Cuando Radovan Karadzic se ocultaba bajo las barbas blancas de Dragan Dabic y le asaltaba la nostalgia, lo tenía muy fácil. En este pequeño local, rodeado de gente que idolatraba al Karadzic fanático y guerrero, se sentaba frente a una gran foto suya y a veces incluso tocaba el gusla, un instrumento medieval muy vinculado a la tradición serbia
Comentarios
Como Juan Palomo: pero envez de "yo me lo guiso, yo me lo como"... "yo me los gaseo, yo los extermino".
Parece q el Gobierno Serbio sabía muy bién donde estaba y a q se dedicaba... la pregunta es pq no lo detuvieron antes?