Desde el principio de los tiempos en esta esfera han existido especulaciones sobre la existencia de un grupo interno de conocedores, seres iluminados de compasión y sabiduría que trabajaron tras bambalinas para guiar y proteger a la humanidad. La memoria subconsciente de esos grandes Maestros existe en lo más profundo de cada persona, en forma de recuerdos breves de un tiempo muy distante. Ellos han sido conocidos por muchos nombres en las diferentes tradiciones del mundo, tales como la Hermandad Blanca, los Maestros de Sabiduría, la Jerarquía Espiritual y la Sociedad de Mentes Iluminadas pero, sobre todo, como los Altos Sacerdotes de la Orden de Melchizedek o los Maestros de la Sabiduría Antigua. En cualquier caso, siempre fueron considerados como sabios filósofos que orientaban sobre las peculiaridades de este mundo -que habían contribuido a crear- a las primeras colonias de humanos del espacio que se asentaron en la esfera en un tiempo distante y olvidado. Siempre actúan en grupos de 12.
De acuerdo con las enseñanzas de la Sabiduría Antigua, estos Maestros no sólo fueron y son materia del mito y la leyenda, sino seres vivos, “personas de bien”, que por miles de años han asegurado y protegido a la humanidad, desde la santidad de sus retiros espirituales. Ellos han sido quienes han inspirado tantas ideas creativas y avanzadas de artistas y pensadores en todo el mundo. De tiempo en tiempo, los miembros de esta Jerarquía han aparecido sobre la esfera, particularmente en los comienzos de una nueva era o durante tiempos de crisis. Estamos ahora en el medio de uno de esos procesos, con la diferencia de que esta externalización no será un evento aislado, sino uno en el que los Maestros avanzarán en varias líneas de trabajo para reorientar juntos el sentido de la vida en el planeta. Muchas personas activas del mundo forman parte de este esfuerzo grupal, incluso aunque no tengan conciencia de su afiliación. La responsabilidad de la humanidad es la de ayudar a preparar las condiciones planetarias, de manera que los miembros más avanzados de este grupo interno –los Maestros de la Sabiduría Antigua- puedan finalmente aparecer a cara descubierta en escena.
Este grupo interno de trabajadores incluye personas de cualquier fe (o no fe), nacionalidad y raza. Se encuentran activos en muchas áreas de la vida humana –la política, los derechos humanos, la religión, la espiritualidad, la educación, las finanzas, el trabajo humanitario, la educación, el arte, la música, la ciencia, el trabajo y las relaciones raciales- para crear una atmósfera en la cual puedan florecer la buena voluntad y las buenas relaciones humanas. Existen tres requisitos principales que deben ser ampliamente controlados por la humanidad antes de que los Maestros puedan comenzar su trabajo abiertamente en el plano físico: i) El principio de compartir debe estar en camino de controlar los asuntos humanos; ii) Los grupos políticos y religiosos en todo el mundo deben comenzar a librarse de la intolerancia y el fanatismo y iii) Debe estar en marcha el establecimiento de algún grado de paz mundial. Ninguno de estos requisitos está fuera de la habilidad de la humanidad para lograrlo en las próximas décadas y ya se han realizado muchos avances en esas tres líneas de trabajo. El éxito depende, en gran medida de generar conciencia en la opinión pública. Ésta nunca ha sido movilizada hacia la buena voluntad, pero se está llegando al tiempo en que esto sea posible. El primer paso en el proceso de externalización ha comenzado bajo el ímpetu de los conocidos por las enseñanzas de la sabiduría eterna como los “destructores”. A este grupo, se le ha dado la difícil tarea de destruir las estructuras antiguas y cristalizadas del pasado, con el fin de permitir el flujo de nuevas formas para la manifestación. La destrucción es siempre un aspecto esencial de cualquier actividad espiritual, ya que despeja la vía para que los “constructores” comiencen su trabajo. Los destructores trabajan bajo la influencia de la energía del rayo divino de la voluntad y el poder. Su tarea es difícil, porque ellos están del lado de lo nuevo y, en consecuencia, su trabajo frecuentemente causa controversia.
