Nos dice la RAE que “agüero” es el procedimiento o práctica adivinatoria, utilizada en la antigüedad por pueblos supersticiosos, y que se basaba principalmente en la interpretación de señales, véase el canto o vuelo de las aves, ciertos fenómenos meteorológicos, etc... De “agüero” aparece otra palabra, “agorero”, esta con cierta connotación negativa, pues se dice de aquel que anuncia o predice males o desgracias.El caso es que si hacemos caso a la RAE la palabra “agüero” pareciera solo remitirnos a antiguas y olvidadas prácticas supersticiosas. Pues bien, yo les digo que en lo referente a la economía, esta disciplina donde parece obligación para algunos adivinar y afirmar con sospechosa rotundidad un trágico futuro, agüeros y agoreros a golpe de twit, titular o vídeo en Youtube están bien presentes hoy en día: chamanes y arúspices que aseguran ver en cierta señal, índice o tendencia el futuro. Y si bien prever en base a datos e intentar adelantarse a los acontecimientos parece ser algo necesario en toda nuestra actividad, como no en el análisis económico, no deja de ser curioso la repetida insistencia por parte de algunos de estos oráculos en anunciarnos el segundo advenimiento y el paseo de los cuatro jinetes.El malvado BCE. Cuestión de compromiso.Y así resulta que este que les escribe, uno que siempre fue crítico con el papel y sobre todo las vías de actuación asignadas al BCE de Maastricht, va a tener que romper una lanza a favor de este organismo, aun a riesgo de tener que abrir el paraguas, justo en un momento en que la actuación de este se ve seriamente, y no sin razones, criticada. ¿Por qué elegir un mal mayor pudiendo elegir uno menor? La economía, en tanto que es política, siempre es una cuestión de compromiso en el resultado y no de máximos. Ustedes ya conocen los sermones de nuestros pastores con esta institución y lo que el futuro nos depara, aquí mismo en Menéame se leen a diario: el malvado Banco Central, formalización institucional de henchidos burócratas, se comportaría siempre con una sorprendente imprudencia financiera al abusar, con su poder monopolístico, de la elasticidad crediticia que permite una moneda fiat, el euro, siendo así que con el fin de mantener las insostenibles deudas soberanas, este se vería a la larga abocado a recurrir a un continuo proceso inflacionario en aceleración, impresora mediante, cosa que iría en sentido contrario al principal cometido de la entidad, que no es otro que el control de precios y supervisión de la entidades de crédito.Y uno estará de acuerdo con muchas de las cosas anteriormente presentadas. Sí, el BCE es una institución de corte eminentemente burócrata, con todos los problemas asociados a este tipo de elefantes y su distancia del mundanal presente. Sí, es monopolística, si así queremos llamarlo (por eso se llama “Central”), en tanto actúa a la postre como árbitro de plazos y riesgos (si bien por otro lado pudiera parecer exagerado llamar monopolio a un Central que permite que más del 90% del dinero se realiza a través de la banca privada y la demanda de crédito). Sí, ha demostrado una más que dudosa competencia como controlador del riesgo al crédito en el mercado, a la vez que viene pareciendo su actuación como única solución momentánea a las deudas soberanas... y muchas otras vergüenzas de las que no dejaremos aquí mayores comentarios que estos: la tendencia que un banco central fiat crea en el mercado crediticio para trabajar sin liquidez, las vías mediante las cuales lanza sus estímulos, su inexistente voluntad de evitar una sobrefinanciarización de la economía, una sospechosa incapacidad o confirmada complacencia en no hacer llegar estos estímulos a eso que llamamos coloquialmente “economía real”, etc... El BCE, como cualquier central, presenta problemas de base y de funcionamiento, y no pequeños (también solemos, por otro lado, responsabilizarle de asuntos de los que no tiene competencia). Pero de esto a afirmar que la acción del BCE aboca a un continuo proceso inflacionario que nos llevará, en caso de no eliminar tal institución, a la llegada de los ciento cuarenta y cuatro mil elegidos, abogando así algunos por tiempos pretéritos hay un paso importante. No deberíamos nunca tirarnos a los brazos de la ortodoxia y doctrina oficial, siempre connivente y afanada en conseguir ciertos intereses espurios, siempre indolente con quien decidió sacrificar, actor este BCE de el flujo y concentración actual de rentas. La economía en tanto disciplina que no se cierra categorialmente es en el fondo política, y la política siempre es una cuestión de intereses, por lo que la crítica, alternativas, resistencia y presentación de contrapartidas siempre son más que necesarias. Pero también debemos advertir que no es nada nuevo esto de que cierta heterodoxia de uno y otro lado, siempre simpática en épocas complejas, asome la nariz en cada crisis para anunciarnos el fin del bloque histórico. Y un momento en el que confluiría una política de estímulo por parte del BCE junto a un aumento de, por un lado de la demanda tras la crisis del Covid-19 y por otro, de costes en materias primas, energía y en la cadena de distribución (vaya combo) es una oportunidad magnifica para la evangelización. Recuerden que los cristiandad creció con la profecía milenarista. No se trata aquí de poner paños calientes a la actual situación: el repunte de precios es una realidad que parece se va a mantener al menos algún tiempo, y nuestros bolsillos la van a notar, vaya. El temor se adueña de nosotros, y existen razones para ello. Seguro que muchos de estos apocalípticos heterodoxos presentan sus advertencias con sincera voluntad, y solo el tiempo nos dirá como se desarrollará ese futuro, siempre nebuloso para los mortales (yo les reconozco desconocerlo, estando lejos de esa rotundidad mostrada por algunos). Pero no tengamos dudas de que detrás de las filípicas de muchos otros se esconden espurios intereses ya bien conocidos. Sobre todo cuando, curiosamente, sus críticas van siempre dirigidas hacia ciertas instituciones pero por otro lado glorifican otros agentes operativos del mercado que tendrían tanta o más culpa de la situación que el BCE.Agorainflación: evolución de la inflación en la zona €, una visión internacional. “El futuro influye tanto en el presente como en el pasado” (Nietzsche)Pero dejemos por un momento el incierto futuro y centrémonos en lo conocido: ¿es verdad que la entrada del BCE ha significado un aumento acelerado de la inflación?, ¿cómo se ha comportado históricamente la estabilidad de precios antes y después de la aparición del BCE en los países ahora de la zona euro y en España?, ¿es la inflación, eso que algunos llaman “el ladrón más sutil”, la principal causa objetiva de pérdida de poder adquisitivo desde la entrada del BCE? Se suele decir que la inflación y la deflación son los dos principales enemigos de los economistas. Las perniciosas consecuencias que cualquiera de estos dos fenómenos pudieran tener en el caso de descontrolarse son conocidas, y no voy ahora a entrar en detalle de estas, pues si han llegado hasta aquí supongo que ustedes ya las conocerán. Pero a esos dos fenómenos añadiré ahora un tercero, acaso igual o más peligroso, este que he venido a llamar “Agorainflación”: el pánico infundido y anunciado. Y es que la importancia de las expectativas a futuro para la economía marcan las acciones del presente.En la siguiente gráfica observarán la evolución histórica del IPC [1] para los países de la zona euro desde 1960 hasta 2021:La línea vertical que pueden encontrar en 1999 marca el año de comienzo del mandato del BCE a plena competencia (si bien ya desde principio de los 90 comenzaría la cooperación monetaria europea). Las líneas sombreadas refieren a los periodos de recesión económica (pues pudiera ser interesante saber como se comportan los precios en épocas de crisis). Se acompaña así la gráfica con algunos datos muy sencillos que nos permitirán comparar la evolución de la inflación antes y después de la entrada del BCE.Un rápido vistazo a la gráfica habla por sí solo: mientras la media anual del IPC antes de la entrada del BCE se situaba en más de un 5,5%, con especial relevancia en este dato del proceso inflacionario de los años 70 (más abajo comentaré sobre esto), el promedio bajo la gestión del BCE se sitúa en un 1,88% (cumpliendo el BCE por el momento su objetivo de un 2%). Mientras la tendencia de la inflación de 1960 a 1999 era plana, la tendencia con el mandato del BCE era una rebaja media de inflación a un ritmo de un -0,7% anual. Y por el lado de la estabilidad, la desviación del primer periodo resulta en más de 3 veces la demostrada por el segundo (3,4% Vs.1,1% ). Y todo esto incluyendo ya el año 2021 con un 3,4% de inflación (dato cierre de septiembre).Agorainflación: evolución inflación en España, una visión local.
