Nos cuentan que vivimos en una democracia. Que tenemos voz, que tenemos voto, que la política está para servirnos a todos. ¡Sí, claro! En este país hay democracia, pero para los de arriba. Para los que ya tienen el poder, los que se reparten el pastel entre ellos mientras a nosotros nos dejan las migas. ¿Y nosotros? Ah, nosotros tenemos que seguir trabajando más para tener menos, claro.Las Elites: esa casta que sabe lo que nos conviene
¿Sabes cuántos políticos salen de la “casa del pueblo” para entrar en la “casa de la élite”? Demasiados, y avanzan con la misma rapidez que el recibo de la luz. Si los políticos de este país de verdad estuvieran con el pueblo, se preocuparían por las pensiones, por la educación, por la sanidad. Pero no, ellos prefieren gastarse el dinero público en fiestas, coches de lujo y dietas exageradas mientras tú no puedes ni llenar el carro de la compra sin pedir un préstamo.
Ahora nos dicen que suben los impuestos “para el bienestar de todos”. Claro, pero el bienestar de todos siempre termina siendo el bienestar de los de siempre: políticos, grandes empresarios y un par de amigos que comiendo mariscadas mientras el resto tenemos que conformarnos con el pan duro. ¿Redistribución de la riqueza? ¡No, redistribución de las migas!
La crisis es solo para los pueblos, no para las caras bonitas
Nos dicen que hay que apretarse el cinturón, que ahora “no es tiempo de lujos”. Pero esos lujos no incluyen a la élite. Ellos siguen viajando en primera clase mientras nosotros viajamos en cola del tren de la crisis. Si vas a un hospital, esperas horas para ser atendido, pero si eres un político, la sanidad te atiende en menos de 10 minutos. Si tú te quedas sin trabajo, ¡a esperar meses por la ayuda! Pero ellos, los que se sirven de nuestro sudor, no tienen ese problema. Para ellos, las cosas siempre están resueltas, aunque sean ellos los que nos las roban.
¿Y qué hacemos con esta democracia, si no es para nosotros?
Aquí hay un problema claro: el sistema no está hecho para el pueblo, sino para que unos pocos puedan seguir con sus privilegios. Nos dicen que tenemos derechos, pero solo tenemos los derechos que ellos deciden. ¿Derecho a un salario digno? ¿Derecho a una educación de calidad? Ah, bueno, ese es otro tema. Hay “derechos” que solo los ricos pueden permitirse.
Pero lo peor de todo es que nos venden todo como si fuera para nosotros, pero en realidad todo está diseñado para que unos pocos salgan ganando y los demás sigamos callados, esperando nuestra oportunidad de ganar la lotería.
¿No lo ves? Tranquilo. Te lo diré muy clarito
Ya está bien. No es solo gritar “abajo los ricos”, sino entender que el poder está en las manos de unos pocos, que lo único que hacen con el dinero que le quitan a los trabajadores es mantener un sistema que los beneficia a ellos y a nadie más. Los de arriba nos cuentan que todo está “en orden”, que la democracia funciona, pero la realidad es que nos están vendiendo una mentira.
Si realmente el Estado estuviera para el pueblo, los políticos dejarían de ser ricos a costa de los impuestos, y empezarían a repartir ese dinero entre los que realmente lo necesitamos. Si realmente tuviéramos una democracia de verdad, no solo los ricos, sino también los trabajadores, los jubilados y todos los que forman esta sociedad tendríamos la oportunidad de decidir qué hacer con nuestro futuro. Pero eso no es lo que pasa, y lo sabemos.
Así que la próxima vez que escuches a un político diciendo que está trabajando para ti, recuerda que los trabajos duros los haces tú, y las riquezas se las quedan ellos. Y si eso no te suena a injusticia, quizás sea porque aún no has despertado.