La desinformación no es un fenómeno nuevo, pero en el contexto digital se ha convertido en una amenaza compleja y en un riesgo importante para las democracias y la confianza en las instituciones. A diferencia de otros idiomas, como el inglés, en los que se llegan a describir hasta tres términos para diferenciar sus características (malinformation, misinformation y disinformation), en español empleamos mal el concepto para describir también otros supuestos como, por ejemplo, el desconocimiento de un hecho. Sin embargo, la falsedad, la manipula.