Dicen que todos nacemos y morimos solos, pero hay algunos que mueren más solos que los demás. Al llegar Todos los Santos, cuando se dispara la afluencia a los diez cementerios de la ciudad, apenas tendrán quien les visite o traiga flores a su discreto nicho. En realidad casi nadie se dará cuenta de su existencia, porque carecen de una lápida que les identifique y suelen ocupar los últimos pisos de los bloques.