Según un reciente estudio de Cerebral Cortex, las variantes genéticas que afinaron las capacidades cognitivas de nuestra especie también pudieron aumentar la propensión a sufrir TDAH, ansiedad o depresión. Los investigadores proponen que, a medida que el cerebro se volvió más complejo y flexible, también aumentó su susceptibilidad a la desregulación emocional. La evolución, en cierto modo, habría intercambiado estabilidad por creatividad.
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