1977. El Congreso de los Diputados, aquel verano de 1977, tenía la emoción de la nave zarandeada por una marea que nadie sabía el derrotero que iba a tomar. La mayor parte de los pasajeros eran políticos jóvenes e inexpertos y cada uno a su manera esperaba que la libertad fuera un asa de viento de la que agarrarse. La euforia democrática hizo que políticos y periodistas alcanzaran un grado de admiración ciudadana hoy inimaginable
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Es lo que hay