvían y embrollan.
¿Cuándo habéis visto a alguien aceptar un dato ofrecido por su adversario? El dato, lo sabemos, y @Juvenal nos lo trae hasta aquí, puede haber sido creado por no sé quién con no sé qué fines, y ser tan espúreo, torticero y adulterado como el más ruin de los relatos.
La gente, insiste, entiende el relato, porque más o menos es capaz de razonar y discernir lo que se cree o no. El dato, en cuanto a constructo, tiene algo de mágico, algo de producto intelectual surgido de una caja opaca, y de ahí su prestigio entre alguna gente. Pero una vez que se ha demostrado,. y demostrado hasta el hartazgo, quye las fuentes y los datos son tan tóxicos como los relatos, la barra libre está servida. El debate no se decanta: se gira hacia la fuente de los datos, o sea, hacia algo más técnico donde ya no pueden participar todos. El imperio del dato es ese lugar de donde se puede expulsar al populacho. Por eso el populacho reacciona despreciando el dato. Y por eso estamos donde estamos: entre dos mierdas, al menos elijo la que entiendo.
El dato es tan fiable como un refrán, un eslogan o un anuncio. Y esa es nuestra tragedia.
Dato, como mucho, mata al gato. Y el gato, escaldado, huye del dato.