La Guerra Civil de los Estados Unidos I: Camino a la Secesión

Introducción

En la madrugada del 12 de abril de 1861, el recién creado Gobierno Confederado ordenó abrir fuego contra Fort Sumter, una fortaleza en un islote en la bahía de Charleston, capital de Carolina del Sur. El 13 de abril, el mayor Robert Anderson, rindió la posición, y dos días más tarde, Abraham Lincoln, decimo sexto presidente de los Estados Unidos, llamaba a filas. Durante las siguientes semanas los diferentes estados tomaron postura por uno u otro bando. La Guerra de Secesión, o Guerra Civil de los Estados Unidos, acababa de comenzar, y supondría prácticamente cuatro años de sangriento conflicto. Pero, ¿cómo se llegó a esa situación? Tradicionalmente se ha señalado que la causa principal del conflicto era la esclavitud, sin embargo, de ser así, ¿cómo es que el decreto de emancipación, que daba la libertad a los esclavos, no llegó hasta el 1 de enero de 1863, un año y nueve meses después de iniciada la contienda? ¿Fue realmente una guerra por la liberación de los negros, o por contra, la emancipación era uno de tantos puntos en los que las élites del norte y las del sur chocaban? Para averiguarlo, lo mejor es analizar el conflicto en profundidad. 

La Esclavitud en Estados Unidos 

Tras la independencia, el recién creado gobierno de los Estados Unidos siguió apoyando la esclavitud. Tenían una razón muy poderosa para hacerlo y es que en 1790, el Sur de Estados Unidos producía mil toneladas de algodón anuales, pero en 1860, setenta años más tarde, la cifra ascendía a un millón. Como consecuencia de este lucrativo negocio, la población esclava pasó de medio millón a cuatro millones en ese mismo período de tiempo. El sistema de plantaciones se extendió en el sur, lo que explica el incremento de mano de obra esclava. El hecho es que desde 1808 la importación de esclavos (que no la esclavitud) quedó ilegalizada, pese a ello, se importaron doscientos cincuenta mil esclavos antes de 1860, lo que es bastante significativo de la poca predisposición a aplicar la ley. El crecimiento de la población esclava también va vinculado a la propia reproducción de los afroamericanos. 

Estamos hablando de cuatro millones de personas a las que les habían robado su libertad y destruído sus vidas en una época en que la población de España era de 15 millones de personas. Pongo el ejemplo de España porque creo que todos tenemos en mente la población actual del país y podemos hacernos una idea de cuánto suponían cuatro millones de personas en 1860. Estados Unidos en 1860 tenía el doble, unos 31 millones (de los cuales, 4 eran esclavos). En estos cálculos no estamos teniendo en cuenta la cantidad de africanos que murieron en el viaje, o en el proceso de esclavización, ni los esclavos que existían en otras regiones del mundo. 

Tampoco la estadística puede registrar lo que suponía para una familia afroamericana ser separada por la codicia de los amos que podían vender a un marido, una esposa, un hijo o hija, etc. Ni el sufrimiento provocado por azotamientos y castigos que formaban parte de la disciplina laboral. La realidad de la esclavitud fue devastadora, especialmente para África, continente que además sufrió la colonización, cuyas cicatrices aún hoy provocan sufrimiento. Pero de este tema, el de la esclavitud, quizá mejor hablamos en otro momento de forma más profunda y extensa. Creo que con este esbozo que hemos hecho de esta terrible institución de los Estados Unidos del siglo XIX es más que suficiente para el tema que nos atañe. Aunque me gustaría, eso sí, desarrollar un poco, también muy por encima, la resistencia negra a la esclavitud. Cabe señalar, antes de continuar, que esclavitud ha existido desde que existe humanidad, pero me atreveré a afirmar que el caso estadounidense fue especialmente sangrante, quizá el más cruel proceso de esclavización. 

