Naciones Unidas describe a los rohingya como uno de los pueblos más perseguidos del mundo, una minoría "sin amigos y sin tierra". "Las largas décadas de aislamiento e injusticia crónica impuestas por la junta militar birmana han creado un prejuicio y resentimiento en el estado de Rakhine. Y esto ha fermentado un clima ponzoñoso de desconfianza y desinformación".