Hace 3 años | Por doctoragridulce a jotdown.es
Publicado hace 3 años por doctoragridulce a jotdown.es

7 de enero de 2001. Acuciado por las deudas, Homer J. Simpson aceptaba participar en un conjunto de ensayos clínicos que, por pura serendipia, lo llevaban a descubrir que la causa de su estupidez supina era un lápiz de cera incrustado en el lóbulo frontal de su cerebro. De golpe, todo cobraba sentido. Tras extraérselo, nuestro antihéroe se convertía en una persona educada, calmada y extremadamente culta, pero la infelicidad asociada a no ser un completo ignorante lo llevó a pedirle a Moe que devolviera el lápiz a su sitio.