Misma gráfica, ahora para España. De nuevo una simple mirada resulta reveladora: un promedio anual de inflación más de 4 veces superior antes del BCE a después (8,76% Vs. 2,08%), de nuevo con una especial incidencia de la crisis de los 70 en la comparativa. Una tendencia negativa que duplica en ritmo la parte BCE. Y una estabilidad de precios casi cuatro veces superior (5,71% Vs. 1,51%). De nuevo todos estos datos incluyendo ya un 4% de inflación para 2021 (dato a cierre de septiembre).¿Demuestra por tanto la acción del BCE esa “tendencia a la inflación” tan cacareada por algunos? Lo cierto es que los datos fríos de lo conocido no demuestran tal afirmación: tanto el promedio anual, como la tendencia (siempre negativa y con mayor pendiente que el anterior periodo) nos dicen lo contrario, mientras la estabilidad de precios sería mucho mayor con el BCE. Dicho esto, debemos aquí reconocer que desde la entrada del BCE, no parece que la economía se haya tenido que enfrentar, al menos por el momento, veremos ahora, a un proceso inflacionario como el propio de los años 70 con la famosa “crisis del petróleo”. Al fin y al cabo, si hoy sabemos que la política monetaria es de máxima importancia para el devenir económico general (y esa crisis de los 70 bien nos lo mostró), suelen ser otros motivos más materiales los causantes de las principales distorsiones en la evolución de precios. Recuerden que procesos inflacionarios han existido a lo largo de toda la historia, antes y después de la llegada de los bancos centrales, y a muchos les sorprendería saber que la inflación es un proceso que se da en todo ser vivo, no solo el humano. Por otro lado, en lo referente a la inflación, podemos decir que el mandato del BCE se ha tenido que enfrentar a una crisis financiera tan importante como la del 2008, contestando a esta con una fuerte política de estímulos (impresión moneda y compra de deuda soberana a tipos reducidos) para intentar paliar los efectos de esta recesión, sin resultar esto en un proceso inflacionista, más bien al contrario como podemos ver en la gráfica, negando la máxima “impresión de dinero = inflación” (las razones de esto son varias, posiblemente relacionadas con algunos de esos pecados del BCE que comentábamos más arriba, sobrefinanciarización de la economía, y en cualquier caso están todavía siendo estudiadas). Y aun si excluyésemos del análisis el periodo inflacionario de los 70 el mandato del BCE mostraría una menor inflación y una mayor estabilidad.Por otro lado soy plenamente consciente del simplismo que puede resultar presentar estos datos sin conectarlos con otros, si bien espero que el lector me disculpe, pues el objeto de este artículo es advertir sobre lo tal vez exagerado de algunas afirmaciones que se vienen presentando en los últimos meses, proporcionando una simple y rápida mirada a nuestra reciente historia en lo relativo a la evolución de precios, y no un sesudo análisis de situación. Pareciera que en ocasiones olvidamos que la política o sistema monetario no debería ser un fin en sí mismo, sino un medio. Atender solo a la evolución de precios, o argumentar que el euro se devalúa frente al oro u otros activos, como tanto y tanto se insiste por algunos, no deja de ser en cierto modo una irrelevancia frente a otras cuestiones: ¿es este o aquel sistema más o menos estable, más o menos resiliente o volátil frente a las crisis?, ¿cómo conecta con la renta y la capacidad de consumo?, ¿cómo se comporta frente a las fricciones del mercado?, ¿qué relación tiene con la deuda pública y privada?. Y sobre todo, ¿cuánto es debido a la política monetaria y cuanto no?, ¿superan las alternativas a todo esto?... Posiblemente sean en la capacidad que tengamos de conectar estas cuestiones donde encontremos los problemas endémicos de nuestras economías, y no en la simple actuación del BCE, la política monetaria o la evolución de precios. Cuestiones esas otras de las que sospechosamente muchos no parecen denunciar con tanto ahínco, más bien en ocasiones las toman como algo “natural” (que bien eso de naturalizar ciertos problemas y humanizar otros, ¿verdad?...).Si el actual repunte de los precios que vivimos a nivel global en este 2021 es la antesala de una nueva crisis inflacionaria, o si por el contrario solo será una situación circunstancial, nos será revelado según pase el tiempo. Yo les insisto en que desconozco la respuesta. Sin duda el repunte de este 2021, parece ya difícil que no se prolongue al menos a buena parte del 2022, alineándose, como veíamos más arriba, un aumento de demanda tras la crisis del Covid, un aumento de costes de materias primas y energía, junto con un reajuste de costes en la cadena de distribución, situación que nos debe poner alerta. Y mucho. Pero levantar las manos y empezar a correr en círculos, despotricando día sí y día también contra la política de un Central que, al menos por el momento, demuestra un cierto control sobre precios, o hablando ya de proceso “hiperinflacionario” como algunos ya se han lanzado a decir (investiguen ustedes lo que es técnicamente una hiperinflación y valoren si los datos que conocemos nos apuntan a ello) pareciera más propio, al menos todavía, de ser víctima del momento que de una reflexión serena a la luz de los datos conocidos. O de algo peor.Abro paraguas...------------------------------------------------------[1] Una viejo debate entorno al índice de precios es hasta qué punto el IPC es un correcto indicador para medir la evolución de los precios. El IPC mide la evolución del precio de una serie de artículos, cosa que deja fuera del calculo otras, con las consecuentes distorsiones que esto podría acarrear. Si aquí se ha dado detalle del IPC es porque 1) es el índice utilizado de forma estándar para medir la evolución de precios 2) incluye la evolución de precios de alimentos no procesados y energía (a diferencia del “IPC subyacente”), algo importante a conocer dada la actual coyuntura y 3) fuera del IPC (sea armonizado, deflactado o subyacente) no existe ningún índice estandarizado y de aceptación 4) nos permite conocer el índice de precios de los productos y servicios que se consideran como recurrentes, dejando fuera mercados residuales que podrían desvirtuar el calculo (por ejemplo, el evolución de precios de los yates poco importa a nivel general).[2] Como me dicen que escribo artículos demasiado largos para esto de la internete (y tienen razón, como ven soy incapaz de hacerlos más cortos), dejaré tal vez para otro día la incidencia de la inflación en el poder adquisitivo del asalariado medio. Más que otra cosa para que veamos todos juntos si es verdad eso de que la inflación es lo que más ha venido afectando a su poder adquisitivo, o más bien fueran otros motivos sobre los que, curiosamente, no parecen algunos publicitar tanto, sino defenderlos. De aperitivo:
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Leemos en la prensa esta semana que Errejón, cara más visible de la formación Más País, criticaba la nueva ley de vivienda que el gobierno en coalición PSOE-UP nos anunciaba (medida ya noticiada hasta la saciedad, que ustedes ya conocen y de la que por tanto podemos ahorrarnos aquí dar más detalle), llegando a sugerir que el nuevo acuerdo no pasaba de ser una medida electoralista, o al menos poco efectista, en tanto dejaba a cada comunidad autónoma y ayuntamiento la potestad final para aplicarla o no. Veo en la prensa que tenemos, por supuesto, Tweet del interfecto:¿Acaso será posible que Errejón, un doctorado en politología, acabe de descubrir por donde se rompen las costuras de una política de izquierdas cuando esta intenta hilvanarse con una visión que lleva, no en pocas ocasiones, al menos a un autonomismo molecular de la administración, posición esta que el mismo Errejón y tantos otros de nuestra izquierda defienden en otras ocasiones?; ¿o será, como ya nos viene acostumbrando Más País, no mucho más que un nuevo cambio de timón para la formación, en espera del siguiente?Aunque por otro lado, y siendo justos con el gobierno, Sr. Errejón, nuestra misma constitución, esa que tan centralista es para muchos, ya recoge que las competencias en vivienda serán de las CCAA.¿Entonces todo bien o no, Errejón?.
Al hilo del artículo publicado aquí mismo en Menéame no hace apenas tres días, Los peligros de la palabra "ser" (III): Ryle y error lógico categorial. El mito de Descartes" class="content-link" style="color: rgb(227, 86, 20)" data-toggle="popover" data-popover-type="link" data-popover-url="/tooltip/link/peligros-palabra-ser-iii-error-logico-categorial-mito-descartes">Los peligros de la palabra "ser" (III): Ryle y error lógico categorial. El mito de Descartes (si tienen un ratillo debo recomendar leerlo antes de este, aunque no sea muy elegante esto de autocitarse y autorecomendarse) quisiera dejar un pequeño ejemplo de error categorial, acaso intentando resolver alguna duda que otros usuarios de Menéame han planteado en alguna ocasión relacionado con el asunto. Además, este mismo ejemplo pudiera dar buena cuenta de las implicaciones que este tipo de error tendría en otras áreas diferentes al http://www.sefaweb.es/el-problema-mente-cuerpo/#:~:text=El%20problema%20mente%2Dcuerpo%20puede,general%2C%20nuestros%20estados%20f%C3%ADsicos).&text=La%20tradici%C3%B3n%20plat%C3%B3nica%20sostuvo%20que,cual%20es%20material%20y%20perecedero." target="_blank" class="content-link external" style="color: rgb(227, 86, 20)">problema “mente/cuerpo” del que propiamente trata el artículo citado anteriormente. Vamos allá:Imaginemos que un extraterrestre estuviera investigando a los humanos. Registra, en dos observaciones diferentes un evento parecido: un futbolista que lanza un penalti y hace gol. En la primera observación, al gol le sigue una muy comedida celebración, la propia cuando el equipo ya se encuentra eliminado virtualmente de un mundial, mientras en la segunda la celebración es muy vigorosa, incluso extendiéndose por toda la ciudad y país. La correspondiente a ganar un mundial.Nuestro extraterrestre quiere saber cuál es la diferencia que justifica esas distintas reacciones, y analiza físicamente (lo mismo sería si lo hiciera químicamente, o biológicamente, etc.) ambos procesos. Comprueba que el pie, los músculos, tendones, nervios e incluso conexiones neuronales implicados en el lanzamiento de ambos penaltis son los mismos: lo mismo para el impacto y la fuerza ejercida sobre el balón, la trayectoria que este siguió, el patrón parabólico, las porterías, los materiales, etc.Nosotros conocemos que la diferencia entre la reacción al primer gol y al segundo corresponde a que con uno no se consigue nada que socialmente se entienda como relevante, pero con el otro se pudiera ganar un mundial de fútbol. El alienígena, sin embargo, no conoce esto: por mucho que busque en las propiedades y relaciones físicas del cuerpo de los futbolistas, del balón, del campo de fútbol, del césped, de la grada, de los materiales, de la climatología, etc., no podrá encontrar la diferencia que justifica la distinta reacción ante el gol. Está buscando, dicho de forma coloquial, en sitio erróneo. Lo que hace a un gol ser la diferencia entre ganar o no un mundial, causa de las distintas reacciones, no es una propiedad física del gol o una relación física de este con otros agentes. Y aquí enganchamos con el artículo sobre el “error lógico categorial” de Ryle más arriba enlazado, en tanto que el extraterrestre estaría cometiendo un tipo de error categorial, este es, buscar una explicación de una ocurrencia social y normativa en un proceso físico. A pesar de que todo en los dos campos de fútbol era físico, el porqué de la diferente reacción no pertenece a este nivel de explicación.Pues lo mismo sucede, según Ryle, cuando tratamos el famoso problema “mente/cuerpo”: el error al intentar explicar como una decisión desde un supuesto proceso mental es capaz de crear una activación neuronal (que a la postre creará una acción corporal, por ejemplo) no es diferente al error que comete nuestro extraterrestre al intentar explicar desde la física las