Sin embargo, ya se ha alcanzado el punto en la evolución planetaria en que su trabajo está casi completo y ahora es tiempo de que los constructores hagan el suyo. Ellos son los trabajadores que traen nuevas formas y energías. Su trabajo es apoyado por la energía de la luz, pero también de la poderosa influencia de la maya ionosférica que entra en manifestación en este período: la energía del último efluvio de la magia y el orden ceremonial. Es a través de esta confluencia energética que se creará la nueva civilización mundial basada en valores espirituales en el más amplio sentido del término. Los constructores son los responsables de sentar las bases de la nueva era. Mientras que los destructores trabajan principalmente solos, los constructores han evolucionado hacia nuevas formas de trabajo: un modelo más centrado en lo grupal y orgánico en su estructura. Ellos rompen con el autoritarismo confinante del pasado y pavimentan el camino para un nuevo nivel de creatividad, que cambiará completamente todos los aspectos de la vida en el planeta.
Dentro de las próximas décadas, surgirá un tercer estado de la externalización, cuando los Maestros, quienes han trabajado fundamentalmente con un bajo perfil, comiencen a moverse hacia el mundo externo. El período presente, sin embargo, es de preparación intensa por parte de la humanidad con el fin de “preparar el terreno” para los próximos grandes eventos. Y en esta cadena jerárquica que nunca termina, los mismos Maestros trabajan para preparar el camino de aquel que ellos siguen: el Instructor Mundial. Desafortunadamente, hay una gran cantidad de desconocimiento y desinformación con relación a los Maestros. Es importante, en consecuencia, presentar una visión más realista de ellos y del trabajo que realizan. Los Maestros difieren de la presentación que han realizado numerosos grupos espirituales y religiosos en el mundo. Ellos no encabezan esos grupos ni dirigen ningún ashram en el plano físico de comunidades espirituales o grupos esotéricos tan ampliamente diseminados en el mundo hoy en día. Los instructores espirituales de esos grupos son frecuentemente personas bien intencionadas, pero que, sin duda, son pálidos reflejos de los Maestros de la Sabiduría Antigua. Algunas veces, dichos instructores distorsionan de hecho el mensaje de los Maestros y el trabajo que vendrán a realizar con afirmaciones y supuestos contactos con ellos. Esos contactos son las así llamadas “canalizaciones”, que sitúan a todo el tema en el descrédito total.
Los Maestros de la Sabiduría Antigua no parecerán como sacados de otra época. No se presentarán a sí mismos como gurúes o sabios ofreciendo bendiciones, vestidos con ropajes ceremoniales u ofreciendo frases clichés para las masas ingenuas; más bien, vendrán como personas contemporáneas, extremadamente poderosas en el trabajo que realicen, poseyendo capacidades extraordinarias de liderazgo y encontrándose en niveles de conciencia inimaginables para la humanidad. Pueden ser comparados, en cierto sentido, con generales de un poderoso “ejército”, sólo que ese ejército no está dedicado a las maquinaciones de la guerra, sino a la implementación de un plan de amor y luz para el planeta. Suelen ser muy multifacéticos, líderes, profesionales y efectivos en muchos campos, capaces de implementar grandes cambios de naturaleza positiva. No necesitan ser proclamados y no se denominan a sí mismos Maestros o algo similar. Son conocidos y admirados por los cambios que implementan con la cooperación de la humanidad para transferir el poder desde aquellos que trabajan en las líneas del materialismo, del egoísmo y de la codicia en el planeta hacia las manos de las personas orientadas al bien. De esta manera, constituyen la nueva base del poder y la voz dominante en el mundo. Están fuertemente identificados con la humanidad y sus problemas; sin embargo, no vienen a “salvar” a nadie, como muchas personas parecen pensar. Tampoco se está “a salvo” al reconocerlos; en lugar de ello, trabajan en conjunto con la humanidad para contrarrestar las condiciones negativas del planeta, hasta ahora, exitosas en retrasar el avance de la humanidad.
Los Maestros no llegan al escenario mundial de manera espectacular, mediante algún tipo de proclamación mundial que fuerce a hombres y mujeres a reconocerlos en todas partes. Eso sólo provoca ridiculez y suspicacia. Su aparición, por el contrario, es natural, un proceso gradual como se viene desarrollando hasta ahora y continuará en las próximas décadas, a través del trabajo que están realizando muchas personas en diversos campos. A pesar de los muchos desafíos que su reaparición conlleva, los Maestros están comprometidos con su trabajo. Seguramente la perspectiva de entrar en este mundo, con sus distorsiones masivas en la forma de vivir y de pensar y lo tosco de sus vibraciones, genera poca alegría en ellos. Sin embargo, son personas fuertes y pragmáticas, preparadas para resistir las tremendas presiones que surgen esporádicamente. Además, está claro que ninguna preparación o planificación es suficiente para llegar con su mensaje a ciertos tipos de personas. La aceptación universal de quiénes son y cómo son los Maestros nunca ha sido una meta por la cual se hayan esforzado mucho ni tampoco esperan que todas las personas concuerden al respecto.
