"No es aconsejable regocijo alguno ante la situación, al borde de la escisión, en que se encuentra el socialismo francés. Francia necesita, como todo país democrático, una fuerte oposición que controle y equilibre el poder del Gobierno. Y más todavía cuando se trata de un régimen presidencialista en el que el titular de la jefatura del Estado es alguien tan personalista y ávido de protagonismo como Nicolas Sarkozy. No es bueno para Francia y tampoco es bueno para Europa."