diferentes reacciones a los goles. El nivel lógico al referirnos a lo psicológico, a lo mental, a la conciencia, etc. (ponga aquí el vocabulario que quiera respecto al asunto) es diferente al físico, y proponer una descripción psicológica como causa de un suceso físico es un error a la hora de seleccionar la correcta categoría y atributos lógicos que responden a la cuestión. Y de la misma manera en que el extraterrestre se equivocaría si, al no poder explicar las diferentes reacciones al gol desde la física, afirmara la existencia de una nueva substancia o entidad que sea causa de tal diferencia (cayendo en el dualismo), el error categorial invade de igual modo el problema mente/cuerpo, en tanto este problema trata de resolver lo que es, ya de base, una cuestión corrupta, al dar por supuesta a priori la existencia de una substancia o entidad, la mente, a la que se le atribuye una interacción causal con las acciones, las conductas, etc. Nótese que Ryle no entra a negar la existencia de la mente, sino que lo que pone en duda con su idea de "error lógico categorial" es que procesos físicos se puedan justificar como efectos de procesos mentales, al hallarse mente y cuerpo en niveles lógicos diferentes (para mejor explicación de esto último ver más el artículo original).Tal vez cada ciencia “dura” consiga en un futuro la explicación completa desde su propio cierre categorial [1], pero aun así será un error mezclar las explicaciones. O en palabras del propio Ryle:"Los físicos podrán haber encontrado algún día la respuesta a todas las preguntas físicas, pero no todas las preguntas son preguntas físicas. Las leyes que han encontrado y encontrarán pueden, en un sentido metafórico del verbo, regir todo lo que ocurre, pero no ordenan todo lo que ocurre. (...) Palabras como explicación, ley, regla, principio, por qué, porque, causa, razón, gobernar, necesario, etc., tienen un rango de sentidos típicamente diferente. (...) De hecho, tal vez todas las preguntas de forma "¿por qué?" de un cierto tipo sean solucionables en esos términos, y ninguna pregunta de la forma "¿por qué"? de otro tipo lo sea únicamente en ellos."Por cierto: alguien tendría que decirle esto mismo a algunos de nuestros “duros” cientificistas extraterrestes... -----------------[1] Una objeción muy escuchada ante todo esto sería aquella que refiere a la transversalidad científica: si bien solo la física no podría dar una explicación completa a la diferencia en esas dos diferentes reacciones al gol, sería la combinación de diferentes conocimientos “duros” (en contraposición a las llamadas ciencias “blandas”), conocimientos físicos, químicos, biológicos, etc., los que podrían explicar la diferencia en el fenómeno. De esta manera, la combinación de conocimientos biológicos (como pudiera ser el nivel de adrenalina o sudoración de los espectadores), químicos (la misma adrenalina estudiada desde el nivel químico) o físicos, etc. podrían dar explicación completa a la diferencia en las reacciones ante el gol. Es importante a este aspecto destacar dos puntos: en primer lugar esta posición estaría aceptando el cierre categorial; cada ciencia estaría limitada en su conocimiento posible por los axiomas que esta misma ciencia presenta, no llegando ninguna ciencia por si sola a explicar a todo nivel lógico las cuestiones. Y por otro lado parece complicado que incluso la combinación de conocimientos científicos “duros” pudiera dar respuesta más allá de ciertas relaciones ocurridas durante los fenómenos en cuestión: podrá describirnos los fenómenos, pero no el porqué de la diferencia de ambos. -------------Este artículo se publica como anexo o complemento a la tercera entrega de la serie "Los peligros de la palabra ser":
Quienes tengan trato asiduo con los más pequeños lo conocerán: esa literalidad en el uso del lenguaje con la que en ocasiones nos sorprenden. Lo que en un principio son las limitaciones propias de aquellos, los pequeños, que se encuentran aún en una temprana etapa del desarrollo del lenguaje y el pensamiento abstracto, sirve sin embargo en ocasiones para hacernos notar nuestros propios vicios, errores lógicos y abusos del lenguaje que como adultos cometemos.Un ejemplo propio de esto mismo y que me anima a escribirles: resulta que con esto del comienzo de curso escolar, conversábamos mi mujer y yo en el coche sobre algunos cambios que se habían realizado en lo respectivo al mobiliario de la clase de la pequeña. Teorizaba yo con que esos cambios pudieran deberse a medidas relacionadas con el coronavirus; en un momento dado de la conversación dije algo así como “(...) y será la prudencia lo que ha llevado a la guardería a comprar más mesas”... momento tras el cual mi hija mayor exclamaría, tonillo de resabida mediante: “papá, una guardería no puede ir a comprar nada”... Imaginen: uno trata de explicar a la niña como es eso de que en ocasiones se utilizan ciertas abstracciones y formalismos (no con estas palabras, claro) para que las personas nos entendamos al hablar, explicación que apuesto no tuvo ningún éxito, pues tras soltarle el rollo a la niña, lo primero que esta me preguntó fue sobre el significado de eso de “la prudencia”, y lo segundo, tras debida respuesta, fue de nuevo preguntarme “¿y como llevó la prudencia a la guardería a comprar, en coche?”... Gilbert Ryle y “El Concepto de lo Mental”: el error lógico categorial.“Estamos en la oscuridad acerca de la naturaleza de los problemas y los métodos filosóficos, si estamos en la oscuridad acerca de los tipos o categorías” (Ryle, “Categoría”, 1938).A Gilbert Ryle (Brighton 1900 – Oxford 1976) se le considera uno de los representantes de la escuela anglosajona de mediados del S. XX y por tanto de la llamada filosofía analítica, esa especie de policías del lenguaje y de sus formas lógicas de enunciado. Las propuestas de Ryle han tenido una importante influencia tanto en la propia escuela analítica como en posteriores autores, es especial en relación a la filosofía de la mente.En “El Concepto de lo Mental” (“The Concept of Mind”, 1949) Ryle nos mostrará lo que se ha venido a denominar el “error lógico categorial”. Estrictamente se define como un error lingüístico de tipo particular en el que se incurre cuando una determinada cuestión recibe una respuesta de un tipo o nivel lógico diferente. Ryle nos invita a pensar en lo que se ha convertido ya en un ejemplo clásico: alguien que viaja hasta Oxford a visitar a un amigo y le pide a este, profesor, que le enseñe la universidad. El profesor le muestra la torre, el auditorio, charlan con otros profesores y estudiantes, dan un paseo por el jardín botánico donde contemplan diferentes plantas y árboles, le enseña el telescopio, etc… Al acabar la visita, el viajero se vuelve a su amigo y le dice: “Todo lo que hemos visto es maravilloso pero, ¿cuándo veremos la universidad?”.En este ejemplo, el error categorial aparece cuando igualamos a un mismo nivel lógico lo que es una abstracción formal (en el ejemplo la universidad) con objetos o fenómenos concretos que nuestros sentidos perciben (la torre, los árboles, el telescopio, etc.). La confusión está en suponer que una afirmación de una cierta categoría (en este caso una abstracción dependiente de las relaciones entre sus partes, la universidad) puede ser tratada como una de categoría diferente (como objeto intuitivo). En el mismo error categorial se caería, propone Ryle con otros ejemplos, si al asistir a un desfile militar y tras ver a la infantería y caballería marchar, se preguntara cuándo veremos pasar al ejército; o si al asistir a un partido de cricket y tras ver a los jugadores y el campo desde la grada buscásemos con la mirada el “espíritu de equipo”.Ryle nos llamará la atención sobre como cada categoría tiene una serie de atributos lógicos posibles (“poderes lógicos” los llama Ryle). En los ejemplos anteriores, los objetos sensibles tienen el atributo de poder ser captados por nuestros sentidos, mientras que captar los formalismos dependería del conocimiento que tengamos sobre las relaciones entre partes que lo forman. Cada enunciado tendría una serie de relaciones lógicas compatibles con unas proposiciones e incompatibles con otras. Usar una cierta afirmación como perteneciente a la categoría errónea conlleva atribuirla atributos lógicos que no le pertenecen (“ver la universidad” en el ejemplo), y así el daño invade a otras proposiciones con las que se relaciona. “Llora porque está triste”: causalidad y conducta como error categorial.Sin duda estos ejemplos son exagerados, les excusa su evidente objetivo ilustrativo, y diríamos que ninguna persona con ciertas competencias los cometería. Sin embargo, es conocida la dificultad en no caer en las falacias lógicas: su sutileza, uso cotidiano y eficacia para resolver situaciones exigen un enorme esfuerzo para esquivarlas. Al fin y al cabo parece que la existencia de estos sesgos y errores lógicos tienen una razón práctica y evolutiva.Veamos así ahora otros ejemplos con los siguientes enunciados: “el tronco fue talado por el filo de una sierra” y comparemos esta proposición con este otra enunciado tan de uso diario: “llora porque está triste”. Ambos enunciados se nos presentan como explicaciones a un fenómeno, la tala del árbol en un caso y el lloro en el otro, si bien son explicaciones muy diferentes. La primera explicación es causal, una afirmación de la que podemos inferir un relato mecánico de los procesos que condujeron a que el árbol fuera talado, mientras la segunda, “llora porque está triste”, no nos ofrece una explicación. Sabemos que está triste porque llora y explicamos que llora diciendo que está triste. Presentamos un supuesto estado mental, la tristeza, y lo utilizamos tanto para la descripción como para la explicación; explicamos el fenómeno con el mismo fenómeno. Estamos ante un error categorial: igualamos a la misma categoría lógica el fenómeno que nuestros sentidos intuyen (llorar) con la supuesta causa.En línea con este último ejemplo, comparemos de nuevo otras dos afirmaciones: “Pepito es amable” y “la codicia es reprensible”. De nuevo los dos enunciados parecieran tener una misma estructura, los dos nos dan información sobre algo. Sin embargo, asumir que ambas afirmaciones comparten una misma estructura lógica puede llevarnos a una serie de incoherencias, como pensar que a la codicia se le pudiera reprender. Ambas afirmaciones parecen hablar de un sujeto singular, Pepito y La Codicia (las mayúsculas aquí no son casuales), pero en realidad sólo la primera lo hace, la segunda se refiere a una idea (“aserciones cuasiplatónicas” las llama Ryle). La categoría lógica donde se encuentra la idea de codicia no es la misma en la que se encuentra Pepito. La codicia no es reprensible, lo reprensible será, en todo caso, aquellas personas cuya conducta sea codiciosa (dejaremos para otro artículo el análisis de la idea de persona o individuo, que también se las trae...). Como indicábamos más arriba, el error aparece al suponer que una afirmación de una cierta categoría (como es el caso de las aserciones cuasiplatónicas) pueden ser tratadas como una de categoría diferente (una afirmación sobre un particular).Vistos estos dos casos, de nuevo se han buscado ejemplos más o menos evidentes, muchos no verán un especial problema, aunque tal vez algunos lectores comiencen a ver lo complicado que en el uso diario del lenguaje y de su estructura gramatical y semántica nos resulta no caer en errores categoriales. Al fin y al cabo podríamos decir que cuando afirmamos que la codicia es reprensible estamos siendo perfectamente conscientes de que, en este contexto, no es más que una forma de resumir algo así como “las conductas codiciosas” y que, de esta manera, cuando afirmamos que “la codicia es reprensible” estaríamos economizando la frase “las personas con conductas codiciosas son reprensibles”. Las abstracciones y sustantivaciones, capacidades que se han demostrado fundamentales para nuestra evolución, nos sirven como forma eficaz de entender el mundo y comunicarnos. Y sería así siempre que seamos conscientes de esto al realizar tales afirmaciones: no lo era mi hija al aplicar a la guardería o la prudencia atributos lógicos propios de sujetos operativos humanos (“ir a comprar”,” llevar en el coche”), cometiendo un error categorial muy propio de los niños (por aquí excusaremos a la niña). Pero los adultos, ¿siempre somos conscientes de estos usos del lenguaje?, ¿o por el contrario estos errores categoriales dominan nuestra forma de entender el mundo?