Hace 13 años | Por --207412-- a enriquedans.com
Publicado hace 13 años por --207412-- a enriquedans.com

¿Qué ocurre entonces? Gobernar un país en el que un número significativo de personas se autodefinen como “indignados” y están dispuestos a tomar la calle o sencillamente no salen de ella parece una tarea muy poco recomendable, equiparable a intentar desactivar una bomba con guantes de boxeo. ¿Estamos a la espera de algo así? ¿Nos disponemos a ver la aparición de nuevos partidos, de nuevas figuras que capitalicen el descontento ciudadano?

Comentarios

Ihzan

A día de hoy no creo que vaya a ver ningun cambio significativo en los partidos politicos.

Demuestran en la mayoría de acciones haber entendido lo que la ciudadanía reclamaba. No era un cambio de poder, sino un cambio de clase politica.

Sigue habiendo corruptos, a los que encima se ha respetado el pedestal a base de votos y por ello no van a cambiar. Tampoco hay voluntad de cambio en cuanto a la preocupación por el bienestar de los ciudadanos; las "propuestas" si se pueden llamar así van enfocadas a temas secundarios (no matrimonio homosexual, aborto ...)y ninguno sobre economía o empleo.

La democracia no es representada por los actos de los partidos (dedazo a Rubalcaba) y la pluralidad esta en entredicho mientras que los partidos minoritarios sigan vendiendose por una poltrona en lugar de defender sus convicciones en pactos para apoyar a los mayoritarios a cambio de introducir sus propuestas en los programas.

Mientras, a nosotros los indignados, solo nos queda esperar que alguien asuma las "ideas" del manifiesto como suyas. Nos queda protestar silenciosamente e incluso por ello recibir golpes y multas. Nos queda llegar con el mensaje a mas gente para que la bola sea lo mas grande posible y esos perroflautas con traje aprendan que estamos aquí y que trabajan para nosotros.

Mauro_Nacho

Todo está que los indignados nos hagamos oír, nos manifestemos de forma continua y dinámica, para que los políticos independientemente de que partido sean acaben sintiendo una gran presión, pero también una gran debilidad. El hecho es que aunque ganen, sus victorias sean limitadas, y además de estar escuchando a la oposición tengan que estar escuchando las plataformas de la calle, donde fluye el pensamiento libre y crítico, y no de puro enfrentamiento.