Los afroamericanos, por supuesto, ofrecieron resistencia. Creo que es importante señalar esto, dado que en muchas ocasiones se afirmó que la poca frecuencia de revueltas o lo poco multitudinarias de estas en Estados Unidos, comparando con las islas del Caribe o Sudamérica, demostraban que los esclavos eran felices. Pero la realidad es que existían otras formas de oposición. Herbert Gutman descubrió que cuatro de cada cinco recolectores de algodón se insubordinaron de alguna forma entre 1841 y 1842, curiosamente el porcentaje era ligeramente superior en las mujeres. Eugene Genovese, estudioso de la esclavitud, señala que se trataba de un proceso de adaptación y resistencia simultáneas por vía del sabotaje, la lentitud en el trabajo o baja productividad, el asesinato de capataces y amos, la quema de plantaciones y las fugas. Pero incluso cuando los afroamericanos se adaptaban a sus condiciones esta adaptación, señala Genovese, encubría acciones subversivas. En la década de 1850, unos mil esclavos huyeron cada año al norte de Estados Unidos, a Canadá o a México. 

Por supuesto, se dieron algunas revueltas importantes. Como la de Nat Turner en 1831 o la de Nueva Orleans de 1811. Acababan en represión militar, con ejecuciones y devolución de esclavos a sus propietarios. A veces los blancos pobres ayudaban a los esclavos, no era algo frecuente pero sucedió suficientes veces como para que se impusieran severas medidas policiales a aquellos blancos que confraternizaran con los afroamericanos. Se pagaba a gente de las clases bajas para vigilar a los esclavos y para que fueran los primeros en sufrir el odio de estos. Henry Tragle, en “La revuelta esclava de Southampton de 1831” dice que en 1831 Virginia era un estado armado y acuartelado, con una población de 1,2 millones de habitantes disponía de una milicia de 100 mil hombres en una época de paz. Aunque se dieron pocos casos, la revuelta era un miedo constante en el sur. 

Los negros intensificaron su militancia conforme el conflicto norte-sur se iba incrementando. Las diferencias habituales entre abolicionistas blancos y negros eran claras: los negros estaban más inclinados hacia la insurrección armada, sabían que la presión moral no era suficiente. Pese a todo, los blancos llevaron a cabo una labor que podemos catalogar de valiente y pionera en las tribunas de oradores, en los periódicos y colaborando con el ferrocarril subterráneo, que era un método por el que se ayudaba a escapar a los esclavos hacia el norte. Los negros se enfrentaron también al racismo inconsciente de los abolicionistas blancos. 

Como hemos dicho al inicio, un negocio tan lucrativo suponía un incentivo enorme para las élites, y por ende para el Estado central de los Estados Unidos. Como era de esperar, el gobierno nunca aceptaría que esta acabase por medio de una rebelión que pudiera poner en jaque los intereses de los propietarios. En algún momento, esto lo sabían, las clases empresariales del norte, por necesidad, requerirían su abolición. Pero esta debería plantearse con unas condiciones controladas por los blancos. Esta situación se dio durante la guerra, y Abraham Lincol fue capaz de combinar a la perfección las necesidades empresariales, la ambición del nuevo Partido Republicano y el discurso humanitario. Y todo ello teniendo en cuenta que la abolición no estaba, ni mucho menos, en la cabeza de su lista de prioridades. 

Para muestra, un botón. En 1850 se aprobó la Ley de Esclavos Fugitivos, que imponía mayores penas para aquellos que ayudaron a huir a cualquier esclavo, e implicaba la devolución de todos ellos. Para entender hasta qué punto el gobierno estaba dispuesto a defender los intereses de los esclavistas, se llegó a plantear ir a la guerra contra Inglaterra cuando los esclavos de un barco, el Creole, se amotinaron, tomaron el control de la nave y la llevaron a las Antillas Británicas. Inglaterra, pese a que Estados Unidos pidió la devolución de los esclavos, se negó. Lincoln se negó a condenar públicamente esta ley. Siendo congresista, en 1849, propuso una resolución para abolir la esclavitud en Columbia, pero incluía una sección que requería que las autoridades locales capturasen y devolvieran los esclavos que se refugiasen en Washington. Lincoln no veía a los esclavos como iguales, por lo que en su programa político, cuando hablaba de liberarlos, también mencionaba devolverlos de vuelta a África. 

