Hace 2 años | Por geralt_ a thenextweb.com
Publicado hace 2 años por geralt_ a thenextweb.com

Parece que Japón va a la zaga en la carrera mundial por la digitalización, a pesar de ser el hogar de Panasonic y Mitsubishi, de los trenes bala y de la vida urbana iluminada por el neón. Y en ningún lugar se simboliza mejor esto que en el continuo romance del país con la máquina de fax. Esta tecnología del siglo XX sigue siendo un elemento fijo en muchas oficinas japonesas, donde se sigue insistiendo en que los documentos en papel lleven sellos personales. Quizá deberíamos preguntarnos: ¿por qué nos resulta tan sorprendente?

Comentarios

Verdaderofalso

Ni en mi empresa lol

D

#2 En la mía decidimos desenchufarlo hace algo más de un año ya que solo entraba spam

mecha

#2 Aquí otro que ve el Fax funcionar en su empresa. Y donde estaba antes también. Y en mil sitios más.
Puede que cuele en USA, pero aquí es claramente errónea.

geralt_

Traducción automática:

La Conversación

Con Japón en la cresta de su milagro económico de posguerra, el presidente de Sony, Akio Morita, y el ministro de Transporte japonés, Shintarō Ishihara, lanzaron un manifiesto.

El documento, publicado en 1989, contenía una profecía que lo propulsó al estatus de bestseller nacional, y a las preocupadas manos de los funcionarios de la CIA.

En aquella época, los autores señalaban que las superpotencias estadounidense y soviética se habían vuelto "dependientes de la iniciativa del pueblo japonés" en el desarrollo de nuevas tecnologías, como lo ejemplifica la producción dominante del país de chips semiconductores. Para Morita e Ishihara, esto significaba "el fin de la modernidad desarrollada por los caucásicos" y la aparición de "una era de nueva génesis" liderada por la supremacía tecnológica japonesa.

Avancemos hasta 2021, y la imagen de alta tecnología de Japón se está desvaneciendo. "Japón necesita una actualización de software", nos dice el New York Times. El octogenario ministro de informática del país, Naokazu Takemoto, ha sido objeto de burlas por su incapacidad para mantener un sitio web en funcionamiento. Parece que Japón va a la zaga en la carrera mundial por la digitalización, a pesar de ser el hogar de Panasonic y Mitsubishi, de los trenes bala y de la vida urbana iluminada por el neón.

Y en ningún lugar se simboliza mejor esto que en el continuo romance del país con la máquina de fax. Esta tecnología del siglo XX sigue siendo un elemento fijo en muchas oficinas japonesas, donde se sigue insistiendo en que los documentos en papel lleven sellos personales. Pero en lugar de preguntarnos por qué las empresas japonesas han permanecido pacientemente junto a sus zumbantes máquinas de fax, quizá deberíamos preguntarnos: ¿por qué nos resulta tan sorprendente? ¿Por qué persisten tan tenazmente las representaciones que equiparan a Japón con las altas tecnologías, a pesar de la evidencia de lo contrario?

Un culpable obvio es el "tecno-orientalismo". Una de las aplicaciones del término orientalismo ha sido describir la romantización de Oriente, a ojos de Occidente, como un lugar de exotismo y sabiduría mística. El auge de la industria microelectrónica en Japón abrió una nueva posibilidad para la fantasía orientalista: el tecnoorientalismo, o la idea de que Oriente podría representar un futuro exótico y tecnocientífico. Pensemos en cómo el Tokio iluminado por el neón ayudó a inspirar la estética de Blade Runner y los cielos coloridos de Neuromancer.

Pero si miramos más atrás, hay una historia más profunda, enredada con el imperialismo moderno, que alimenta nuestra idea del Japón contemporáneo. La fantasía del desarrollo tecnológico avanzado ha sido durante mucho tiempo fundamental para definir la identidad nacional japonesa, como "moderna", en relación con sus vecinos asiáticos y con Occidente.

