Shigeru Ishiba, primer ministro de Japón, alzó la bandera del "deber" como su inquebrantable promesa de campaña, presentándose firme para capear las crisis que agitan su país. Sin embargo, los comicios del domingo le asestaron un golpe brutal. Su coalición gobernante, formada por el Partido Liberal Demócrata (PLD) y Komeito, perdió por un margen ínfimo el control de la Cámara Alta, un revés que, aunque esperado, se suma a la pérdida de la mayoría en la Cámara Baja el año pasado. Para el PLD, que ha reinado en la política nipona desde 1955, este