Benedicto XVI vuelve a ser Joseph Aloisius Ratzinger, en una decisión histórica, inesperada y que debería servir de ejemplo para muchos otros. A lo largo de los siglos, han existido multitud de pontífices que no eran, precisamente, los hombres más virtuosos del mundo. Más bien al contrario: eran auténticos degenerados hambrientos de poder.