La intensificación de la agricultura en la zona y la aparición del regadío han convertido el Parque de Doñana en una zona de sacrificio. Doñana se reseca y se exporta en forma de fresas, mientras las jornaleras que trabajan en el sector se organizan y denuncian, a la vez, sus inaceptables condiciones laborales y la forma salvaje en la que se esquilma el territorio.