Normalmente, sobre todo en ficción pero también en otros géneros, uno avanzaba por la obra desbrozando el terreno y dejando tras de sí, como rocas o tocones de árbol imposibles de retirar, dudas o aspectos enigmáticos del texto. Acabado el primer borrador, uno se sentaba ante la lista de dudas acumuladas y primero saqueaba la biblioteca de consulta doméstica. Yo, como todos los traductores, había acumulado un conjunto nada desdeñable de diccionarios y enciclopedias.
Comentarios
yo te contesto: un maldito coñazo.