#2 No se trata de los sesenta y cinco mil muertos. Se trata del millón ochocientos treinta y cinco mil que están muriendo de hambre y enfermedades sólo para que alguien se aferre al poder.
Si no está en producción, me importa un cojón.
Si no está en producción, me importa un cojón.
Estoy hasta los huevos de leer milagros y no volver a verlos luego...
Si no está en producción, me importa un cojón.
Rafaela López, una jubilada de 67 años que se mostró muy sincera a la hora de contar cómo le afecta el problema de la vivienda.
"Cobro una pensión de 1.250 euros y pago unos 450 por el alquiler, que entre gastos y demás se queda en 700. Además, tengo que pagar un pellizquito por una operación. Al final, me quedan unos 150 euros para vivir. Ese es otro problema: la comida, todo… son muchos gastos. No podemos. "
Esta señora me acaba de convencer de no alquilarle una vivienda.
Por supuesto hubo detenidos e identificaciones que derivarán en multas. Pero si el Perro anda listo, ya debería estar redactando un indulto generalizado por estos actos.
#1 no hace falta irse al extranjero. Cualquiera que viva en el campo puede atestiguarlo. Este año apenas se han visto abejas, y ahora mismo hay menos grillos de lo que solía haber. De luciérnagas, ni hablo.
#13 yo una vez le dije que me habían despedido y que iba a tirarme por la ventana. Me dijo que lo considere y bla bla bla, y luego le dije: hola, soy el compañero de Bob. ¿Sabes porque no está en su mesa? ¿Sabes donde está?
Se hizo la loca.
Luego dije Omg. Ha saltado por la ventana. ¿Qué le dijiste?
#16 Dominique de Villespin, ex primer ministro de Francia acusó a su propio país de no estar “en su sitio” y situó a España como referente moral en Europa.
Por poner algo de contexto, la ermita de la Malena es un refugio de pastores donde alguien ha llevado una lámina de la virgen, no han vandalizado un fresco del siglo XII.
Dicen que las autoridades miran para otro lado ante las agresiones, pero es que no porque pongas un cuadro de 20€ tienes que obligar a la guardia civil a patrullar la zona.
Siempre es buen momento para volver a traer el famoso discurso de Norman Finkelsteinen en 2008 y su respuesta ante la estudiante que pretendía aplicar la hasbará.
Naron, de la longeva raza rigeliana, era el cuarto de su estirpe que llevaba los anales galácticos. Tenía en su poder el gran libro que contenía la lista de las numerosas razas de todas las galaxias que habían adquirido el don de la inteligencia, y el libro, mucho menor, en el que figuraban las que habían llegado a la madurez y poseían méritos para formar parte de la Federación Galáctica. En el primer libro habían tachado algunos nombres anotados con anterioridad: los de las razas que, por el motivo que fuere, habían fracasado. La mala fortuna, las deficiencias bioquímicas o biofísicas, la falta de adaptación social se cobraban su tributo. Sin embargo, en el libro pequeño nunca se había tenido que tachar ninguno de los nombres anotados.
En aquel momento, Naron, enormemente corpulento e increíblemente anciano, levantó la vista al notar que se acercaba un mensajero.
-Naron -saludó el mensajero-. ¡Gran Señor!
-Bueno, bueno, ¿qué hay? Menos ceremonias.
-Otro grupo de organismos ha llegado a la madurez.
-Estupendo, estupendo. Hoy en día ascienden muy aprisa. Apenas pasa año sin que llegue un grupo nuevo. ¿Quiénes son?
El mensajero dio el número clave de la galaxia y las coordenadas del mundo en cuestión.
-Ah, sí -dijo Naron- lo conozco.
Y con buena letra cursiva anotó el dato en el primer libro, trasladando luego el nombre del planeta al segundo. Utilizaba, como de costumbre, el nombre bajo el cual era conocido el planeta por la fracción más numerosa de sus propios habitantes.
Escribió, pues: La Tierra.
-Estas criaturas nuevas -dijo luego- han establecido un récord. Ningún otro grupo ha pasado tan rápidamente de la inteligencia a la madurez. No será una equivocación, espero.
-De ningún modo, señor -respondió el mensajero.
-Han llegado al conocimiento de la energía termonuclear, ¿no es cierto?
-Sí, señor.
-Bien, ese es el requisito -Naron soltó una risita-. Sus naves sondearán pronto el espacio y se pondrán en contacto con la Federación.
-En realidad, señor -dijo el mensajero con renuencia-, los observadores nos comunican que todavía no han penetrado en el espacio.
Naron se quedó atónito.
-¿Ni poco ni mucho? ¿No tienen siquiera una estación espacial?
-Todavía no, señor.
-Pero si poseen la energía termonuclear, ¿dónde realizan las pruebas y las explosiones?
-En su propio planeta, señor.
Naron se irguió en sus seis metros de estatura y tronó:
-¿En su propio planeta?
-Si, señor.
Con gesto pausado, Naron sacó la pluma y tachó con una raya la última anotación en el libro pequeño. Era un hecho sin precedentes; pero es que Naron era muy sabio y capaz de ver lo inevitable, como nadie, en la galaxia.