A quien, leyendo las biografías de nuestros ilustres corruptos, no se le ponga cara de gilipollas, será porque la traía puesta. Todas las historias de grandes chorizos ibéricos —los de la costa mediterránea gozan hoy de especial renombre: Camps, Fabra, Millet, los pretorianos— tienen final feliz, y si no hay banquete de perdices es porque la caza menor es de pobretón
Comentarios
con tanta mala notica una se kbrea, menos mal que con esto consigo reirme
primera carcajada del día.
¡A la cárcel con todos los corruptos hijos de puta! ¡Con todos ellos! Que se vayan a robar los impuestos de su puta madre.