Hace 12 años | Por --136875-- a jotdown.es
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Una punta de flecha encendida prende un pebetero. O no: una ilusión colectiva prende un país. Estábamos matando los minutos de una tarde de final del único mes de junio sevillano. Aniquilando los minutos de espera a base de crujir rebujitos, que entonces eran una novedosa combinación de los pipas y quicos de-toda-la-vida y al poco adquirirían, por cosas de la polisemia, el carácter de bebida oficial de las ferias. Ocupábamos unos soportales de Heliópolis, donde la sombra solo quita luz. Y desahogábamos esa impaciencia cuando uno...