Lincoln solía argumentar lúcida y pasionalmente contra la esclavitud en base a motivos morales, pero a la par, actuaba cuidadosamente en base a sus intereses políticos. Él sabía, porque había estudiado de forma sesuda la constitución, que la esclavitud no podía prohibirse constitucionalmente debido a la décima enmienda que otorgaba los poderes de los que no disfrutaba el Gobierno a los Estados. En 1858 en su campaña en Illinois, hablaba de forma distinta según los oyentes. En Chicago dijo:

“Olvidemos todas esas disputas sobre este hombre y aquel, sobre esta raza y aquella o la otra que, por ser inferiores, deben estar en una posición inferior. Olvidemos todas esas sutilezas y formemos un solo pueblo en este país, hasta que volvamos a alzarnos otra vez para declarar que todos los hombres se crearon iguales.”

Dos meses más tarde, en Charleston, Illinois, dijo: 

“He de decir que no estoy ni jamás he estado a favor de establecer en forma alguna la igualdad social y política de las razas blanca y negra; que no estoy ni jamás he estado a favor de que se conceda el voto a los negros, que puedan ser miembros de un jurado, que ocupen un cargo público o se casen con personas blancas [...]. Y, dado que no pueden vivir así, mientras permanezcan justas, deberá existir la posición superior y la posición inferior, y yo, al igual que cualquier otro hombre, estoy a favor de que la posición superior se asigne a la raza blanca”. 

Dos visiones opuestas de la Unión, el telón de fondo de la guerra

A veces sucede que el árbol nos tapa el bosque. Es posible que por descuido, o por una forma intencionada de explicar el relato histórico, se acabe confundiendo consecuencias con causas. Este resumen de la esclavitud y de la postura de Lincoln y de Estados Unidos al respecto de ella no es casual. Es habitual que se interprete que esta institución fue la causa de la guerra, y que el sacrificio de tantas personas perseguía dar un paso más en el avance hacia la justicia social. Pero la realidad es que la abolición fue más bien una consecuencia de la guerra que la propia causa. Por lo general, los motivos reales de un conflicto se encuentran en el telón de fondo, y no en el propio escenario. Las actitudes al respecto de la esclavitud por parte de Lincoln y del Norte de Estados Unidos previas a la guerra son bastante esclarecedoras, pero más tarde, cuando hablemos de la reconstrucción del sur, veremos otros indicios que nos demuestran que la situación de los afroamericanos no era la principal preocupación del norte. Pero entonces, ¿dónde se encuentran las causas de la Guerra de Secesión? Tiene mucho más que ver con el peso desigual entre las dos regiones, el desequilibrio de poder, y, sobre todo, de una concepción dispar de lo que suponía la Unión. Antes de la secesión se dieron varios enfrentamientos políticos entre el norte y el sur que no fueron fruto de la esclavitud. Aunque en el norte existía mucho más abolicionismo que en el sur, a la mayoría de los habitantes no les importaba tanto la cuestión como para hacer un sacrificio por ella, mucho menos una guerra. No hablamos, pues, del enfrentamiento entre dos pueblos, sino entre las élites del norte y del sur. 

Cabe señalar, que cuando Estados Unidos adquirió la independencia ya se daban ciertas diferencias entre los estados del norte y del sur, pero eran mucho más sutiles. Durante las siguientes décadas después de la independencia, Estados Unidos siguió su desarrollo, acompañado de una expansión hacia el oeste. Para mediados del siglo XIX, la población era, como ya hemos mencionado, de 31-32 millones de habitantes (cuatro de ellos, esclavos). Su crecimiento vegetativo superaba por cuatro a cualquier otro país gracias a una baja mortalidad y al flujo constante de inmigrantes europeos. Después de Rusia y Francia, era el tercer país más habitado de occidente, por poner perspectiva, España entonces tenía 15 millones de habitantes. Estados Unidos había desarrollado un mercado interior tan grande que permitió la especialización agraria, la estandarización y, sobre todo, dio combustible a un proceso industrializador. El téxtil y otras industrias empezaron a apostar por las factorías. Para 1850-1860 ya eran la segunda potencia en producción industrial tras el Reino Unido. Una de las razones de éste éxito era contar con una población altamente alfabetizada, cerca del 80%, algo que contrastaba con el 65% de Reino Unido y 25% del sur y este de Europa. 