“La prudencia”: de la relación “sujeto-realidad" a la idea de mente. Las humanos somos expertos en etiquetar lo que nos rodea, en especial a otras personas. Afirmaciones, a veces privadas y otras veces públicas, configuran buena parte de como juzgamos a los demás: “este es valiente”, “aquel es generoso”, “ese es obediente", etc. componen buena parte de nuestro entendimiento sobre lo que nos rodea. Siguiendo con el ejemplo de “la prudencia”: a mi amigo Juan lo considero una persona prudente: su forma general de comportarse o su manera típica de afrontar incertidumbres, así me lo han demostrado. Podría afirmar por tanto que “Juan se comporta regularmente de forma prudente”, afirmación que a su vez solemos resumir en otra: “Juan es una persona prudente”. Aquí el uso del verbo ser es correcto, pero peligroso: se pasa a utilizar el verbo que por definición y uso denota esencia, con el riesgo de deslizar el campo semántico desde la conducta (se comporta de tal modo) a la esencia (es de tal modo), pasándose de la propiedad relacional (la forma o manera en la que mi amigo Juan interactúa con lo que le rodea) a la propiedad esencial. De nuevo, siempre que seamos conscientes de esto, no hay problema. Pero si por el contrario acabáramos asociando por uso la palabra “ser” a la esencia del sujeto, podríamos llegar al punto en el que Juan ya no se comporta de manera prudente, sino en virtud de algo que Juan posee y que es parte de este: la prudencia (nótese que aquí no estamos entrando a debatir sobre si ciertas comportamientos recurrentes tienen una base innata o son solo resultados del aprendizaje, no es este el objeto de este artículo; tan solo afirmamos que en cualquier caso algo como la prudencia de Juan solo se puede demostrar poniendo en relación el acto del individuo, Juan, con eso que solemos llamar realidad). Y con esto ya hemos introducido un sustantivo: la prudencia. Hemos así sustantivado, convertido a la categoría de ser, lo que en principio es solo un adjetivo (prudente) que hace referencia al tipo de relaciones que Juan realiza con su entorno. Y como a todo sustantivo le corresponde por su categoría lógica, es fácil que los despistados caigamos en asociarle atributos propios de esta categoría, aunque en realidad no le pertenezcan, en nuestro caso uno propio de los seres: el de extensión, un atributo espacial... ¿Y dónde por tanto colocamos a “la prudencia”, con su atributo de extensión?, ¿en qué lugar situamos lo que es ahora una cualidad esencial del sujeto? La primera respuesta se hace evidente: en tanto es esencia del sujeto, la prudencia debe situarse en el propio sujeto que actúa con prudencia: en las entrañas, en el corazón, en el espíritu... Diremos en nuestro presente: en la mente.El mito de Descartes: el dogma del fantasma en la máquina.Llegamos así al punto central del libro de Ryle: su ataque frontal a lo que, según sus propias palabras, compone la doctrina oficial que él mismo denominará como “el mito de Descartes”:“(...) Espero probar que [la doctrina oficial] es un gran error, uno de una clase especial, a saber, es un error categorial. Representa los hechos de la vida mental como si pertenecieran a un tipo o categoría lógica (o a un rango de tipos o categorías), cuando en realidad pertenecen a otra. (...) El propósito destructivo que persigo es mostrar que la teoría de la doble vida tiene su origen en un conjunto de profundos errores categoriales. (...)” Refiere así Ryle a la idea que propone a los humanos como compuestos de un cuerpo y una mente, presentando a ambas partes como pertenecientes a una misma categoría lógica y en cierta manera entendidos como independientes uno del otro. Y si no fíjense en estas frases tan escuchada tipo “a veces actúo sin ser yo mismo”, como si uno fuera algo diferente a ese cuerpo que actúa. Frases que denotan una manera de entender la mente como una suerte de “fantasma en la máquina”, la mente como una entidad rectora, envuelta aún en misterio y enigma, diferente pero unida a ese cuerpo que no sería más que la mecánica del individuo: el viejo dualismo cuerpo-alma, pero pasado por el tamiz del lenguaje moderno de Descartes; el nuevo dualismo mente-cuerpo. En palabras de Ryle:“El dogma del "fantasma en la máquina" sostiene que existen cuerpos y mentes, que acaecen procesos físicos y procesos mentales, que los movimientos corporales tienen causas mecánicas y causas mentales. Mi tesis es que éstas y otras conjunciones análogas son absurdas. Debe observarse (...) [que] no niego, por ejemplo, que acaezcan procesos mentales. Dividir y hacer una broma lo son. Sostengo que la frase "hay procesos mentales" no tiene el mismo significado que la frase "hay procesos físicos" y que, en consecuencia, carece de sentido su conjunción o su disyunción."Para Ryle, gran parte de la filosofía y ciencia moderna, heredera de Descartes, estaría tiznada por este error. La famosa http://www.sefaweb.es/el-problema-mente-cuerpo/#:~:text=El%20problema%20mente%2Dcuerpo%20puede,general%2C%20nuestros%20estados%20f%C3%ADsicos).&text=La%20tradici%C3%B3n%20plat%C3%B3nica%20sostuvo%20que,cual%20es%20material%20y%20perecedero." target="_blank" class="content-link external" style="color: rgb(227, 86, 20)">problemática mente-cuerpo, la dificultad para determinar la relación entre nuestros estados mentales y nuestros estados corporales, implica un error categorial, en tanto coloca como equivalentes lógicos a ambos, dotándolos de un mismo tipo de existencia y categoría ontológica, e intentando en base a esto analizar sus relaciones. Para Ryle, muy al contrario, es justo porque cuerpo y mente no pertenecen a una misma categoría lógica por lo que no pueden tratarse como términos opuestos:"[...] "mental" no denota un estado o condición tal que podamos preguntar con sentido de una cosa o evento dados, si es mental o físico, si está "en la mente" o "en el mundo externo". Hablar de la mente de una persona no es hablar de un depósito en el que se puedan alojar objetos que nos está prohibido alojar en otro depósito llamado "mundo físico". Es, más bien, hablar de las aptitudes, debilidades y propensiones de esa persona para hacer y padecer determinados tipos de cosas en el mundo de todos los días." En vez de dos realidades, mente y cuerpo, lo que tenemos es una misma realidad designada por dos sistemas conceptuales y lógicos diferentes: el mental y el físico. Hablar de la voluntad y de los actos volitivos, de la inteligencia y de los actos inteligentes, de la prudencia y de los actos prudentes... buena parte de todo este vocabulario que hoy en día utilizamos para referirnos a la mente simplemente sería una forma distinta de describir las disposiciones conductuales: al igual que veíamos que la universidad o la guardería son abstracciones formales dependientes de las relaciones entre partes, la idea de mente con sus disposiciones mentales (como “la prudencia”) referiría de igual manera al tipo de relaciones que el sujeto operatorio realiza con su entorno. Que exista un discurso en el que hablemos de la existencia de procesos mentales, no debe llevarnos a inferir que la mente soporte atributos lógicos que pertenecen a objetos físicos, creando así una nueva entidad o substancia, y presentando en ocasiones la mente como aquello que sostiene a los estados mentales o es sede y rector de los mismos, creando así una artificiosa realidad paralela, ese “fantasma en la máquina” en el que en ocasiones caemos, propio de la siempre tentativa sustantivación metafísica.Ryle en la historia de filosofía de la mente.“Decir que una persona apretó el gatillo intencionalmente es expresar al menos una proposición conjuntiva, afirmando la ocurrencia de un acto en el escenario físico y de otro en el mental, y que, de acuerdo con la mayoría de las versiones del mito, es expresar una proposición causal, afirmando que el acto corporal de apretar el gatillo fue el efecto del acto mental de querer apretarlo..(...)[El] problema del libre albedrío consistió, entonces, en la posibilidad de reconciliar la hipótesis de que la mente debe ser descrita en términos tomados de las categorías de la mecánica con el hecho de que la conducta humana, en su manifestación más elevada, no es lo mismo que el funcionamiento de las máquinas.” (Ryle, "El Concepto de lo Mental", 1949)“El Concepto de lo Mental” se consideró como una importante contribución a la filosofía del lenguaje y de la mente (con todas las implicaciones que esto conlleva, véase la anterior cita como ejemplo). Algunos autores han referido a la obra como un “conductismo lógico” (en línea con algunos planteamientos de Wittgenstein), que si bien no debemos confundir con la psicología conductista (la de Paulov, Skinner o Watson), si parece referirnos a la idea de la “caja negra”, según la cual sólo podemos referirnos a conductas observables y no podemos inferir con certeza la existencia de procesos mentales. A este respecto es importante destacar que Ryle no negaría nunca los procesos mentales, sino más bien advertiría que gran parte de los conceptos que utilizamos diariamente para referirnos a la mente no son más que etiquetas para categorizar conductas, apareciendo así el error lógico al utilizar estas mismas etiquetas cuando queremos explicar la conducta. En cualquier caso los planteamientos de Ryle se insertan en la importante, amplia y aún lejos de resolver polémica sobre esta materia, donde posiciones conductistas, neo-cartesianas, cognitivistas, funcionalistas, emergentistas o materialistas (en sus versiones más o menos fisicalistas) se enfrentan y se combinan para dar respuesta.Dos objeciones clásicas a la propuesta de Ryle serían, por un lado, que las disposiciones a la conducta no son suficientes ni necesarias para colegir estados mentales: un robot en control remoto, que no tiene estados mentales ni es causa primera de sus acciones, podría demostrar todas las conductas que nos permite atribuir disposiciones a la conducta. Y por otro lado un sujeto podría estar en un estado mental sin demostrar ninguna conducta que permita atribuirle disposiciones a la conducta alguna: el vínculo a priori entre disposición mental y conducta no es lo suficientemente directo para demostrar una reducción de lo mental a disposiciones de la conducta (a este último punto es interesante ver el experimento mental de los Super-Super Espartanos de Putnam).Para finalizar, en esta ocasión, me gustaría dejarles con una reflexión de Ryle creo que muy interesante para los tiempos que nos tocaron vivir: En la búsqueda del yo, uno no puede ser simultáneamente el cazador y el cazado (...) La soledad absoluta es el destino inevitable del alma. Solo los cuerpos pueden encontrarse.--------------------------------------------------------------------------------Este artículo se publica como la tercera entrega de la serie "Los peligros de la palabra ser". Otras entregas:
"Una economía de libre mercado sería el distribuidor más eficiente de riqueza y soberanía, debido a que un mercado regido por su propia dinámica podría otorgar a cada quien lo que merece de acuerdo con su esfuerzo y sus capacidades (...)" (Hayek, "El Atavismo de la Justicia Social, 1976)
He despertado escuchando una noticia que aparece muy de vez en cuando en los medios de comunicación. Hacía referencia a un asesinato en el que su autor afirmaba haberlo realizado por el deseo de saber qué se sentía. Quería experimentar la transgresión de un límite (...) ¿cuál es la verdadera naturaleza del placer? ¿Por qué es motivo de ficciones de terror a veces muy reales? Para tratar de responder a esta pregunta, me gustaría acercaros a la polémica entre Platón y Epicuro sobre la naturaleza del placer.
