Hace 12 años | Por --31259-- a elmundo.es
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Suman ya un tercio de la población de 57.000 habitantes de Vrindaván. Las dejan allí las familias de sus maridos o, incluso, sus propios hijos. Con sus saris blancos, pasan el día rezando y viven de las limosnas. Su único consuelo: purificarse hasta la muerte a través de la oración.