El desarrollo, no obstante, no fue igual en ambas zonas del país, sino que el norte se desarrolló a un ritmo mucho más rápido. Desde 1820 las diferencias se empezaron a incrementar, la población del norte crecía más, se urbanizaba más deprisa y, sobre todo, contaba con menos esclavos. El 95% de la esclavitud vivía en el sur y representaba ⅓ de la población. El boom del algodón y el modelo de plantaciones con mano de obra esclava frenaban el proceso urbanizador del sur. Ya en la década de 1850-1860 los coetáneos resaltaban las diferencias entre norte y sur: dos sistemas económicos, capitalistas ambos; dos estilos de vida; prácticamente dos civilizaciones y dos formas de entender la nación que serían las causantes de la Guerra Civil. 

Hay historiadores que encuentran que las diferencias eran suficientes para causar la guerra civil. Pero los hay que creen que fueron los intereses comunes los que realmente llevaron al enfrentamiento. Se refieren a la expansión al oeste, algo que ambas élites buscaban. Pero, sinceramente, a parte de querer expandirse ambos hacia el oeste, no hay más intereses comunes pues aquí se encuentran de nuevo diferencias, dado que tenían visiones distintas sobre cómo debía llevarse a cabo esa expansión. La élite empresarial norteña deseaba una expansión económica basada en los principios de tierra libre, mano de obra libre, mercado libre y aranceles proteccionistas para los fabricantes junto a la creación de un banco de los Estados Unidos. Los intereses de las élites sudistas, no obstante, eran opuestos completamente a estos preceptos.

Cuando hablamos de la expansión territorial nos referimos a la infame Conquista del Oeste. Algún día hablaré de ella y de lo que supuso para los pueblos nativos, sometidos a un proceso de colonización de poblamiento. Pero hoy nos enfocaremos en la percepción que tenían los estadounidenses. Antes de la guerra con México, el escritor de Nueva Inglaterra Ralph Waldo Emerson dijo: “México nos envenenará”. No se refería, evidentemente, a que México fuera a emprender una acción contra Estados Unidos, sino todo lo contrario. Estados Unidos se disponía a invadir México con el objetivo de arrebatarle parte de su territorio, concretamente un 60%, y Ralph Waldo Emerson creía que esa conquista, a largo plazo, supondría un veneno para la sociedad norteamericana. Y no era el único, por poner otro ejemplo, John C. Calhoun, un político de Carolina del Sur y defensor acérrimo de los derechos de cada estado frente al gobierno central, también expresó una postura similar.

No hablaban por hablar, en 1803, la compra de Louisiana ya había supuesto abrir el melón del modelo de expansión: es decir el debate giraba en torno a si los territorios adquiridos serían esclavistas o seguirán el modelo nordista. El acuerdo de Missouri de 1820 estableció un equilibrio al aceptar Maine como Estado Libre (así llamaremos al modelo nordista, aunque es matizable, claro está), y Louisiana como estado esclavista. Esto se mantuvo con Arkansas como esclavista en 1835 e Iowa como libre en 1846. Pero los inmensos territorios adquiridos a México en la guerra de 1846 a 1848 no hicieron más que volver a poner de manifiesto este conflicto. 

