Ábalos guardando fajos de billetes en bolsas de plástico es la metáfora perfecta de la PSOE: corrupción envuelta en celofán progresista. De Filesa a los ERE y ahora el “hortelano” de Koldo, siempre el mismo cultivo: dinero público abonado con favores y cosechado en sobres. Mientras tanto, el partido que se autoproclama garante de la “transparencia” tiene más imputados por corrupción (más de 800 en 40 años) que ningún otro en España. Lo de las “lechugas” no es un apodo, es la dieta básica del socialismo español: verde por fuera, podrido por dentro.
Bilbo Bassaterra es solo la versión ecofriendly del chiringuito PSOE: otro que vive del cuento verde a base de subvenciones y facturas falsas. No olvidemos que el gobierno de Sánchez ha disparado el gasto en “transición ecológica” a más de 25.000 millones en fondos europeos, buena parte canalizados a ONGs, consultoras y asociaciones afines. Los mismos que luego acaban con caravanas, sueldos inflados y másteres en “concienciación climática”. La izquierda subvencionada lleva décadas haciendo negocio con la culpa ajena y el dinero público, el negocio del siglo, con certificado verde y sello de corrupción roja.
Sumar, Bildu y BNG haciendo postureo internacionalista mientras cobran su sueldo público por “parar” en solidaridad con su hipocresía. Y la PSOE, cómo no, a medio camino: ni con el orden ni con la dignidad, solo con la foto y el discurso buenista de turno. España se hunde en la inflación, la inseguridad y el paro, pero el Congreso parece una ONG subvencionada con dinero de los mismos a los que dicen “plantar cara”.
Si SUMAR tuviera un mínimo de dignidad dejarían de apoyar un gobierno corrupto, pero no se han visto en una igual en su vida mientras hablan a sus cuatro votantes como niños de preescolar.