Ironías de la estúpida e incivilizada civilización que vamos construyendo: importan más los muertos que los vivos. En realidad no es que verdaderamente importen los muertos. Lo que importa es deshacerse rápidamente de los cadáveres, antes de que su hedor nos invada, para que dejen de recordarnos, a quienes vivimos placenteramente en la opulencia y el derroche, que una y otra, la opulencia y el derroche, son hijos espurios de la injusticia y la desigualdad.