De la Guerra de México se podría hablar largo y tendido, y es un buen ejemplo de la manera de gestionar las relaciones exteriores que ha tenido Estados Unidos. Sin embargo, para el tema que nos atañe, quedémonos con que dos terceras partes de los voluntarios que combatieron eran sudistas, y que la gente en Nueva Inglaterra se oponía abiertamente al conflicto. Entre las élites nordistas se consideraba el conflicto como un complot de las élites sudistas. El 8 de agosto de 1846, los congresistas demócratas y whigs del Norte aprobaron la Enmienda Wilmot, que establecía que cualquier territorio ganado a México no podría ser esclavista. Fue aprobada por la Cámara de los Representantes, pero no por el Senado, dominado por el sur (que contaba con 15 estados frente a 14 del norte). En el norte creían que el Congreso tenía poder para prohibir la esclavitud en esos territorios y en el sur creían lo opuesto, las respuestas agresivas entre ambos bandos pusieron en duda la autoridad del propio Congreso. 

John C. Calhoun, ex vicepresidente de los Estados Unidos con los presidentes John Quincy Adams, y Andrew Jackson; siendo senador en los últimos años de su vida (era sureño, por cierto), defendió que los territorios adquiridos eran propiedad de todos los estados y que, por tanto, los ciudadanos podrían viajar a ellos llevando a su propiedad consigo. Los esclavos, recordemos, eran propiedades, así que estaban incluidos. Él estimaba que el congreso no tenía autoridad constitucional para aprobar la Enmienda Wilmot y defendió que el norte estaba avasallando al sur, situación que de prolongarse, les obligaría a secesionarse. No había terminado la guerra con México todavía, pero Norte y Sur ya estaban enfrentados en dos ideologías políticas expansionistas excluyentes. 

El norte, como ya hemos comentado, basaba su ideología en las máximas de tierra libre, trabajo libre y hombres libres, dentro de este pensamiento, el trabajo asalariado se consideraba opuesto y superior al esclavo y permitía la igualdad de oportunidades y movilidad social. El sur, sin embargo, estaba dominado por el conservadurismo sudista, era hegemónico, e ideológicamente trataba de conciliar la extensión del modelo parlamentarista, que estaba teniendo lugar en Estados Unidos, con el motor de su crecimiento económico, que era la esclavitud. El presidente Polk era partidario de extender el modelo de Missouri. Sin embargo, se pusieron sobre la mesa propuestas distintas como la de los senadores Lewis Cass, de Michigan, y Stephen Douglas, de Illinois, que plantearon que fuera la soberanía popular de los ciudadanos de cada territorio adquirido la que decidiera el modelo de expansión que tendría el susodicho. La propuesta era un poco ambigua, Norte y Sur la interpretaron de forma distinta, y, además, rompía con la tendencia previa en la que el Congreso había estado decidiendo por los territorios. 

En 1848 Zachary Taylor, héroe de la Guerra de México, ganó las elecciones, con el apoyo de ocho estados sudistas, presentándose por el partido Whig. La expansión era el debate que dominaba el Congreso, y en 1849 se recrudeció cuando California entró como Estado Libre y los mormones de Salt Lake City y los colonos de Nuevo México aspiraban a lo mismo. Taylor había animado a los colonos de California y Nuevo México a redactar sus constituciones para entrar como Estados Libres en la Unión, de forma rápida y sin pasar por el proceso de establecer un gobierno territorial, pues se oponía a la extensión de la esclavitud. El Sur se sintió traicionado, ellos habían puesto muchos más voluntarios sobre el terreno. En Nashville, Tennessee, se reunieron en Junio de 1850 para buscar formas de resistencia a esta agresión del norte y se habló abiertamente de secesión. 

El compromiso de 1850

Taylor no quería hacer ninguna concesión, pero algunos políticos del medio oeste y de la frontera buscaron la conciliación, como por ejemplo Henry Clay y sus ocho propuestas al Senado. Fueron meses de intensos debates. La repentina muerte de Taylor, dio con Millard Fillmore en la presidencia, mucho más moderado y cauteloso, y permitió un acuerdo en septiembre de 1850 parecido a la propuesta de Clay. Se incorporó California como Estado Libre, se ajustó la frontera de Nuevo México y Texas compensando a la última por la pérdidas territoriales asumiendo los 10 millones de deuda que habían adquirido durante la guerra. Permitieron que en los territorios se decidiese por soberanía popular si serían libres o esclavistas. La realidad es que el norte obtenía ventaja con este acuerdo, y aunque no parecía muy estable, era una prueba fehaciente de que la mayoría seguía viendo ventajas en la unión. Pero sí hubo una concesión real al sur: el endurecimiento de la ley de esclavos fugados que implicaba responsabilidad federal en hacerla cumplir y multas de hasta 1.000 dólares para los agentes que se negasen a aplicarla. La ley federal que autorizaba a los propietarios a cruzar las fronteras para capturar a sus esclavos huidos y probar, ante un magistrado local, que eran de su propiedad. No había protección de Habeas Corpus al esclavo, ni derecho a juicio con jurado, ni testificación a favor del esclavo. 

