En 1899, un par de contrabandistas cruzaban la frontera entre Lituania y Prusia Oriental. Con sus mochilas, se encontraban en un banco a lo largo de la parte prusiana del río Šešupe, y durante horas estudiaron los movimientos de los guardias en el otro lado. No podían permitirse el lujo de ser atrapados. Cuando estaba oscuro, empujaron a través del Šešupe y corrieron 10 millas hasta un centro de distribución en el pueblo lituano de Pilviškiai. Allí descubrieron que las autoridades rusas los estaban buscando.
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