Publicado hace 12 años por --133567-- a galdo-fonte-xm.blogspot.com.es

En una democracia falseada, los ciudadanos son relevantes exclusivamente mientras son depositarios de su capital electoral, pero cuando a través de las urnas ejercen el derecho de sufragio adjudicando su voto, en ese momento, pierden toda cualidad de esa escala de excelencia, para transformarse en unos insignificantes proscritos, en los miembros de un cuerpo del censo obligados a plegarse al mandato de quienes revistieron de poder. Traducción: #1.

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Traducción

La realidad de los hechos pone al descubierto, que el país, ha entrado en una espiral de deterioro democrático sin precedentes.

En una democracia falseada, los ciudadanos son relevantes exclusivamente mientras son depositarios de su capital electoral, pero cuando a través de las urnas ejercen el derecho de sufragio adjudicando su voto, en ese momento, pierden toda cualidad de esa escala de excelencia, para transformarse en unos insignificantes proscritos, en los miembros de un cuerpo del censo obligados a plegarse al mandato de quienes revistieron de poder, aun cuando, el devenir político difiera en lo sustancial de los contraídos electorales que orientaran su toma de decisión.

Esta descapitalización de valores democráticos, ese empeño por la sugestión, es tendencia asidua entre quienes torpemente no llegan asumir que la verdad no es maleable. Con esa predisposición por el ceremonial de la confusión, no se logra mas objetivo que suprimir toda autenticidad a la función política, prodigando que se dispare la desconfianza hacia un sector, ya de por si, altamente cuestionado.

Si los ciudadanos, tienen cualificación reconocida para elegir a sus representantes, es obvio, que tal condición les confiere capacidad sobrada para decidir vía referéndum, sobre aquellos temas que por razones coyunturales hubiese que determinar como parte ajena al sujeto programático de la oferta electoral.
Un político de casta, con arraigo y hábitos democráticos, no tendría la tentación de imponer su decisión unilateral sobre materias que por legítima le corresponde decidir al pleno de la sociedad, pues un estado de derecho, huelga decir, que no es el foro apropiado para satisfacer las aspiraciones de quienes tienen vocación de iluminados, y cuando esta pretensión prospera, el modelo político de derechos y libertades tendrá iniciado su descomposición.

Trasladada esta reflexión a nuestra actualidad concreta, los hechos ponen de manifiesto que el país ha entrado en una espiral de deterioro democrático sin precedentes. El detonante fue sin duda la reforma constitucional express que conjuntamente el PSOE y el PP refrendaron, al solo objeto de institucionalizar el afianzamiento presupuestario y otorgar con ello un rol preferente a la confianza de los mercados.
Con aquella desafortunada decisión, no solo se decapitó la soberanía popular, sino que se consumó la entrega del poder de gobierno a la troika, conformada por (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional), o lo que es lo mismo, se extendió un cheque en blanco avalando las reformas estructurales como única doctrina de reactivación económica.

Aquel paso en falso, resultó incluso inesperado para los propios mercados financieros, quienes sorprendidos, descubrieron que a través de la renuncia a la dignidad política y con la utilización indebida del potencial electoral, de modo indirecto, serían las urnas, quien sin necesidad de mayor presión, refrendarían sus insaciables aspiraciones como acreedores de la deuda, cuyo propósito no es otro que garantizar su cobro preferente con una rentabilidad desmesurada.

Iniciado el procedimiento, faltaba consolidar la maniobra, y fue el PP, quien por ventaja electoral concurre a los comicios con un programa para no cumplir, con el agravante de ocultar a los electores sus verdaderas decisiones políticas. Por eso, aun a riesgo de levantar estridencia, es expresivamente correcto afirmar que el presidente Rajoy, en una jugada indecente, burló sus compromisos electorales sirviendo en bandeja a la troika el más exquisito bocado de su apetencia. Todo un golpe bajo a la democracia, con la finalidad de desmantelar la sociedad del bienestar como moneda de cambio para afrontar la factura inducida por la crisis del capital.

La situación ha traspasado todos los límites tolerables. En este país la democracia está siendo víctima de un ataque de exterminio por parte de una alianza de intereses, una coalición política- financiera, decidida a aplicar la táctica de tierra quemada para mantener la continuidad de sus privilegios basados en un enriquecimiento desmedido e ilícito.

Después de treinta y cinco años de vigencia, los actuales miembros del gobierno, debieran saber que la democracia es ante todo un ejercicio de honestidad, la asunción disciplinaria de la voluntad popular, cuya alteración de mandato no se resuelve en la calle Génova sino en las urnas. Y mientras estas no hablen, la legitimidad del Ejecutivo es nula en lo concerniente a toda acción o actuación que difiera de los contraídos electorales que facilitaron su acceso al poder. En democracia no vale el "no hay más remedio", y mucho menos, como tapadera de privilegios de pudientes aliados a costa de recortar el bolsillo y la dignidad de la mayoría social.

Lo que está ocurriendo en este país, en buena praxis se define, como fraude electoral.