El problema es que este auge de los centros de datos para IA choca de frente con una realidad incómoda: la infraestructura eléctrica mundial no está preparada para absorber semejante demanda en tan poco tiempo. Tradicionalmente, la expansión del consumo energético seguía una curva previsible, que permitía a gobiernos y compañías eléctricas planificar nuevas centrales, líneas de transmisión y refuerzos en la red. Pero la irrupción de la IA ha roto esa previsibilidad.
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