En 1842 Sir Henry Pottinger, el despiadado administrador colonial británico, dictó los términos de la capitulación china. El tratado de Nanjing hizo que China, rota y derrotada, lo perdiera todo sin obtener nada a cambio, excepto humillación. Con la sutileza de una bola de demolición, Trump ha mostrado que la UE no es capaz de imaginarse a sí misma como una potencia soberana, dispuesta a seguir siendo el vasallo de un imperio atlantista. A diferencia de la China de 1842, la Unión Europea ha elegido libremente la humillación permanente.
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