Hace 11 años | Por kimnet a media.cat
Publicado hace 11 años por kimnet a media.cat

Esta semana hará 20 años del asesinato de Pedro Álvarez. Veinte años, y cada día 15 de cada mes, Juanjo y Carmen, sus padres, han ido a ponerle flores a su hijo, que murió de un disparo de un policía que estaba fuera de servicio y que no soportó que una noche una pareja paseara su amor por la avenida Cataluña del barrio de La Florida, de Hospitalet. Una discusión, un disparo en la cabeza,un detenido con una coartada débil, e incluso otro detenido que pagó la novatada durante cuatro días. Aquí se acabó el caso Pedro Álvarez.[Traducción en #1]

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Esta semana hará 20 años del asesinato de Pedro Álvarez. Veinte años, y Los medios de comunicación han evolucionado a mejor en el tratamiento informativo de las causas judiciales: ya ponen la palabra “presunto” por todas partes… pero siguen –no poniendo en marcha el ventilador rumbero con demasiada alegría. Soy partidario de esta alegría, pero que no decaiga. Demasiado a menudo la investigación se acaba la primera semana y todo se acaba al cabo de unos años también demasiados veces –y gracias a la habilidad de los buenos abogados que tenemos y del dinero que se gastan sus famosos clientes- en una columna de breves. Incluso los compañeros del Triángle saben que ni unas cintas grabadas son suficientes para demostrar la culpabilidad de un imputado.

Pero, además de estas prácticas de relajación periodística, hay otras que no llegan a pasar de la polvorosa carpeta de una comisaría de policía, y esta semana hará 20 años del asesinato de Pedro Álvarez. Veinte años, y cada día 15 de cada mes, Juanjo y Carmen, sus padres, han ido a ponerle flores a su hijo, que murió de un disparo de un policía que estaba fuera de servicio y que no soportó que una noche ventosa una pareja paseara su amor por la avenida Cataluña del barrio del La Florida, en la Hospitalet. Junto a la vía, cerca de cualquier bloque de pisos impersonal, allá un chico y una chica, Pedro y Yolanda, hacían crecer su relación. Una discusión, un disparo a la cabeza, un detenido con una coartada débil (el policía decía que era a la otra punta de la ciudad pero Yolanda identificó el coche y el físico pareciendo), e incluso otro detenido (un profe de autoescuela del Prat) que pagó la novatada durante cuatro días. Aquí se acabó el caso Pedro Álvarez.

Probablemente sólo Enric Oller, que explicó la noticia en TV3, se acuerda de tanto en tanto de donde debe de haber ido a parar la carpeta de la investigación de Pedro Álvarez; en qué comisaría de policía y en qué profundo cajón se esconden los papeles de una investigación que puede llevar a la prisión un policía. Muchos de nosotros, periodistas que no hemos movido nunca un dedo para remover el caso Pedro Álvarez, nos hemos cruzado en alguna manifestación –en los 11 de septiembre, por ejemplo- al padre del chico, con su cabello blanco y sus pegatinas en las manos, y no hemos ni bajado la cabeza de la vergüenza. Y tampoco lo hacen los agentes de policía que saben que uno de sus compañeros -que se lo miran de reojo porque saben quién es- anda por la calle veinte años después de hacerse el macho ibérico y matar un chaval de barrio. Y no sé si se debe de recordar Juan Ignacio Pujana, el alcalde de aquella época, que poco después acabaría inculpado por la justicia y desalojado del Ayuntamiento. Este sí que pagó. Pero a Pedro le debemos de una. Y todos todos somos culpables de silenciarlo.

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Reportaje del caso Pedro Álvarez