Muchos seres humanos no tienen los ojos para ver y sufren del estado de conciencia en el cual la mente es “el destructor de lo Real”. En esos casos, el intelecto bloquea la luz de la verdad y poco se puede hacer para llegar a ese tipo de personas. Los Maestros de la Sabiduría Antigua que vienen, comprenden bien el peso de la ignorancia y la arrogancia humana inherente al actual estado de evolución y están preparados para las condiciones tal y como existen en el mundo de hoy. Por el contrario, los Maestros consideran que el egoísmo y la ignorancia humana son una pesada carga que soportar. Aun así, a pesar de todo, se han comprometido a sí mismos a retornar a este mundo de sufrimiento, de falta de comprensión y de falsos valores. Conocen la bondad inherente en todo corazón humano; bondad que hará posible a mucha gente responder positivamente a su mensaje. En cualquier caso, no buscan convertir a nadie a ninguna causa o ideología, su intención espiritual es servir a la humanidad, en sus diferentes niveles de asunción espiritual, sin importar el costo que de ello se derive.
Cuando se decide tomar el sendero hacia la Luz y se intenta actuar de manera correcta, con frecuencia se observa que los patrones de comportamiento son más fuertes que la propia voluntad volviendo fácilmente a los viejos hábitos. Para liberarse, se necesita ayuda y se consigue de quienes ya han cumplido todos los procesos: los Maestros, los Maestros de la Sabiduría Antigua, son ellos los que pueden mostrar la dirección y guiar desde lo irreal a lo verdadero, porque ellos mismos han pasado por ello con anterioridad. Saben de los problemas por su propia experiencia, porque han discurrido por circunstancias similares. Por eso no se ríen de los demás cuando se equivocan o caen. Ellos recibieron, a su vez, ayuda de otros maestros. De ese modo han despertado a la verdad y se han convertido en representantes de la verdad.
Por ello, es provechoso seguir los pasos de estos seres humanos avanzados. Dirigen y apoyan por compasión. No obstante, solamente pueden ayudar a partir de un cierto punto. Son impotentes, si no se dan los primeros pasos y se trabaja sobre uno mismo para darle un nuevo ritmo y sentido a la propia vida. Ningún maestro puede liberar de esta encomienda; de lo contrario ya habrían transformado el mundo entero hace mucho tiempo. Solamente si se está preparado para transformar la personalidad y dedicarse al trabajo de la buena voluntad, pueden comenzar a trabajar de verdad. Todo se basa en la propia decisión y no en la obligación. Los Maestros respetan la libertad de la esencia individual, que tiene que decidir por ella misma si desea refugiarse bajo un ritmo superior.
El término “maestro” puede considerarse sinónimo de experto. En un contexto espiritual, la expresión se utiliza para esos espíritus superiores, que han ganado su maestría sobre la vida, a través de innumerables efusiones. Cada maestro constituye una elongación de la conciencia maestra y puede conducir a esa conciencia sin interponerse, ya que al haber realizado la conciencia maestra en sí mismo, se convierte en un canal para la luz maestra y por esa razón, se le considera un Maestro. Todo el que experimenta al Maestro en sí, tiene la conexión con el resto de Maestros y se convierte en la reflexión del propio ser superior.
Ciertamente mucha gente quiere entrar en contacto con un gran maestro. Para ello algunos se lanzan a buscar en el Himalaya o en otro lugar. Pero un maestro no es una estatua que puede visitarse en cualquier sitio, sino que puede permanecer en todas partes y en ninguna a la vez, él decide a quién se revela. Nada puede evitar que esté aquí visible y manifestado a todos o no. La proximidad física a un Maestro, no es la verdadera cercanía, sino la alineación psicológica. La gente de sus alrededores más cercanos pueden o saber algo o nada de él e incluso no reconocerlo, aun si está físicamente presente, quien no se ha acercado tal vez no le pueda reconocer, excepto por su mirada y por su voz.