Algunos Estados del Norte, los más comprometidos con el abolicionismo, promulgaron, en respuesta, leyes de Libertad Personal. Estas proporcionaban derecho a Habeas Corpus, a testificar y a juicio con jurado; constituyeron, además, Comités de Vigilancia que cooperaban con el Underground Railroad, o Ferrocarril Subterráneo, una red clandestina que ayudaba a los esclavos que huían a llegar a Estados Libres o a Canadá. Pese a la encomiable labor de esta organización, la verdad es que los estados sudistas exageraron su envergadura, especialmente los del sur más profundo que fueron, precisamente, los menos afectados. El norte tampoco ayudó a reducir la leyenda, dado que allí se mitificó como una forma de posicionarse en una situación de superioridad moral. 

Hubo otras formas de resistencia a la Ley de Fugitivos. Los cuáqueros de Cristiana, Pensilvania, por ejemplo. Hubo que utilizar el ejército con ellos. La novela de Harriet Beecher Stowe, llamada “La Cabaña del Tío Tom”, es un buen medidor del impacto moral que tuvo esta ley en el norte. En ella se narran las vicisitudes de una familia esclava que huye a Canadá, a la par que las de un pobre esclavo llamado Tom que, perdón por el spoiler, muere torturado en el sur. Sin publicidad alguna, vendió tres mil ejemplares el primer día, veinte mil las primeras tres semanas, tres cientos mil al año y traducido a tres lenguas vendió varios millones en el mundo. Ganó a muchos nordistas para la causa del abolicionismo. 

En 1852 hubo elecciones. Francis Pierce, candidato demócrata, ganó por abrumadora mayoría y obtuvo el control de ambas cámaras en un momento en el que el partido whig había perdido a sus principales líderes y estaba dividido. Podemos decir que estaba herido de muerte, pues acabó por desaparecer al poco tiempo. De manera que sin oposición, Pierce se lanzó a expandir la esclavitud y reforzar el poder sudista. Intentó adquirir Cuba y más territorios de México con el fin de establecer un imperio esclavista, aunque no logró ninguno de los dos objetivos. Pero lo que sí alcanzó a hacer fue endurecer aún más la ley de Esclavos Fugitivos, y esto radicalizó un poco más al norte. 

Pero me gustaría incidir mucho en que esta radicalización siguió sin ser suficiente como para que el norte considerase ir a la guerra para lograr la abolición de la esclavitud. Como muestra de ello, en Marzo de 1861, en su discurso inaugural, Lincoln dijo: 

“No tengo intención de interferir, directa o indirectamente, en la institución de la esclavitud en los estados en los que existe”. 

Muchas veces los políticos lanzan proclamas un poco al aire con el fin de apaciguar los conflictos, sin embargo, si nos adelantamos un poco a los acontecimientos, podemos comprobar que iba bastante en serio con esto. Cuatro meses después del discurso inaugural, John C. Frémont, general nordista, declaró la ley marcial en Misuri y aseguró que liberaría a los esclavos de los propietarios que combatieran contra Estados Unidos, pero Lincoln revocó esa orden para no perder la lealtad de Maryland, Kentucky, Delaware y el mismo Misuri. 

Camino a la Secesión

La situación política se erosionó como consecuencia de lo que se ha convenido en llamar “La Crisis del Segundo Sistema de Partidos”, que básicamente consiste en el hundimiento del partido Whig, lo que otorgó mucho poder al partido demócrata en las elecciones de 1852. Pero la situación será completamente distinta en 1860, con un nuevo partido, el Republicano. Los orígenes del Partido Republicano se encuentran en la organización del último territorio pendiente adquirido en la compra de Louisiana, hablamos de Nebraska.

