En los años treinta, el fascismo necesitaba uniformes, desfiles y masas ordenadas bajo una bandera. En el siglo XXI, le basta con un anillo de luz, un micrófono y un millón de seguidores. La ideología que antaño se impuso con violencia hoy se viraliza con humor. El nuevo fascismo no llega en camiones militares, sino en formato vídeo de treinta segundos. Se presenta como ironía, como rebeldía, como “voz libre”.