Hay quienes niegan la existencia de los Maestros, los consideran como una hipótesis insostenible, e incluso se ríen de su sabiduría y verdaderamente no cabe compartir la posible comprensión que se tenga sobre ellos con tales personas. A ellos también les llegará el día en el que la comprensión de esta sabiduría se les abra. Sin embargo, es moralmente ilegítimo tratar de convencer de otras causas a los que no sigan la trayectoria de la luz, o considerarlos como malos, débiles o atrasados.
Otras personas comentan acerca de los Maestros sobre la base de su propia ignorancia. Algunos se les acercan con las propias metas que desean lograr, e intentan manipularlos explotando la sabiduría que mana de ellos y llegando al extremo de dañarlos. Otros tienen sus propias fantasías sobre ellos. Algunos tienen hasta sus propias “visiones” derivadas casi siempre de procesos de sugestión y autosugestión, pero éstas son solamente sus propias ilusiones. Ven muchas cosas, oyen muchas voces y hablan irresponsablemente sobre ello. Reciben mensajes de su propia fuente, a la cual llaman “maestro” y pueden hacer hasta que los “maestros” hablen y escriban todo lo que desean. Se fascinan con formas astrales y no son capaces de superar las distorsiones del mundo sutil. En general, su manera de la vida no concuerda con lo que aparentan ser, porque la sabiduría se aplica de una manera incorrecta. La discriminación correcta, es una de las facultades más importantes en el sendero la luz. Solamente bajo circunstancias muy raras, cuando hay una necesidad urgente, aparecen los Maestros. Por ello, en lugar de desear verles, mejor considerar cómo se puede cooperar con su trabajo.
Al descubrir el maestro interno se establece el contacto con alguno de los Maestros de la Sabiduría Antigua. No se trata de mirar fotos de maestros y elegir a uno que guste especialmente, sino que es Él quien establece el contacto, dependiendo de las propias capacidades y disposición. Por esa razón, no se puede saber quién es el Maestro con el que se va a producir la convergencia, aunque Él sí lo sabe y, aunque nunca invitará a nadie a seguirle, sí que aceptará que se haga a modo de amistad, por tanto, nadie es elegido para conformar ningún grupo. Cuando se logra el hábito de ofrecerse al maestro, al que no se conoce todavía directamente, antes de dormir, se entra en contacto con Él durante el sueño. Cuando consciente y regularmente se le invoca en oración o meditación, o se le llama directamente pronunciando su nombre de luz -si se conoce- él emerge del centro corazón y ofrece el impulso necesario a la conciencia de quien lo requiere, de manera de inspirar al desarrollo y la transformación. Así pues, el Maestro trabaja desde adentro e impulsa a la conversión en trabajadores autónomos y eficaces de buena voluntad. Entonces uno deja de ser observador y visitante, aceptando implícitamente la responsabilidad de involucrarse en el trabajo de la luz.
Contactar con los Maestros no es un acto milagroso; de hecho, la fe y la humildad provocan ya el primer contacto. Es suficiente el llevar una vida moral promedio, sin intentar dañar a otros en pensamiento, palabra obra o hecho, desde el convencimiento en la existencia de seres superiores, después habrá definitivamente un contacto con al menos uno de los Maestros. No se necesita saberlo, pero el Maestro comenzará a trabajar en la forma de buenos pensamientos en la propia mente. Durante un tiempo, se pueden confundir los buenos pensamientos como propios, pero eso no importa. Se reciben pensamientos que nunca surgieron previamente, y surge el interés por nuevas cosas. Los Maestros se ocupan de que se creen pensamientos vivos en cada vida, y solo se necesite ponerlos en práctica. Así es como ocurren los grandes cambios.
En muchos casos, se puede visualizar al Maestro a través de la visión. Entonces se logra acceder a su presencia mediante los propios ojos del maestro. De igual manera que un pedazo de hierro llega a ser un imán en presencia de un imán, cualquier ser humano se sublima en la presencia del Maestro. Si no se consigue visualizar, se puede simplemente proponer la presencia del Maestro y tener la sensación de que se hacen los ejercicios meditativos en su presencia. Los nombres de luz originales de los Maestros constituyen verdaderos mantrams; se puede pronunciar ese sonido y sentir la presencia. Cuando se intentan realizar en la vida diaria las instrucciones ofrecidas por Él, la transformación se acelera enormemente.