Algunos políticos del norte tenían interés en organizarlo para construir un ferrocarril transcontinental a través del mismo. A los sudistas, a priori, les daba igual porque, según el acuerdo de Misuri, Nebraska quedaba fuera de la zona esclavista. Pero ellos eran partidarios de una ruta por el sur para el transcontinental. En 1854, William A. Richardson y Stephen A. Douglas, dos políticos demócratas de Illinois con intereses económicos en esta expansión, elaboraron una Propuesta de Ley con el fin de ordenar el territorio. Esta se llamaba Ley Kansas-Nebraska, y con el fin de implicar al sur y atraerlo en su propuesta, anulaba lo dispuesto en el Compromiso de Misuri proponiendo la soberanía popular como método de elección del modelo de estado. 

No cabe la menor duda de que, en el norte, esto no gustó. Pero recordemos, estamos en 1854, los demócratas han arrasado y el partido whig está fragmentado y descabezado. ¿Cómo podía el norte oponerse? Pues empezaron a organizarse mediante coaliciones electorales que se oponían a la ley en cuestión y que, en muchos casos, tomaron el nombre de “republicanos”. Paralelamente a la aparición de los republicanos en el medio oeste, en el este surgieron los nativistas. Coincidían en muchos puntos con los republicanos, pero a estos les preocupaba mucho la inmigración, mientras que los republicanos consideraban esencial un flujo abundante de migrantes para seguir colonizando el oeste. De las coaliciones republicanas, destacó especialmente la del Estado de Illinois, dónde Stephen Douglas, uno de los redactores de la ley, se enfrentó en intensos debates con un prometedor político del partido Whig: Abraham Lincoln. Ape para los amigos. 

Lincoln, como todo gran político, es un hombre lleno de luces y de sombras. Un hombre del momento. El mérito de Lincoln no es el de proporcionar unas líneas ideológicas concretas, sino el de ser capaz de organizar y aunar esfuerzos entre las diferentes coaliciones que surgieron para sustituir al partido Whig y que, en ciertos aspectos, eran muy dispares. Él había nacido en una granja, en una familia de agricultores, había pasado por múltiples empleos, incluyendo la milicia, y logró convertirse en abogado y luego se casó con la hija de un propietario de esclavos de Kentucky. Para 1854, llevaba ya 20 años en la política por el partido Whig y había destacado en la Cámara de Representantes por su oposición a la guerra contra México. 

Los puntos que Lincoln defendió durante su campaña contra Stephen Douglas acabarían por convertirse en el programa del Partido Republicano, con el que llegaría a presidente seis años después. Lincoln defendió que los Padres Fundadores toleraron la esclavitud temporalmente, pero se oponían, lo que explicaba las legislaciones contra su expansión en la Ordenanza del Noroeste de 1787, o la abolición del tráfico de esclavos de 1807. La constitución, defendía Lincoln, protegía la esclavitud allá dónde existía, pero no su extensión y, por tanto, un gobierno nacional tenía el derecho y el deber de evitar la ampliación de la misma. 

En Nebraska los colonos de los estados libres fundaron un estado libre, y en Kansas los colonos pro estado libre, y los pro esclavistas competían. Llegaron a las armas. En Nueva Inglaterra se creó la Sociedad de Ayuda al Emigrante en 1854 para ayudar a colonizar Kansas con partidarios de un estado libre, en Missouri se fundó la Asociación de Defensa del Municipio con el propósito opuesto. Cientos de proesclavistas entraron en Kansas a elegir la primera Legislatura para decidir sobre la esclavitud, en Lecompton, en junio de 1855. Como respuesta, los antiesclavistas formaron su propio gobierno y Legislatura en Topeka, con una constitución opuesta. Los republicanos controlaban la Cámara de los representantes y los demócratas el Senado, así que no se logró aprobar ninguna de las dos. Como consecuencia, los proesclavistas atacaron Lawrence, centro de las fuerzas pro estado libre. John Brown, padre de 20 hijos que creía que tenía la misión divina de combatir a los esclavistas, respondió al ataque con la masacre de Pottowotomie Creek. Los periodistas del norte lo convirtieron en un héroe y comenzaron a hablar de “Guerra Civil en Kansas”. 

