¿Conoces a algún crítico musical? ¿Sabrías decir su nombre o la revista donde escribe o escribía?
No te agobies. Nadie a quien he preguntado ha sabido dar una respuesta sin carraspear o estirar hasta la melodía una eme.
Y lo cierto es que este oficio, tan elevado como cualquier otro, ha pasado a engrosar el desván de los muebles viejos propios del siglo XX: Blockbuster, cabinas telefónicas, álbumes de cromos… y ahora, también críticos musicales.
El motivo no es otro que la evolución natural de las cosas. Ya sabes; un día alguien pensó que era buena idea abrir el acceso musical al mundo y, voilà, la música es hoy un pasatiempo del móvil como cualquier otro.
Esto, unido a la falta de reflejos del sector musical y al viejo dicho de “lo mucho cansa”, ha dado como resultado que la música, de cualquier género, ya no tenga un sistema de promoción basado profesionales. Hoy, cualquiera publica una playlist para hacer algo (comer, bailar, bucear) y con eso basta.
La democratización musical (llamémosla así), acabó, por otra parte, con la tiranía de la industria discográfica, tan conservadora y vanidosa que no fue capaz de controlar el derrame. Por eso, hoy, la escucha pasiva supera a la activa y, en consecuencia, a pocos les importa qué, cómo, cuándo o dónde grabó un grupo un puñado de canciones.
Es evidente que ya nadie se para a leer una crítica musical antes de comprarse un disco. Esto pasaba antes, cuando no los podías escuchar antes y comprar un disco equivalía a no salir ese fin de semana. Por eso uno sabía que crítico musical le iba más. Y, desde luego, conocía su nombre.
Sin embargo, y pese a que el encanto de este tipo de creadores ha desaparecido, aún hay esperanza para la figura del crítico musical y de la críticas musicales. Su vuelta al mundo va a ser, precisamente, de la mano de quien lo mató: la tecnología.
Se siente pasión por el comentario, por la controversia, por el careo y por el conocimiento dentro de este sector. Mucho más que en otros donde solo hay bilis. Y se empieza a retomar el gusto por conocer detalles, opiniones, personales, análisis técnicos; sobre todo en Youtube, pero también en blogs especializados y en grupos creados ex profeso en las redes sociales.
La visión personal y detallada del arte más subjetivo que existe (junto a la pintura, claro) regresa como una tabla redonda. Un círculo donde se aprende, se escucha, se debate y, sobre todo, se devuelve la pasión por la escucha activa.
Antaño, los críticos musicales eran en realidad fabulosos escritores en tierras impías (Lester Bangs, Ignacio Julià). Y su legado comienza a circular ahora por internet, colmando paladares exigentes, recreando a curiosos y convirtiendo a hambrientos.
Por eso, ya no importa tanto qué tipo de música o qué valoración se hace sobre un disco recién publicado; sino la opinión y el debate que, por fin, un crítico musical puede crear entorno a un mundo tan apasionante, sin permanecer, como antes, en su atalaya de omnisciencia para fanáticos con el dinero justo.
Recuperar a los críticos musicales es importante, no solo por el elemento de careo y controversia tan de este siglo que implican, sino porque son quienes hacen que música, cultura y entusiasmo vuelvan a significar algo para las personas con alma.
Sigue bailando hasta que llegue el alba,
Saluda a la mañana con una canción
Nadie se ha dado cuenta de que la banda ya no está tocando
¿Realmente lo estuvo en algún momento?
(Grateful Dead - The music never stopped)