Hace 12 años | Por Negret a cultura.elpais.com
Publicado hace 12 años por Negret a cultura.elpais.com

Durante dos horas y cuarto, Pedro Afán de Ribera permaneció en el agua sobrecogido, aferrado a un trozo de la proa con el único brazo posible, el izquierdo, tras haber perdido el derecho en la explosión de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes. El navío acababa de irse a pique con un tesoro de vidas (se salvaron apenas medio centenar de sus casi 300 tripulantes y pasajeros) y haciendas, incluido medio millón de monedas de oro y plata que dos siglos después extraería del fondo del mar una empresa de cazatesoros llamada Odyssey.