La elección de qué producto cultural se emite, la elección de las series que se producen y se distribuyen no es ideológicamente neutral. Por ejemplo, como usuario habitual de Netflix me es fácil percibir el sesgo pro-israelí de esta plataforma en las producciones presentes en su catálogo, sin excepciones, siempre que se acercan (aún de costado) al conflicto árabe-israelí.
Desde las laudatorias del servicio secreto israelí como “El espía” a que presentan las acciones de las unidades especiales de su ejército en territorio palestino, como en “Fauda”.
Otro ejemplo. Esta semana, TVE vuelve a emitir en horario de sobremesa la serie británica “Downtown Abbey”, después de que nos haya ofrecido durante las semanas precedentes “Victoria” serie laudatoria sobre esta monarca británica del siglo XIX. Para quienes no conozcan la primera serie, trata de la vida y milagros de una familia de la clase alta británica y de sus criados, en un tono amable y costumbrista. La posición de mando de unos y de subordinación de los otros, por supuesto, no se cuestiona apenas. Estas series británicas que emite la televisión pública se caracterizan por su indisimulada fascinación ante las viejas estructuras de clases de la sociedad británica, situadadas en una época histórica en el que estas fronteras de clase eran casi impenetrables. ¿es esta elección casual? ¿es que quien esto escribe es un individuo demasiado susceptible?
Quizá, pero ¿por qué no emite la televisión pública series con un contenido menos complaciente , menos reaccionario, más variado?
Series contemporáneas da alta calidad las hay, y son abundantes, excelentes, como la sueca “El Restaurante”, (Filmin) drama familiar donde se puede ver la mejora de la vida de los trabajadores suecos desde los años 50, y sus luchas y sus acuerdos con empresarios y gobiernos, y la aparición de la lucha de las mujeres o de los homosexuales, o la serie noruega “Furia” (HBO), enmarcada en la expansión del terrorismo de ultraderecha en Europa, o la maravillosa serie italiana “La amiga estupenda” (HBO) sobre las novelas de la escritora de éxito Elena Ferrante, donde la dramatización de la amistad de dos mujeres se realiza sobre el telón de fondo de las desigualdades, la pobreza y las lucha por mejorar las condiciones de vida en la sociedad italiana. Estas series no son más caras que las que se emiten habitualmente en las televisiones.
¿Estas series (la mayoría europeas) diferentes no interesan? ¿O no interesan a quienes deciden qué emitir en la televisión pública? ¿es este sesgo conservador en la elección de lo que se emite casual, fruto del azar, o es una decisión consciente de quienes dirigen nuestros medios de comunicación televisual?
Por que quien crea que no hay una guerra cultural entre derecha e izquierda desde hace años que se extiende a todos los productos y todos los medios se equivoca. La derecha de este país pelea la guerra cultural en cada medio, en cada posición. Cada periódico es una fortaleza conquistada, cada televisión una línea de trincheras tomada. y cada producto que emite esa televisión un fortín a tomar.
Así, la derecha sociológica se ha hecho con la mayoría de las TV privadas y de los periódicos de papel. Y la izquierda retrocede posiciones constantemente porque es incapaz de darse cuenta de que este combate se lucha en todos los terrenos, sin excepciones, incluso en algunos tan aparentemente “ inocentes” como las series de televisión.
Comentarios
Los programadores "juegan" muchas veces incluso con los títulos a ofrecer, dependiendo de las corrientes que haya esa semana, ese mes o incluso ese día. Incluso aunque el contenido no sea ni de un color ni de otro.
Hoy (18-3), sin ir más lejos: "El equipo A"... "Nadie puede vencerme"... "Las pistolas cantaron la muerte"... "Venganza ciega"..."La legión invencible"..."Capitanes de abril"..."La corresponsal"... y etc., etc.
El sesgo es innegable. Más allá del contenido, la forma en la que consumimos también importa, creo yo.
La huella ecológica de una serie de HBO, Netflix o la FOX es la misma, con independencia del perfil ideológico de su contenido.
Y lo digo usando un ordenador para escribir esto.
¿Hay espacio para vivir de otra forma? ¿Tenemos los medios para hacerlo?
En estos tiempos, malos para la lírica, la mayoría social parece preferir la guerra a tener que volver a llamar desde las desaparecidas cabinas de teléfono.