Jorge Dezcallar, Nuestro Hombre en Washington, es, como el héroe de Greene, uno de esos tipos corrientes (“Quienes lo conocen destacan su talante afable y simpático, que compagina con la opacidad propia de los diplomáticos”) que, dueño de las claves del más grave problema sufrido por la Monarquía española desde la restauración franquista