Publicado hace 13 años por subrutina a homeronoeraciego.blogspot.com

Como entonces, hoy la sociedad italiana, indecisa, a la deriva moral, inmersa en un pozo de fango televisivo de devastación intelectual, se enfrenta a un proceso irreversible de cambio desde hace ya varias décadas. Es en este impasse infinito de transición entre no se sabe bien qué y hacia no se sabe bien dónde, el terreno en el que se mueven a la perfección los Gatopardos del siglo XXI, amparados, como no podía ser de otra forma, por su último paladín: Silvio, il Cavaliere.

Comentarios

anxosan

¿¿¿Último???

Pocas veces en la historia ha habido tantos gatopardistas, acomodaticios y cambiachaquetas como ahora. En Italia y en el resto del Mundo.

Sedda

Silvio (Roma, 1936), al igual que Don Fabrizio, es un as del autoengaño. Pensando que todo va bien, que la tormenta que azota tras el cristal los cipreses del palacio de Donnafugata no va con él, que las estructuras del poder, forjadas durante más de medio siglo y consolidadas ya en el imaginario italiano, nunca van a caer; se permite incluso la mofa, la mirada de pena, la misma mirada que el príncipe de Salina dedica a su joven sobrino Tancredi cuando éste le cuenta que en algún lugar de la Península hay hombres que no están dispuestos a continuar viviendo en aquella mentira desbocada y que, conscientes de ella, se disponen a instaurar un nuevo orden…

El autor ni ha visto la película ni se ha leído el libro, para comparar a Berlusconi con el príncipe de Salina. En todo caso debería compararse con Don Calogero, el alcalde símbolo de la burguesía que entraba al poder.
Don Fabrizio es plenamente consciente del significado de la revuelta de los camisas rojas, incluso va a la corte a 'simular' darle su apoyo al rey sin realmente hacer nada por apoyarlo. Precisamente el personaje del Gatopardo es el del hombre noble del antiguo régimen, con suficiente inteligencia para percibir el cambio en de la sociedad pero demasiado mayor ya como para querer adaptarse, que prefiere marginarse de la sociedad (como hace en el baile al final de la película) a degradarse mezclándose con los baluartes de este cambio, y sin embargo apoyando en todo momento a su sobrino para ayudarlo a integrarse en este nuevo régimen.

Quizás Homero no fuera ciego, pero Martín Fragola si lo parece dada su poca capacidad para entender la historia del Gatopardo.