“La fe y la creencia son términos tan internamente relacionados como los términos sujeto y objeto (el sujeto que ve algo y el objeto visto por él). Se dice a veces “Les congregaba una misma fe” – y aquí fe es creencia-; otra vez : “Sufría por sus creencias” y aquí creencia es el contenido de su fe (por ejemplo, cuando alguien, lleno de fe, es decir, convencido de lo que dice, afirma: “calzo el número 40”, cuando el realidad, su pie era del número 43; una fe, por tanto, que le lleva a sufrir por sus creencias”(...)Gustavo Bueno, "La Fe del Ateo", 2007
Utilizamos el término “cerebrocentrismo” para referirnos a cierta inclinación que lleva a exponer todo lo relacionado con lo humano refiriéndolo al cerebro, presentando así a este como motor generador de conducta y consciencia. Quienes estén interesados en estos asuntos sabrán de que propuestas hablamos: Antonio Damasio y su “Y el Cerebro Creó al Hombre” puede ser buen ejemplo. En la parte más divulgativa, tenemos a nuestro famoso Eduard Punset en esa línea, con otro título explícito al respecto y que nos remite más directamente a posiciones idealistas: “El Alma está en el Cerebro”. Y ya en un terreno aún más popular, pero no por eso de menor impacto social, pareciera que en especial desde principio de siglo esta tendencia cerebrocentrista se hubiera acomodado perfectamente a cierto discurso: permítanme resumir en esa famosa frase de “todo está en tu cerebro” el asunto, tan manida en libros y terapias de autoayuda, manuales de emprendimiento, charlas de esas a las que las empresas nos llevan, pseudo-técnicas con pretensiones clínicas, manuales de marketing, etc...Las “neuro-x”.Y es que los años 90 fueron los del proyecto “Década del Cerebro”, iniciativa patrocinada por la Biblioteca del Congreso y el Instituto Nacional de Salud Mental de USA. El objetivo de este proyecto era dar un empuje político, institucional y financiero a las investigaciones neurocientíficas en referencia a ciertas enfermedades de tipo neurológico. Si bien la neurociencia ya estaba identificada como un potencial campo de investigación, hasta entonces no había ocupado un primer plano debido a su complejidad técnica y escaso empuje social. Sin duda hablamos de una década que inauguraba importantes descubrimientos y progresos: relación cerebro-conducta (neurociencia cognitiva), neuroanatomía, neuroimagen, genética cerebral, neurobiología del desarrollo, neurología reconstructiva, enfermedades neurodegenerativas, trastornos psiquiátricos, etc. serían campos de investigación objetos de un avance en el conocimiento del humano (lo que es financiar algo y no pensar mucho y muy fuerte en este...).Y así, al albor de los avances de esta “Década del Cerebro”, comenzaron a aparecer para finales de los años noventa una suerte de propuestas con intención de disciplinas neurológicas que tratan de dar explicación a todos las ámbitos del humano: https://www.educaciontrespuntocero.com/recursos/que-es-la-neuroeducacion/#:~:text=La%20neuroeducaci%C3%B3n%20es%20la%20disciplina,posteriormente%20se%20transforman%20en%20conocimientos." target="_blank" class="content-link external" style="color: rgb(227, 86, 20)">educación, ética, religión, https://economipedia.com/definiciones/neuroeconomia.html#:~:text=La%20neuroeconom%C3%ADa%20es%20una%20disciplina,neurociencia%20y%20econom%C3%ADa%20del%20comportamiento." target="_blank" class="content-link external" style="color: rgb(227, 86, 20)">economía, política, estética, etc... Hablamos de las llamadas “neuro-x”, a partir de las cuales se aspira a dar razón de todo: amor, egoísmo, altruismo, miedo, marketing, elección de trabajo, como nos vestimos o comemos, redes sociales, elección de destino de vacaciones, a quién vota usted, porque usted lleva o no tatuajes, posicionamiento social y económico (ponga el lector aquí lo que quiera, la “neuro-x” le dará respuesta)... Si todo resulta posible ser reducido a la actividad cerebral, si es el cerebro primer autor de la actividad humana, ¿qué mejor que la “neuro-x” de turno para dar explicación?Cerebro y conocimiento: insistiendo en “la vuelta al calcetín”.Sin el cerebro, el humano sería incapaz de conocer el mundo. Pero a partir de esta evidencia se realiza un salto de malabarista, pasando de una categoría científica (la neurología) a una filosófica (más abajo iremos con esto), en el que se afirma, bajo una especie de sinécdoque corrupta, que por tanto es el cerebro lo que nos hace humanos, afirmación que supone una falacia manifiesta al tomar la parte por el todo: la experiencia intuitiva, quién percibe y quién conoce, la realiza el organismo en su conjunto, organismo que además siempre está inmerso en una realidad material, en una sociedad, en una cultura, en una ecología y en una geografía determinada. La evolución del humano, incluido su cerebro, se ha dado en continua relación con el medio ambiente y el entorno. Así, el cerebro no aparece como un órgano capaz de desarrollar por sí solo determinadas redes neuronales en pro de un objetivo, sino como un mediador, y no un creador, entre lo que los organismos necesitan para su supervivencia en relación con lo que el medio ambiente reclame y ofrezca al individuo.Otra demostración de este cerebrocentrismo la encontramos alrededor de la frase “entrena tu cerebro”, que de metáfora repetida se toma en ocasiones como cierta. De la conocida plasticidad del cerebro, potencia de este órgano para reconfigurase y dar respuesta a mismos fenómenos (capacidad que en todo caso nos mostraría como el cerebro es, al menos, tan dependiente del medio externo como causa de ello), se presenta al cerebro como materia de entrenamiento. Pero es que el cerebro no es un órgano con capacidad sensible ni al que se pueda acceder por sí solo: cualquier modificación cerebral dependerá siempre del concurso de otras partes del organismo, y diremos que en la gran mayoría de las ocasiones también de actividades de otros organismos (como la propia educación social, por ejemplo, nos muestra).No dudamos de que la repetición por parte del pianista de ejercicios psicomotrices permitirán al cerebro perfeccionar su empleo en tales tareas, sino que lo que afirmamos es que tales tareas, que implican toda una compleja red de interacciones fisiológicas y con el medio externo (desde los movimientos de los dedos a la partitura que compramos en la tienda), son las que improntan en el cerebro la necesidad de su cambio. Lejos de ser el cerebro con sus redes neuronales la causa del conocimiento o del aprendizaje, es el cerebro el producto a posteriori de la información que le llega (de nuevo la “vuelta del calcetín” en la que tanto debemos insistir).Otro ejemplo lo tenemos en el lenguaje: sin duda los estudios neurocognitivos sobre el lenguaje nos han ayudado de forma decisiva en el avance del conocimiento en este campo de estudio, pero no deja de ser cierto que para el hecho del lenguaje es necesario otros a los que dirigirse: la ciencia neurocognitiva no puede por sí sola dar respuesta completa al asunto en cuestión, si bien nos permite una mejor comprensión de lo que ocurre en una etapa fundamental del asunto, la que justo concierne al cerebro. El lenguaje es una categoría irreductible a la psicología subjetiva del individuo, ya que incluso más allá de la discusión sobre si es en primer término innato o adquirido, necesita de contenidos externos a este para su existencia, tanto los que relacionan a otros sujetos distintos al de la primera persona, como con las cosas impersonales significadas que hacen al lenguaje posible.El cerebro no puede ser por tanto entendido como motor o causa primera; nunca se desarrollará aislado, y siempre será dependiente del resto del organismo y del contexto cultural, medio ambiental y sobre todo material en el que se encuentre. Por supuesto, sin perjuicio todo esto de que las modificaciones de las que el cerebro va siendo objeto produzcan un mayor conocimiento y que esto dé en nuevos cambios. Cerebrocentrismo e idealismo.El reduccionismo en el que en ocasiones caen los derivados del estudio del cerebro y su función cognitiva lleva en ocasiones a asociar solo a este órgano competencias que sin embargo tienen tanto el organismo en su totalidad como lo externo a este. El cerebro no “explora y selecciona la información necesaria para la tarea”, como