En las elecciones de 1856 los republicanos se presentaron bajo el lema “free soil, free labor, free men”, tierra libre, trabajo libre, hombres libres. El candidato era John C. Frémont, nacido y criado en el sur, explorador y considerado “Conquistador de California”, y con poca experiencia política. Los demócratas escogieron un nordista aceptable: James Buchanan. En el norte se implantó el partido republicano con fuerza, pero el sur logró imponerse pese a perder los votos de Maryland, ya que lograron los de New Jersey, Indiana, Illinois y California. Buchanan tenía que resolver la situación de Kansas para que la hegemonía demócrata no se perdiera. Él ya veía bien que los ciudadanos de Kansas (los kansinos) decidieran ser un Estado Libre si mantenían su voto al partido demócrata, pero tras dos elecciones fraudulentas, los proesclavistas lograron dominar la Convención y establecer una constitución que declaraba inviolable la esclavitud. Buchanan se calló. 

Pese a todo, en 1858, en las elecciones de Kansas, volvieron a ganar los partidario de un Estado Libre, y éste acabó entrando en la unión sin esclavitud en 1861, ya comenzada la guerra. Esto se debió a que en 1858 el partido demócrata ya se había dividido lo que permitió a los republicanos ganar las elecciones al Congreso ese mismo año. En esa campaña, precisamente, nació el liderazgo de Lincoln, que paradójicamente perdió en Illinois, su estado. Pero una cosa quedó clara: ganando el norte, los republicanos podían hacerse con la presidencia. Esto alarmó a los sudistas, y, sumado a una nueva incursión de John Brown (que esta vez le costó la vida), empezaron a aumentar sus temores. Las dos cámaras estaban divididas territorialmente, y los congresistas no solo se insultaban (entre los del norte y los del sur), también iban armados. 

En 1860 Lincoln fue elegido presidente. Fue el primer presidente elegido sin la colaboración del sur, lo que supuso un duro golpe para las élites sudistas y evidenciaba hasta qué punto el sur había perdido relevancia. El programa de Lincoln tampoco ayudaba, dado que estaba basado en exclusiva en los intereses del Norte y el Oeste: elevación de aranceles, reparto de tierras en el Oeste y oposición a extender la esclavitud allí. Aunque no mencionaba nada de abolirla allá dónde ya existía. Pese a todo, el sur seguía controlando más de un tercio del colegio electoral, y el siguiente presidente podría haber dado la vuelta a la situación. La constitución, con su sistema de balances y pesos, limitaba el poder de acción de Lincoln. Por lo tanto, la secesión sólo puede explicarse como un reflejo de su convicción de que no tenían obligación alguna de aceptar la derrota. En el norte existía la convicción de que la nación era única e indivisible, pero en el sur, como ya hemos comentado, creían lo opuesto. Veían la unión como un pacto que se mantendría mientras conviniera a los intereses individuales de cada estado. 

FUENTES

Fundamentalmente me he basado en tres manuales de historia de los Estados Unidos:

  • Adams, Willi Paul; Los Estados Unidos de América.
  • Bosch, Aurora; Historia de los Estados Unidos. 
  • Zinn, Howard; La Otra Historia de los Estados Unidos.

También he consultado algunos artículos académicos como:

  • Fuller, Howard J.; Astride Two Worlds, Technology and The American Civil War.
  • Vauché, Yohann; La Guerre de Sécession, une question de libertés. 

Y algún otro que no he localizado a la hora de elaborar este listado, así como un par de los que no saqué nada provechoso (demasiado enfocados en algo muy específico).

Pronto subiré la segunda parte, titulada: La Guerra Civil de los Estados Unidos II: El nacimiento de una nación.