No le vemos, pero él nos ve. Sabemos que observa detrás de las acacias secas o quizás tras una duna baja, quién sabe. Frente a nosotros, medio centenar de camellos con las costillas marcadas en la panza retuercen sus lenguas entre los pinchos de un árbol buscando brotes tiernos que aún no se hayan abrasado por el sol...