tantas veces leemos, sino que es el sujeto, con sus operaciones, con sus sentidos y también con su actividad cerebral el que lo hace, siempre en relación con lo externo. No hay tal voluntad, un “yo” o una consciencia que se encuentre en el cerebro, como si de categorías lógicas con atributos espaciales se tratasen. Razonar y decidir no es solo una función cerebral y que por tanto solo sea objeto de estudio de la neurología o el cognitivismo, sino que se inserta en un proceso que precede al propio individuo, en tanto que su cerebro y mente (si es que esto último existe) es determinado y formado en relación a aquello que le rodea, y por tanto también de forma institucionalizada: no podemos entender ni conocer el mundo al margen de nuestros conceptos, ideas y teorías acerca de él, que nos son inculcadas desde la infancia mediante relaciones sociales y que remiten a tiempos pasados. Nos serviremos de nuevo del ejemplo del lenguaje anteriormente expuesto: el lenguaje es una compleja institución que desborda al solo individuo, con una base previa a este y que lo arrolla desde la temprana edad; dando que el lenguaje estructura al cerebro.Atribuir solo al cerebro la capacidad de crear o contener eso del “yo”, la consciencia o el conocimiento, parte de un reduccionismo típico de la tradición idealista. Una nueva versión de esto. Porque el “yo”, la consciencia o el conocimiento no emergen del cerebro (y menos de ese cajón de sastre que se ha venido a llamar “mente”, aunque esto merecerá otro artículo al menos), sino que resultan manifestaciones que necesitan de referencias y relaciones con una realidad diferente para cobrar sentido (son relaciones alotéticas, y no autotéticas, si nos ponemos exquisitos). ¿Qué es el “yo” sin un “otro”?, ¿y el conocimiento sin algo que conocer?, ¿y la consciencia sin algo de lo que ser consciente? Parece realmente complicado, y que no escapará de llevarnos a un callejón oscuro y sin salida, intentar explicar estas manifestaciones obviando su carácter institucional (y si les apetece aún seguir leyendo sobre esto de la institucionalidad de la consciencia, y por no hacer este artículo más extenso, Contra la reducción internista a un pequeño texto relacionado con eso de “la consciencia” y que no hace mucho traje aquí a Menéame).A la ciencia cognitiva y neurológica no le corresponde en exclusividad el estudio de ideas como “yo”, “mente”, “consciencia”, “conocimiento” o "aprendizaje" entre otras, ya que estas desbordan por completo el campo categorial cerrado de estudio de cualquier ciencia. Sus aportaciones al respecto serán, sin duda alguna, del máximo interés, pero al igual que a la biología no le corresponde el estudio de la vida, o a la zoología el estudio del animal, ideas como las anteriormente citadas solo pueden ser tratadas por un conocimiento de segundo grado que, nutriéndose siempre de los aportes que las diferentes ciencias presenten (conocimientos de primer grado), sea capaz de organizar todos estos materiales y resultados de forma transversal (como ven, una visión de la filosofía muy alejado de ese desgastado "la filosofía es la madre de la ciencia").Conclusiones.Los avances en el estudio del cerebro desde la segunda mitad del S. XX, y en especial según nos acercamos a los años noventa, nos han permitido y permitirán sin duda avanzar en el conocimiento del humano y en un área tan crítica para este como el cerebro. Ahora bien, como suele ocurrir con todos los progresos de calado, somos testigos de una sobredimensión de este, donde se tienda a dar explicación de todo a partir de lo que no es más que un campo cerrado de investigación. Un reduccionismo antropológico. Situar la causa de la conducta y el conocimiento solo dentro del propio organismo, y más concretamente en el cerebro (con su idea tan próxima a este como esa de “mente”) pasa por alto el papel determinante de los contextos y relaciones exteriores (realidad material, cultural y medio ambiente ecológico y geográfico). Se obvia así que el cerebro es tan solo un órgano más dentro de procesos tales como el conocimiento y la consciencia, que en cualquier caso implican también una realidad exterior al individuo, y no solo coetánea a este. Es el resto del propio organismo, el ambiente del presente y las ideas sociales, históricas e institucionales las que moldearon y moldean nuestros cerebros, y no al revés, en tanto la evolución biológica del humano demuestra un carácter relacional, de forma tal que aquellas ciencias que encuentran su campo categorial delimitado por el estudio del cerebro no pueden por sí solas dar respuesta a la conducta, a la consciencia, al lenguaje, al aprendizaje o a cualquier otra categoría que implique una relación con lo externo al cerebro. La reducción cerebrocentrista, propia de una visión aún encerrada en los límites del problema “mente-cuerpo", participa así de una visión de tradición idealista, ya que necesita en última instancia de un motor o sustancia propio (el “fantasma en la máquina” de Ryle y del que pronto les hablaré) para justificarse: de nuevo el “yo” dando forma al mundo conocido.----------------Otros artículos relacionados:
(...)no se han ido a Irlanda por un tipo del 12,5%, sino por el sistema fiscal: si la filial en Irlanda de una multinacional de las Bermudas creaba a su vez otra filial en Irlanda (el “doble” irlandés), la primera quedaba en tierra de nadie. Irlanda no la obliga a tributar al considerarla extranjera, mientras que Bermudas la considera irlandesa. Si otras se instalaron en Países Bajos no fue por tradición comercial, sino porque durante años eximieron de retención los royalties efectuados a empresas no comunitarias de paraísos fiscales (...)
Esa idea de presentar los sacrificios que nos esperan hasta que termine la transición no parece objeto de las campañas de información, ni en Europa ni en España (...) Si se insiste en centrar el debate medioambiental en el terreno moral y no en el económico y social, se minimizan u obvian los imprescindibles sacrificios necesarios para reducir emisiones y tener un planeta más limpio y no se analizan bien los efectos sobre los más desfavorecidos y su posible compensación,
El problema de cualquier reforma es que siempre genera ganadores y perdedores. Incluso aunque a largo y medio plazo su beneficio social sea muy evidente. Al hablar de reformas, existen dos opciones. Una es tratar a los ciudadanos como adultos, explicando desde el principio el objetivo perseguido y los instrumentos que se contemplan, exponiendo sus efectos redistributivos y cómo se van a instrumentar medidas para evitar el impacto sobre los más desfavorecidos. Otra, tratarlos como a niños y sostener que las medidas no van a perjudicar a nadie.
Se denuncia habitualmente el gasto desproporcionado que originan los derechos sociales: sanidad, educación, pensiones, etc. Lo que parecen olvidar es que esto puede aplicarse a todos los derechos y libertades reconocidos hasta el día de hoy. El derecho de propiedad sería imposible sin una legislación que la respaldara, sin un sistema judicial que velara por ella y sin unos cuerpos de seguridad del Estado que la protegieran. Los costes que originan los derechos y libertades reconocidos son asumidos desde las administraciones públicas...
Si la inversión es clave para el crecimiento productivo, la siguiente pregunta es inevitable: ¿por qué la inversión comenzó a disminuir a partir de la década de los 70? ¿Es debido a una 'falta de demanda efectiva' o a una falta de tecnologías generadoras de productividad? Lo más probable: desde la década de 1960, las empresas de las principales economías han experimentado una caída secular en la rentabilidad del capital y, por lo tanto, encuentran cada vez menos rentable invertir mucho en nuevas tecnologías para reemplazar la mano de obra.
La deuda catalana no es un concepto real; la economía de Cataluña es dependiente de la del resto de España. Es una ficción autonomista: la que se endeuda es España. Algo parecido ocurre cuando hablas de “soberanía individual". Proyectas sobre un término (individuo) la característica de una cualidad que sólo pueden tener las relaciones. “Soberanía” es un concepto que implica necesariamente una relación (gobernantes/gobernados), de tal manera que nunca puede ser algo propio de individuos aislados.
