Ricos felices en verdad eran aquellos que antaño vivían dentro de un capullo de oro como gusanos de seda y al final se volvían crisálidas. Yo tenía una amiga de esta especie, que fue la primera en hablar gangoso. Un día paseaba con ella y su Lulú por Recoletos y un mendigo se acercó a pedirnos limosna. Cuando mi amiga vio que aquel ser tendía la mano hacia ella se precipitó espantada a rescatar a su mascota. “¿Qué le pasa a este señor?”, exclamó refugiándose en mis brazos. “Tranquila, solo es un pobre”, le dije...
Comentarios
Me gusto el final
Hostia, Vicent, tú antes molabas. Qué columna tan ridícula. Parece escrita por un niño pequeño.
...al no haberse podado por pura desidia desde el siglo XXIII (?)