Hace 13 años | Por mecania a abc.es
Publicado hace 13 años por mecania a abc.es

Un ladrón entra en una vivienda. Manipula el ordenador de la casa sin guantes, pero no deja huellas ni ADN; sin embargo, su rastro ha quedado en el teclado y él puede acabar en prisión. ¿Cómo? A través de la flora bacteriana de su piel, única e irrepetible. Es la tercera «huella dactilar», la huella genética bacteriana que permite individualizar a cada persona y que ya ha servido para condenar a delincuentes en Estados Unidos.