(...) Wittgenstein argumentó acerca de la imposibilidad de definir sensaciones tales como el dolor al margen de un lenguaje, de unas normas y de una forma de vida; "¿cómo se refieren las palabras a las sensaciones?" o, por preguntarlo con otra cita, "¿cómo se establece la conexión del nombre con lo nombrado? La pregunta es la misma que ésta: ¿cómo aprende un hombre el significado de los nombres de sensaciones?" (...)(...) Llegados a este punto, creo que no sería malo volver a señalar un punto importante que ya se ha comentado antes. La aceptación de la problemática concepción internista de la conciencia implica una metodología determinada, esto es, el individualismo metodológico. Según esta metodología, para el internismo es posible, digo más, es suficiente para hablar de la conciencia, con el estudio de los procesos internos de un individuo, bien sea para centrarse en sus estados neurológicos, bien en sus procesos funcionales o bien en los estados que sobrevienen naturalmente a, o emergen de, lo neurológico. Los datos relevantes serían aquellos datos que un individuo, aislado, independientemente de su entorno social, podría darnos. Pero, retomando algo que ya mencionamos al principio, ¿qué es el dolor?, ¿cómo podemos saber según esta metodología cuándo este individuo tiene una sensación como el dolor, o está celoso o envidioso? (...) dado el individualismo metodológico propio del internismo, la respuesta a estas preguntas tendría que buscarse únicamente en el estudio de los estados y procesos internos del sujeto (...) ¿es posible hacer tal cosa?, (...) ¿podemos estar seguros de que la respuesta podemos encontrarla en los estados y procesos internos de un sujeto? Porque, y aquí está la cuestión, este sujeto, para respondernos no puede más que recurrir, en este caso, a sus propias sensaciones, a sus estados internos, sean de un tipo o de otro. Sin embargo, ¿cómo ha aprendido qué es una sensación? (...)Si el internismo quiere responder a alguna de estas preguntas no le queda otro camino que recurrir, por ejemplo, para definir el dolor, a mecanismos tales como la definición ostensiva. Es decir, para el internismo es el sujeto el que tiene ya toda la información en y sobre sí mismo, y es únicamente él, el que puede proporcionárnosla. Pero desde nuestra perspectiva creemos que esta información es previa, anterior, al propio sujeto y, por tanto, conformadora del mismo. Del mismo modo, no creemos que sea posible defender adecuadamente la posibilidad del desarrollo de la conciencia de un sujeto de forma aislada, pues desde el individualismo metodológico, ¿de qué se alimentaría este sujeto, por decirlo así, si no es de sí mismo?Todo sujeto requiere de otros sujetos, de una sociedad que le enseñe qué es una sensación (por mucho que biológicamente pueda tener, por ejemplo, la sensación de miedo con tales o cuales fines útiles para la supervivencia, etc., otra cosa distinta es que consiga ser consciente de que tiene miedo); todo sujeto necesita de una sociedad que le proporcione normativamente, esto es, externamente, una serie de ortogramas con los que conformar su conciencia. Si no es inserto ya, desde su mismo origen, en una sociedad o cultura, es imposible concebir cómo un sujeto puede aprender qué es una sensación, no puede aprender qué es "ver rojo", no puede tener conciencia de "qué es un dolor", ya que si todo ello requiriera únicamente de sí mismo no habría criterio externo alguno, no habría tampoco experiencia consciente. Como ya señalara Wittgenstein, si cada sujeto recurriese únicamente a sus procesos y estados internos no podría haber criterio al que recurrir, dado que los criterios, para serlo, deben ser objetivos y normativos, y ello sólo es posible en la intersubjetividad, que implica la "correctibilidad" mutua, esto es, la capacidad que los sujetos tienen de guiarse, corregirse o enseñarse mutuamente, según unos parámetros (ortogramas) comunes. Sin que esto suponga, por supuesto, la negación de la capacidad de desarrollo o cambio que los sujetos operatorios tienen de dichos ortogramas anteriores a ellos y determinantes de ellos, cambio sin el cual sería inexplicable, en gran medida, el curso histórico de las culturas y de las sociedades humanas. Cada uno de nosotros, desde niño, como miembro de una sociedad determinada, es educado en una serie de ortogramas objetivos y sólo gracias a ellos desarrollamos nuestra propia conciencia. La conciencia no se puede entender de un modo formal, sino que la conciencia es la propia urdimbre de los contenidos de la conciencia (los ortogramas). Para ver esto con más claridad recurramos a un ejemplo. Imaginémonos la situación en la que un niño de no más de un año o año y medio le regalan un juguete diseñado para que aprenda las formas geométricas. Está compuesto por unas formas tridimensionales y una caja con dichas formas exactas para que sean encajadas. (...) coge las formas y juega con ellas, quizá las tire, quizá se dé cuenta de que hay unos huecos en la caja, él no sabe para qué sirven ni cómo, pero a veces, en lugar de tirarlas intenta introducirlas, pero no sabe que dichas formas deben ser las mismas para poder hacerlo, el niño lo intenta, incluso golpea las formas contra la caja con todas sus fuerzas, pero no consigue introducir ninguna figura si no es de forma fortuita. Si bien, su madre lo ve e intenta ayudarlo a hacerlo adecuadamente. Le habla, le nombra cada figura y le señala la diferencia entre cada una de las figuras, sus distintos colores, y le muestra cómo encajan e intenta que el niño la imite. (...) dada la repetición día tras día de esas enseñanzas el niño irá asociando las formas, irá «siendo consciente» de dichas formas y de la función que tienen los huecos de su juguete. Hasta que finalmente, el niño aprenda, asimile, qué son las formas geométricas y por qué y mediante qué operaciones tiene que colocarlas en el lugar adecuado para que caigan dentro de la caja. ¿Podría haber hecho esto al margen de las enseñanzas de los individuos que le rodean y que le han enseñado?, ¿habría adquirido conciencia de las formas geométricas?, ¿habría aprendido a percibirlas por sí mismo atendiendo a sus estados internos (suponiendo que pudiese hacer eso)? (...) dichos conceptos son ortogramas, y, por tanto, entre otras cosas, son patrones de discriminación, y en cuanto discriminativos son externos y normativos, puesto que un patrón es una norma, lo cual requiere criterios externos. Así, son los individuos que rodean al niño los que, a través de las instituciones presentes en su sociedad, le enseñan cómo jugar con las formas geométricas, cómo entenderlas, cómo percibirlas.En todo sujeto se da un largo transcurso progresivo de su conciencia a medida que va asimilando y automatizando todos aquellos ortogramas que conforman su conciencia y que la sociedad en la que él vive, en la cual nace y que es anterior a él, le proporciona. Sin embargo, desde posturas internistas no es posible dar cuenta de este fenómeno, ya que incluye toda una serie de presupuestos problemáticos que, dado su individualismo metodológico, impiden "salir del sujeto" o de su cerebro. Efectivamente, ¿cómo dar cuenta de todo lo señalado antes a partir de los estados internos, de los estados que sobrevienen naturalmente a, o emergen de lo neurológico, o simplemente desde nuestra organización neuronal? Es imposible. Son estos ortogramas históricos los que conformarán y determinarán su conciencia.Emmanuel Martínez Alcocer, "¿qué es la conciencia? Materialismo de la conciencia versus internismo de la conciencia", 2014.
Si bien las fronteras son un limitante para el ideal universal de ciudadanía, solo desde el estado-nación, con sus fronteras resultantes de procesos históricos (frente a los idealismos de que estas se votan o pertenecen a cuestiones culturales) se ha demostrado la posibilidad de los derechos ciudadanos. ¿Significa esto que las fronteras deben filtrarse etnicamente? Al contrario. Para que el nativo como el foráneo puedan disfrutar de los mismos derechos es necesaria la frontera como medio a partir del cual construir una soberanía..
(...) El cazador o el pescador solos y aislados, con los que comienzan Smith y Ricardo, pertenecen a las imaginaciones desprovistas de fantasía que produjeron las robinsonadas dieciochescas, las cuales, a diferencia de lo que creen los historiadores de la civilización, en modo alguno expresan una simple reacción contra un exceso de refinamiento y un retorno a una malentendida vida natural. El contrato social de Rousseau, que pone en relación y conexión a través del contrato a sujetos por naturaleza independientes, tampoco reposa sobre semejante naturalismo. Este es sólo la apariencia, y la apariencia puramente estética, de las grandes y pequeñas robinsonadas. En realidad, se trata más bien de una anticipación de la “sociedad civil” que se preparaba desde el siglo XVI y que en el siglo XVIII marchaba a pasos de gigante hacia su madurez. En esta sociedad de libre competencia cada individuo aparece como desprendido de los lazos naturales, etc., que en las épocas históricas precedentes hacen de él una parte integrante de un conglomerado humano determinado y circunscrito. A los profetas del siglo XVIII, sobre cuyos hombros aún se apoyan totalmente Smith y Ricardo, este individuo del siglo XVIII —que es el producto, por un lado, de la disolución de las formas de sociedad feudales y, por el otro, de las nuevas fuerzas productivas, se les aparece como un ideal cuya existencia habría pertenecido al pasado. No como un resultado histórico, sino como punto de partida de la historia. Según la concepción que tenían de la naturaleza humana, el individuo aparecía como conforme a la naturaleza en cuanto puesto por la naturaleza y no en cuanto producto de la historia. Hasta hoy, esta ilusión ha sido propia de toda época nueva (...)Cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo como dependiente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar y de una manera todavía muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de las tribus. Solamente al llegar el S. XVIII, con la “sociedad civil”, las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea del individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (universales según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal (...) no solamente un animal social, sino un animal que sólo puede individualizarse en la sociedad. La producción por parte de un individuo aislado, fuera de la sociedad -hecho raro que bien puede ocurrir cuando un civilizado, que potencialmente posee ya en sí las fuerzas de la sociedad, se extravía accidentalmente en una comarca salvaje— no es menos absurda que la idea de un desarrollo del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí. No hay que detenerse más tiempo en esto. Ni siquiera habría que rozar el punto si esta tontería, que tenía un sentido y una razón entre los hombres del siglo XVIII, no hubiera sido introducida seriamente en plena economía moderna (..)Por eso, cuando se habla de producción, se está hablando siempre de producción en un estadio determinado del desarrollo social, de la producción de individuos en sociedad (...) La producción en general es una abstracción, pero una abstracción que tiene un sentido, en tanto pone realmente de relieve lo común, lo fija y nos ahorra así una repetición. Sin embargo, lo general o lo común, extraído por comparación, es a su vez algo completamente articulado y que se despliega en distintas determinaciones. Algunas de éstas pertenecen a todas las épocas; otras son comunes sólo a algunas. Sin ellas no podría concebirse ninguna producción, pues si los idiomas más evolucionados tienen leyes y determinaciones que son comunes a los menos desarrollados, lo que constituye su desarrollo es precisamente aquello que los diferencia de estos elementos generales y comunes. Las determinaciones que valen para la producción en general son precisamente las que deben ser separadas, a fin de que no se olvide la diferencia esencial por atender sólo a la unidad. En este olvido reside, por ejemplo, toda la sabiduría de los economistas modernos que demuestran la eternidad y la armonía de las condiciones sociales existentes.Un ejemplo: ninguna producción es posible sin un instrumento de producción, aunque este instrumento sea sólo la mano. Ninguna es posible sin trabajo pasado, acumulado, aunque este trabajo sea solamente la destreza que el ejercicio repetido ha desarrollado y concentrado en la mano del salvaje. El capital, entre otras cosas, es también un instrumento de producción, es también trabajo pasado objetivado. De tal modo, el capital es una relación natural, universal y eterna; pero lo es si dejo de lado lo específico, lo que hace de un “instrumento de producción”, del “trabajo acumulado”, un capital. (...) La producción tampoco es sólo particular. Por el contrario, es siempre un organismo social determinado, un sujeto social que actúa en un conjunto más o menos grande, más o menos pobre, de ramas de producción (...)(...) [la producción] no es lo único que realmente interesa a los economistas. Se trata más bien —véase por ej. el caso de Mill — de presentar a la producción, a diferencia de la distribución, como regida por leyes eternas de la naturaleza, independientes de la historia, ocasión esta que sirve para introducir subrepticiamente las relaciones burguesas como leyes naturales inmutables de la sociedad en abstracto. Esta es la finalidad más o menos consciente de todo el procedimiento (...)Byung-Chul Han (sic), "Los Grundisse", 1857-1858
"La libertad no pertenece a la voluntad. Si esto es así, como yo lo creo, considérese si no sirve para poner a término a esa largamente agitada y, según me parece, poco razonable cuestión, en cuanto que es ininteligible, sobre si la voluntad del hombre es o no es libre. (...) es tan sin sentido preguntar si la voluntad del hombre es libre, como preguntar si su dormir es rápido o si su virtud es cuadrada, ya que la libertad tiene tan poca aplicación respecto a la voluntad, como la velocidad al dormir o la cuadratura a la virtud. Todo el mundo se burlaría ante lo absurdo de aquellas dos últimas preguntas, porque es obvio que las modificaciones del movimiento no pertenecen al acto de dormir, ni las diferencias de formas a la virtud; y cuando alguien lo considere cuidadosamente creo que advertirá llanamente que la libertad, que no es sino una potencia, pertenece tan sólo a los agentes, y que no puede ser un atributo o modificación de la voluntad, que es también sino una potencia. (...) La volición es un acto de la mente que a sabiendas ejerce ese dominio que supone tener sobre cualquier parte del hombre, para emplearla o impedirla en la comisión de alguna acción particular. (...) Y esa facultad, ¿qué otra cosa es, en efecto, sino una potencia de la mente para determinar sus pensamientos en la producción, la continuación o la detención de cualquier acción, en tanto que dependa de nosotros? (...) La voluntad, por lo tanto, no es sino tal potencia. La libertad, por otra parte, es la potencia que tiene un hombre de realizar o de no realizar cualquier acción particular (...) La libertad pertenece al agente o al hombre (...) Es llano, pues, que la voluntad no es sino una potencia o capacidad, y que la libertad es otra potencia o capacidad: de tal suerte que preguntar si la voluntad es libre equivale a preguntar si una potencia tiene otra potencia; si una capacidad tiene otra capacidad; cuestión que a primera vista, resulta demasiado tosca y absurda para que sea motivo de una disputa (...) ¿quién no podrá ver que las potencias solamente pertenecen a los agentes, y que son atributos tan sólo de las substancias, pero no de las potencias mismas? De tal manera que plantear la pregunta sobre si la voluntad es libre, es, en efecto, tanto como preguntar si la voluntad es un agente (...) Si acaso se puede aplicar la libertad a la potencia, sin hablar impropiamente, podrá ser atribuida a la potencia que radica en el hombre de producir o de abstenerse de producir (...), que es eso que lo señala como libre (...) La libertad pertenece al agente o al hombre (...)(...) Por lo que se refiere a la acción de la voluntad, el hombre no es libre. Pero la mente inquisitiva del hombre, deseosa de descargarse hasta donde pueda de todo pensamiento de culpa, aún a costa de situarse en un estado peor que el de necesidad fatal, no se conforma con aquello: la libertad, si no tiene mayor alcance, no le satisface, y se acepta como buen argumento que un hombre no es en absoluto libre, si no es tan libre en la acción misma de volición como en obrar lo que su voluntad desea (...)Libertad como capacidad de ejecutar algo."(John Locke, "Ensayo sobre el Entendimiento Humano", 1690).