La presencia de un Maestro siempre inspira hacia la luz, hacia la voluntad ardiente, al estudio, al servicio y la auto-transformación. El que conduce continuamente este trabajo, ya no tiene la sensación de hacer algo, sino de estar en la conciencia maestra que se va irradiando a través de él. Entonces no se ve al Maestro limitado a una cierta forma, sino que se percibe que trabaja a través de la forma de cada ser y por ello puede dar fe de su presencia.
No es un maestro el personaje a quien se da vida con la imaginación, sino la propia debilidad, la necesidad de sentirse protegido, amparado, comprendido, halagado, quien crea esa figura mítica que luego se superpone sobre un cuerpo de carne y hueso. Es como un encantamiento, una fantasía de una mente romántica con la que se trata de proteger la indulgencia. En ese caso, no es un maestro, sino un dios lo que se necesita. En otras palabras, no se está preparado aún para afrontar la responsabilidad de la propia vida. De ahí la respuesta masiva a los gurús deificados.
Los temores ancestrales, la inmadurez espiritual, las emociones primarias, y la ausencia de discriminación impiden que se sea dueño de la propia vida. Por eso se "crea" un refugio inexpugnable, una fuente de amor y misericordia que comprenda y perdone las debilidades. Para que no resulte demasiado abstracto, se le dota de un nombre y una forma y para que quede definitivamente vinculado, se le proclama gurú, se le entrona en el corazón y se vuelca en él la propia neurosis.
Un Maestro de la Sabiduría Antigua es esa persona que sabe desenmascarar a cualquiera con una simple mirada, que machaca implacablemente el propio ego, castiga mucho más que halaga, que tiene el poder de hacer sentir a cualquiera pequeño y miserable así como grande y audaz, que mantiene siempre a uno en el límite de sus posibilidades, que no concede tregua, que deja a alguien -sin abandonarle- en las situaciones difíciles, que no pacta jamás, que no se aviene, a pesar del tiempo y el contacto, a la familiaridad de la amistad, que se escurre como un pez cuando se cree haber conseguido su favor, que estalla como un volcán cuando se adopta una actitud soberbia y no cesa en su intensidad hasta la humillación.
No cabe engañarse. Un auténtico maestro enseña poco. Lo que hace es dejar que se aprenda a su lado a través de la experiencia, ayuda a recordar y a extraer la sabiduría que todos los seres humanos llevan en su interior. Le importa la actitud. Sabe muy bien que sin la actitud adecuada no hay avance. Por eso castiga la arrogancia, la holgazanería, el inveterado afán de buscar excusas para cubrir las faltas, la autosuficiencia, la excesiva familiaridad, la falta de respeto. ¿Quién es él, puedes aducir, para arrogarse esas funciones? Él es el Maestro, con M mayúscula. Alguien que tiene la misión de mejorar a los demás, de hacerles reaccionar y que, por eso, frecuentemente puede hacer llorar. Se le puede servir, aunque nunca lo pida, honrar y respetar.
Cada Maestro ayuda a alcanzar y desarrollar el propio poder y a sostenerse sobre los propios pies; y es algo que ocurre en cuanto se es capaz de aceptarlo. En presencia del Maestro, es posible alcanzar más deprisa la propia plenitud y la propia perfección. A medida que uno se va aproximando al Maestro, se le encuentra cada vez menos a él y cada vez más a uno mismo. El Maestro es y actúa como un espejo. Sólo en ese caso, puede dar la impresión de que uno se ve ampliado mil veces más. Puede ser muy intenso y uno termina enfrentándose consigo mismo como nunca antes.
El verdadero Maestro es un mero camino hacia el propio ser interior.
Miles de personas, de los más variados credos y culturas, aseguran estar en comunicación con uno o varios de tan enigmáticos Maestros. En sus supuestos mensajes éstos sostienen que disponen de un conocimiento adquirido a lo largo de millares de vidas y que les mueve "un propósito inteligente e iluminado": una actitud de servicio a la humanidad. También aseguran que siguen de cerca y desde hace mucho tiempo los pasos de la humanidad. Todos ellos constituyen una Jerarquía, encargada de elevar la "vibración humana" y de trasmitir enseñanzas, velando siempre porque se cumpla el proceso evolutivo.
Autor: Dr.Angel Luis Fernández https://iluminando1a1.blogspot.com/