Identidad japonesa

No fue casualidad que cuando Akio y Shintarō hablaron en 1989 del ascenso de Japón, lo enmarcaran como "el fin de la modernidad desarrollada por los caucásicos". Japón entró en el orden internacional moderno mirando los cañones de los barcos de vapor estadounidenses. Al negociar la apertura del país, las potencias imperiales occidentales imprimieron a Japón su abrumador poderío mecánico, reforzado por una "ideología de dominio basada en la tecnología".

En respuesta, el desarrollo tecnológico se convirtió en la piedra angular de la agenda nacional de Japón. Enunciado en eslóganes como "oitsuke oikose" - "alcanzar y superar" - el objetivo era crear industrias, infraestructuras y capacidad militar autóctonas que acabaran ofreciendo a Japón la paridad, o incluso la superioridad, sobre Occidente.

Este "tecno-nacionalismo" también sirvió como motivo fundamental para la expansión imperial de Japón. A finales de la década de 1930, los ingenieros japoneses se referían a su trabajo en el estado títere de Manchuria (una zona que abarca el noreste de China y partes de la vecina Rusia) como "gijutsu hōkoku", o "servicio al país a través de la tecnología".

Una de las primeras y más importantes inversiones de Japón en el fax se produjo en 1936, con motivo de los Juegos Olímpicos de Berlín de ese año. Se estableció una red telefónica entre Tokio y Berlín para transmitir no sólo imágenes del evento, sino también una carta fotográfica ilustrada de Hitler a Nippon Electric.

Poco después, en 1941, la Agencia de Planificación japonesa esbozó una visión de cómo la ingeniería japonesa, combinada con las materias primas de su imperio asiático, podría crear una zona autónoma libre del dominio de las tecnologías occidentales. Esta visión de un "nuevo orden", que prefiguraba las palabras de Morita e Ishihara medio siglo después, se cruzaba con los debates más amplios de la época de la guerra sobre cómo Japón podría "superar la modernidad", un término que se entendía en gran medida como sinónimo de superar a Occidente.


La realidad muerde

Esta fantasía nacional, una proyección de lo que Japón podría o debería llegar a ser a nivel estatal e industrial, persistió durante el ascenso tecnológico de Japón en la década de 1980, justo cuando el fax estaba disfrutando de su apogeo. Pero la exuberante burbuja de la posguerra estallaría.

Durante la "década perdida" de los 90, la economía japonesa entró en recesión y luego se contrajo. El envejecimiento de la población y la marcada desigualdad de género y de ingresos se convirtieron en el tema de los titulares diarios. Desde esta perspectiva, la lenta digitalización no es más que un índice de un malestar general que atenaza al país desde el fin de su milagro económico. Sin embargo, incluso cuando la brecha entre la fantasía y la realidad se amplió, la imagen de alta tecnología de Japón siguió siendo parte integral de la imaginación popular.

La persistencia de esta imagen frente a las evidencias contradictorias es menos sorprendente, dado que la destreza tecnológica ha sido una parte fundamental de la identidad nacional japonesa durante más de un siglo. Si la renovada atención a la historia de amor de Japón con el fax nos dice algo, quizá no sea que Japón esté empantanado en el pasado predigital, sino que la era en la que Japón definía su relación con la modernidad a través de la tecnología avanzada puede estar llegando a su fin.

D

#7 tienes que cantarlo con la música de "por qué te vas"

D

Si estás hasta el nardo del WhatsApp y el telegram
Y en el email no hay más que basura y spam
Cómprate un fax!

mecha

#5 No sé si conoces algún fax que funcione, pero también le lega bastante spam.
Es algo así como las llamadas de vodafone, marcan números aleatorios para mandar publicidad.

Davidavidú

Ni en el mundo judicial. Ni para enviar un burofax. Ríete tú de blockchain y NFT.

B

¿Es cosa mía o esto del fax en Japón aparece por aquí todos los meses?