Los llamados experimentos mentales son recursos imaginativos, hipotéticos, normalmente no realizables en la práctica (sin posibilidad empírica) al menos en el momento de su presentación, diseñados para, a través de un razonamiento que se pretende lógico, mostrar ciertas conclusiones o paradojas. A pesar de que se vienen utilizando en la historia del pensamiento al menos desde la Antigua Grecia (piensen en las https://es.wikipedia.org/wiki/Paradojas_de_Zen%C3%B3n#:~:text=En%20la%20paradoja%20de%20la%20flecha%2C%20Zen%C3%B3n%20establece%20que%20para,de%20una%20flecha%20en%20vuelo.&text=Si%20todo%20est%C3%A1%20inm%C3%B3vil%20en,entonces%20el%20movimiento%20es%20imposible
Tras el trágico hundimiento de un velero donde viajaban ilustres economistas, quedan náufragos en una isla desierta Von Mises, Rothbard y Keynes. Recorriendo la isla en busca de una fuente de alimentos, encuentran pastando a una vaca.Al verla, Mises levanta desesperado los brazos bloqueando el paso de sus compañeros hacia el animal. Exclama: “¡No matemos a la vaca todavía, debemos guardarla para más tarde, cuando hayamos sido capaces de construir el capital necesario para la tarea!”Rothbard, que ya ha cogido una piedra a modo de arma, mira a Mises con el ceño fruncido: “Y una polla. Si puedo matar a la vaca, soy el dueño de la comida”.Keynes, apartándose unos metros atrás, reniega con la cabeza mirando al suelo. Levanta levemente su mostacho y se escucha: “Compis, os estáis centrando en el asunto de si matar o no a la vaca, pero olvidáis un problema mayor... ¿y si no tenemos suficiente hambre para comérnosla toda?"
(...) El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza (...) El proceso de trabajo es una actividad orientada a un fin, el de la producción de valores de uso, apropiación de lo natural para las necesidades humanas, condición general del metabolismo entre el hombre y la naturaleza, eterna condición natural de la vida humana y por tanto independiente de toda forma de esa vida y común, por el contrario, a todas sus formas de sociedad. (...)(...) El latifundio reduce la población agraria a un mínimo siempre decreciente y la sitúa frente a una creciente población industrial hacinada en grandes ciudades. De este modo da origen a unas condiciones que provocan una fractura irreparable en el proceso interdependiente del metabolismo social, metabolismo que prescriben las leyes naturales de la vida misma. El resultado de esto es un desperdicio de la vitalidad del suelo, que el comercio lleva mucho más allá de los límites de un solo país. (…) La industria a gran escala y la agricultura a gran escala explotada industrialmente tienen el mismo efecto. Si originalmente pueden distinguirse por el hecho de que la primera deposita desechos y arruina la fuerza de trabajo, y por tanto la fuerza natural del hombre, mientras que la segunda hace lo mismo con la fuerza natural del suelo, en el posterior curso del desarrollo se combinan, porque el sistema industrial aplicado a la agricultura también debilita a los trabajadores del campo, mientras que la industria y el comercio, por su parte, proporcionan a la agricultura los medios para agotar el suelo"(...) Con la preponderancia incesantemente creciente de la población urbana, acumulada en grandes centros por la producción capitalista, esta por una parte acumula la fuerza motriz histórica de la sociedad y, por otra, perturba el metabolismo entre el ser humano y la tierra, esto es, el retorno al suelo de aquellos elementos constitutivos del mismo que han sido consumidos por el ser humano bajo la forma de alimentos y vestimenta, retorno que es condición natural eterna de la fertilidad permanente del suelo. Con ello destruye, al mismo tiempo, la salud física de los obreros urbanos y la vida intelectual de los trabajadores rurales. (…) Al igual que en la industria urbana, la fuerza productiva acrecentada y la mayor movilización del trabajo en la agricultura moderna se obtienen devastando y extenuando la fuerza de trabajo misma. Y todo progreso de la agricultura capitalista no es solo un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de esquilmar el suelo; todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de este durante un lapso dado, un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esa fertilidad. (…) La producción capitalista, por consiguiente, no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador (...)(...) La libertad solo puede consistir en que el ser humano socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo, en vez de ser dominados por él como por un poder ciego; que lo lleven a cabo con el mínimo empleo de fuerza y bajo las condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza humana.(Greta Thunberg, extractos de "El Capital", 1867 -1894)
La fuerza laboral mundial aumentó en un 25% entre 2000 y 2019, de 2.600 a 3.300 millones (...) Contrariamente a la noción de economía “posindustrial”, la fuerza de trabajo (manufactura, construcción y minería) aumentó de 536 millones a 755 millones de personas durante este período. La clase obrera del siglo XXI es una clase en formación. Las fuerzas motrices han sido la globalización desigual y el surgimiento de multinacionales. Otros aspectos de esta transformación incluyen la caída de la tasa de ganancia que comenzó a finales de los 60.
Materialismo 1 - Idealismo 0(sí, ya lo sé, cierro al salir)...
Reconozco ser bastante perezoso si se trata de escribir sobre temas de rabiosa actualidad, sé que no soy el único al que le pasa. Ocurre que hoy, cuando aquello que inunda titulares, columnas de opinión, redes sociales y pseudo-debates de todólogos pretende golpearnos con un “directo al vientre”, psicopolítica en su forma más burda, las charlas y discusiones en que podemos vernos envueltos suelen encontrarse salpicadas de esa misma visceralidad, mal entendida por algunos, bien dirigida por otros. Distanciarnos de esa opaca ciénaga en la que se libra la batalla por el relato de la actualidad y a la que nos quieren arrojar, darnos tiempo para la reflexión e información, suele presentarse como una medida prudente, y hasta tal vez sea un primer silencio hoy en día algo contestario.Pues bien: uno de los asuntos que estos días copan este presente desinformativo es la marcha de un famoso youtuber a Andorra. El asunto en cuestión no pasaría de ser como cualquier otro por el que este perezoso no gastaría aquí un artículo - parece que fuera algo nuevo que ricos de todo el mundo marchen a legislaciones con fiscalidades laxas para amasar más fortuna - si no fuera por haber reavivado aún más lo que es ya un nuevo clásico en la polémica de ámbito económico a la hora de determinar los niveles de fiscalidad y políticas que cierto estado aplica o debería aplicar. Si tuviésemos que reproducir, de forma sintética, un momento tipo de esta discusión, bien podríamos presentar el siguiente esquema:
Reconozco ser bastante perezoso si se trata de escribir sobre temas de rabiosa actualidad, sé que no soy el único al que le pasa. Ocurre que hoy, cuando aquello que inunda titulares, columnas de opinión, redes sociales y pseudo-debates de todólogos pretende golpearnos con un “directo al vientre”, psicopolítica en su forma más burda, las charlas y discusiones en que podemos vernos envueltos suelen encontrarse salpicadas de esa misma visceralidad, mal entendida por algunos, bien dirigida por otros. Distanciarnos de esa opaca ciénaga en la que se libra la batalla por el relato de la actualidad y a la que nos quieren arrojar, darnos tiempo para la reflexión e información, suele presentarse como una medida prudente, y hasta tal vez sea un primer silencio hoy en día algo contestario.Pues bien: uno de los asuntos que estos días copan este presente desinformativo es la marcha de un famoso youtuber a Andorra. El asunto en cuestión no pasaría de ser como cualquier otro por el que este perezoso no gastaría aquí un artículo - parece que fuera algo nuevo que ricos de todo el mundo marchen a legislaciones con fiscalidades laxas para amasar más fortuna - si no fuera por haber reavivado aún más lo que es ya un nuevo clásico en la polémica de ámbito económico a la hora de determinar los niveles de fiscalidad y políticas que cierto estado aplica o debería aplicar. Si tuviésemos que reproducir, de forma sintética, un momento tipo de esta discusión, bien podríamos presentar el siguiente esquema: