Hace 14 años | Por pablicius a independent.co.uk
Publicado hace 14 años por pablicius a independent.co.uk

Reginald Levy fue el piloto que con su frialdad resultó clave para resolver un secuestro aéreo de película, descrito con todo lujo de detalles en el artículo. Traducción en comentario 1.

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Reginald Levy fue el capitán inglés de un avión belga de Sabena secuestrado por terroristas palestinos de Septiembre Negro en 1972, tras despegar de Viena, y más tarde asaltado por comandos israelíes en el asfalto de Tel Aviv.

Los comandos, que necesitaron solo 90 segundos para matar o desarmar a los cuatro secuestradores y rescatar a los 100 pasajeros y la tripulación, estaban dirigidos por el mayor Ehud Barak, actualmente ministro de defensa, e incluían a Benjamín Netanyahu, actualmente primer ministro, quien fue herido por la bala de un secuestrador.

Basándose en su experiencia bajo fuego alemán, mientras bombardeaba Hamburgo y Berlín como parte del Mando de Bombarderos de la RAF, Levy fue la frialdad personificada cuando dos hombres enmascarados con medias de nylon irrumpieron en su cabina el 8 de mayo de 1972, en su 50 cumpleaños. Uno le puso una pistola en el cuello a Levy, y el otro una granada en la cara del copiloto. Consciente de que su mujer estaba en la primera fila de primera clase (la compañía le había permitido que le acompañara para celebrar el cumpleaños en Tel Aviv), el capitán dijo su famosa frase por la megafonía: “como pueden ver, tenemos amigos a bordo”.

Los “amigos” incluían a dos jóvenes mujeres de Septiembre Negro que llevaban bombas de Semtex en la cabina, amenazando con volar el 707 si no se liberaba a 317 presos palestinos de cárceles israelíes. Levy, sorprendido por ser secuestrado para que fuese a su destino programado (el aeropuerto Lod de Tel Aviv, hoy llamado Ben Gurión), transmitió un mensaje codificado a la torre de control. También dijo a la tripulación que no revelasen que su mujer estaba en el avión. Tras aterrizar de noche, el avión fue llevado a un punto remoto, bajo la atenta mirada del ministro de defensa, el general Moshe Dayan, quien envió a dos saboteadores a desinflar las ruedas del avión e inutilizar el sistema hidráulico del avión.

Cuando se les dijo que el avión no podría despegar, los secuestradores empezaron a besarse en una aparente despedida, y hablaron de volar el avión. Levy pasó la noche hablándoles tranquilamente, tratando de calmarlos. “Hablé de todo lo posible. Desde navegación hasta sexo”, dijo más tarde.

La mañana siguiente los secuestradores enviaron a Levy a la terminal con muestras de los explosivos para demostrar que iban en serio. El aprovechó la oportunidad para darle a Dayan los detalles de donde estaban los secuestradores y donde tenían las mujeres las bolsas con las bombas. También dio la información clave de que no había nada bloqueando las salidas de emergencia. De vuelta a bordo, dijo que Dayan había aceptado las demandas, pero que el avión necesitaba repararse antes de volver a despegar. Resultó crucial que consiguiera también convencer a los secuestradores de que dejaran las salidas de emergencia ligeramente abiertas, por el enorme calor en la cabina.

Con los secuestradores encantados, dos camiones con 18 “mecánicos” vestidos con monos blancos se acercaron al avión y empezaron a manipularlo. En realidad, eran miembros de los comandos de élite Sayeret Matkal, liderados por el mayor Barak. El tiroteo en sí solo duró diez segundos. Una pasajera que se puso de pie murió. Otros seis pasajeros tiroteados sobrevivieron, igual que el joven Netanyahu.

Cuatro meses más tarde Septiembre Negro lanzó su ataque en las olimpiadas de 1972, donde murieron once miembros del equipo olímpico israelí. Después del secuestro del avión de Sabena, Septiembre Negro amenazó a Levy y a su familia, por lo que se mudó a Sudáfrica. Pero volvió a Bruselas 18 meses después, y se acabó jubilando en Inglaterra.

[El resto es una reseña biográfica de Levy]