Hace 11 años | Por Ratoncolorao a ccaa.elpais.com
Publicado hace 11 años por Ratoncolorao a ccaa.elpais.com

El día que Rita Barberá envió a los operarios a derribar aquellas casas del Cabanyal alcanzó la cota más alta de la infamia y del ridículo. A los vecinos y ciudadanos de bien que se congregaron pacíficamente para impedir que la orden fraudulenta de la alcaldesa se cumpliera, les alcanzaron los palos de la local y la nacional. Y el dolor personal y la vergüenza ajena de comprobar que quien estaba obligado a proteger sus derechos les maltrataba.